Nada real

el título lo dice casi todo.

Bien, la decisión que tomé fue que lo menos malo sería en el muslo derecho, ella aceptó el mensaje, pero no de un modo pasivo, es más, el pasivo era yo; comenzó por decirme que para que no escapara me iba a atar, y lo hizo, me ató las manos a la espalda y, a continuación una cuerda a mi cuello y otra a mis pelotas. Pegó un pequeño, eso dijo ella cuando me quejé, tirón de la última y así, con mis pelotas estiradas, me obligó a seguirla.

Cogió un recipiente de color blanco que llevaba adosado un ca...

Menos real

En este relato los personajes, y una de las escenas, son reales; el resto es fantasia.

Salí muy contento de aquella casa, no podía dejar de pensar que por segunda vez me había librado de una buena; hice firmes propósitos de no permitir que apareciera una tercera ocasión, por si a la tercera iba la vencida. Pero

Haber firmado algo sin haberlo leído primero era un aspecto de la cuestión que, en un primer momento no me preocupó, pero que a medida que pasaba el tiempo me molestaba cada vez más, qué diablos había firmado, tenía muchas ganas de saberlo, pero no me atrevía a ir a preguntá...

El paréntesis (4)

¡Ay,ay, duele!

Por fin Patricia se calló, no sabía si eso era bueno o malo, no sabía que podía venir después. El dolor apenas me permitía ver, pero entre vista y oído pude intuir que se estaba frotando el clítoris con bastante entusiasmo, mi imagen de hombre sometido y torturado le debía de poner a tono. Cuando acabó dijo que me iba a dejar solo para que reflexionara sobre lo efímeras que son las glorias de este mundo, a continuación me vendó los ojos y quedé en la oscuridad más absoluta; oí sus pasos que se alejaba...

El paréntesis (3)

Patricia no era mentirosa, cuando ella decía que algo dolía es porque dolía.

Decidí que me quedaba, pero, le advertí que no tenía todo el tiempo del mundo porque debía ensayar la misa del domingo. "Claro", añadí, "siempre puedo ir y volver, si tu quieres".

Ella me calló diciendo que si teníamos poco tiempo no era razonable perderlo hablando, me cogió del pescuezo y tiró hasta que me colocó sobre sus piernas, como si me fuera a azotar en el trasero, en vez de eso agarró la parte de la zanahoria que salía y comenzó a moverla lentamente, la sacaba algo, la metía y se reía d...

El paréntesis (2)

Patricia sigue haciéndome de las suyas.

aburrida de azotarme las nalgas y oír mis quejidos decidió ponerse a jugar con mi ojete, como preparación previa se puso a abrirlo forzándolo con las manos, sobre todo con lo dedos gordos y, de vez en cuando, cuando me lo había abierto lo suficiente, avanzaba un poquito con uno de sus dedos… Cuando yo oponía alguna resistencia me pegaba un par de fuertes manotazos en el trasero o me apretaba las bolas o levantaba algo el culo y me pegaba en la cara, o simplemente dejaba caer la mole de sus nalgas sobr...

El paréntesis

Donde relato parte de lo que pasó entre Ana, la holandesa, y Laura.

Después de mis desastrosas aventuras con la holandesa, pasé una temporada rara. En primer lugar me volví un poco beato, me levantaba muy temprano para ir a la misa de las ocho y comulgar, desde allí iba al instituto desayunando el bocadillo que me había preparado mi madre.

La misa de ocho era, como poco, extraña; estaba el cura que era muy viejecito, con frecuencia decía la misa sin monaguillos que le ayudaran, estábamos allí un cierto número de beatas, en general bastante mayores, y yo. Uno de...

La holandesa (6)

Ana encuentra pan para sus dientes y yo me llevo la sorpresa de mi vida.

Sabía que tenía que romper la relación, sabía que cuanto más tardase sería peor, pero no había manera de coger a mi padre a solas; mis padres estaban siempre juntos, hasta al mediodía; mi padre, en vez de bajar al bar, se tomaba el aperitivo con mi madre; mientras ella daba los últimos toques a la comida él servía unos vermuts blancos que acompañaba de unas aceitunas. Así los días iban pasando tercos y tercas eran las citas de ella de las que yo salía apaleado, humillado y relajado.

Un día deses...

La holandesa (5)

no solo era fuerte, era astuta.

Don Cornelio y la bella Dorita fueron encontrados ese mismo día, cerca del río, por una pareja de la guardia civil. Estaban durmiendo juntos, en un colchón hinchable, semidesnudos bajo un par de mantas, con la ropa que en aquel momento no llevaban puesta limpia, colocada a la cabecera, envuelta en un plástico para que no se mojara; estaban durmiendo abrazados en una actitud inequívoca: sin ninguna duda habían estado haciendo el amor.

Yo no quise enterarme de los detalles, pero fueron la comidill...

La holandesa (4)

Donde llego a pasarlo mal y decido que así no puedo seguir.

Soltar a su marido le llevó más tiempo que a la mujer, estaba atado de una forma bastante más compleja, que le impedía cualquier movimiento. Comprobé, al observar lo que veía, la frialdad con que la holandesa era capaz de actuar y lo mal que llevaba sus cuernos. Sacó a su marido, como a Dorita, arrastrando por los pelos; se permitió alguna ironía cruel: "Tu eres un hombre, tendré que tener cuidado, creo que no te desataré las manos no vayas a dominarme tu a mí"; la verdad es que el pobre don Cornelio...

La holandesa (3)

Ana me consigue asustar y mucho.

Salí baldado de casa de Ana, no tenía ningún interés en saber nada más de ella, para empezar cuando llegué a mi casa entré en el baño y me hice una paja tan grande que no sé si tuvo algo que ver con que el río se desbordara, pero se desbordó. En todo caso los días siguientes no pasé a verla, a pesar de que había puesto en su ventana las señales convenidas. Pero es difícil evitar eternamente a una vecina, sobre todo si la vecina quiere encontrarte, me encontró por la calle, me paró y preguntó porque no...