La Tía Ágata (3)
¡Pillado!
Los días fueron pasando. Los miedos y temores de los primeros días se fueron disipando a medida que la normalidad recuperaba terreno. Si se puede llamar normalidad a un estado de permanente excitación, y no solo sexual. Como buen preadolescente, tenía las hormonas en plena ebullición, y con mi tía cerca, la ebullición se convertía en una erupción de consecuencias catastróficas. Había cogido la costumbre de masturbarme bien entrada la noche, y ya casi lo hacía con soltura, incluso durmiendo un rato antes de...