La Tía Ágata (3)

¡Pillado!

Los días fueron pasando. Los miedos y temores de los primeros días se fueron disipando a medida que la normalidad recuperaba terreno. Si se puede llamar normalidad a un estado de permanente excitación, y no solo sexual. Como buen preadolescente, tenía las hormonas en plena ebullición, y con mi tía cerca, la ebullición se convertía en una erupción de consecuencias catastróficas. Había cogido la costumbre de masturbarme bien entrada la noche, y ya casi lo hacía con soltura, incluso durmiendo un rato antes de...

La Tía Ágata (2)

Las necesidades primarias hacen acto de presencia cuando son las hormonas las que mandan sobre la razón

Ágata me ordenó que “de esto, ni una palabra a nadie”. Me lo dijo justo después de recolocarse las prendas y de que yo me subiera los pantalones. Notaba la barriga, el pecho y la entrepierna pringosos, porque no habíamos podido asearnos bien después de la paja que me había hecho. Me lo dijo con el ceño fruncido y un dedo admonitorio, y solo después de que yo le jurase que no diría nada a nadie, me dio un beso en la frente y sonrió. “¡Este es mi sobrino!”, remató, poniéndome un cestillo en las manos.

L...

Begoña

Los años no habían desmejorado a la adolescente que recordaba. Y por fin, pude cumplir uno de mis sueños...

Se llamaba Begoña y había sido uno de mis sueños eróticos de la adolescencia. Era una mujer que iba mucho por el bar de mis padres, y siempre me había resultado una mujer potente, graciosa y lasciva. Claro que yo solo la había conocido en el entorno del bar.

Así que un buen día, apareció en el despacho con sus hermanas. ¡Vaya tres hembras! A cada cual mejor, pero Begoña me seguía pareciendo la más potente de las tres, aunque me hubiera follado a cualquiera de ellas. Traían un asunto de herencias famil...

Parodias la rueda del tiempo (ii)

Episodio 2: Confesiones. Moraine y Egwene

Borrando la sonrisa de sus labios, repasó su propio cuerpo con ojo crítico. Conocía las formas femeninas y había visto a muchas mujeres desnudas a lo largo de su vida. Era menuda, su origen cairhienino la hacía ser más baja que el resto de habitantes de Tear, eso hacía que la distancia entre sus pechos y su vagina fuera más corta que en otras mujeres. No tenía blanduras ni arrugas en el cuerpo, por lo que podía pasar por el cuerpo de una mujer mucho más joven. Sus pechos no eran tan grandes como los de la P...

Parodias la rueda del tiempo (iv)

Episodio 4: Elayne

La heredera del trono de Andor escuchaba, con los ojos cerrados, los suaves sonidos de la respiración de Nynaeve. Mecida por los balanceos del barco de los Marinos, la somnolencia había hecho presa en ella, igual que en su amiga, bien que a Nynaeve le había costado un trabajo quedarse por fin dormida.

Entre las nubes del sueño, Elayne pensó en Rand, y en los días que habían pasado juntos en Tear, en los besos robados y en las caricias algo más íntimas que le había permitido. Si su madre se enterara de...

Parodias la rueda del tiempo (iii)

Episodio 3: Perrin y Min

Min estaba demasiado nerviosa como para conciliar el sueño después del ataque de los trollocs. No podía comprender como las bestias habían traspasado la vigilancia y se habían abalanzado sobre el campamento sin que nadie, salvo Perrin, hubiera dado la alarma. Y menos mal que Perrin lo había hecho, saliendo al frío aire de la noche con el martillo de la mano y desnudo de cintura para arriba, dando voces y lo que parecían ser aullidos. De la batalla en sí, Min recordaba poco. Cansancio y miedo, sobre todo, sa...

Parodias la rueda del tiempo

Escena 1: Rand y Moraine. Para los que conozcan la serie de épica fantástica y para los que no. Os animo a leerla, resulta de los más estimulante.

Rand observó la habitación, jadeando. La suave brisa que entraba por la puerta de la terraza no bastaba para expulsar el calor sofocante que sentía, ni para eliminar el pútrido olor provocado por los cuerpos muertos que yacían a sus pies. Miró la mano que sujetaba la espada, tirándola a la cama deshecha como si no supiera porqué la tenía empuñada. ¿Cómo habían podido llegar hasta él aquellos dos hombres? Mirándolos con atención, se percató en lo anodino de sus rostros y sus ropas. Dos hombres que pasarían d...

Ana, la Vecina 3

Y más historias con Ana

Miércoles tarde. El imbécil tenía actividades extraescolares. El marido estaba nuevamente de viaje. Ana estaría sola toda la tarde y se había preocupado mucho de dejármelo claro. Por mi parte, le había dejado tanto o más claro lo que quería que llevara puesto cuando abriera la puerta de su casa: nada.

Solo con pensar que mi vecina me iba a recibir en pelotas me la ponía dura de verdad. Después de llegar del instituto y saludar a mi madre, me encerré en la habitación, a la espera de que Ana se asomara...

Ana, la Vecina 4

Cuando una puerta se cierra, una ventana se abre.

Viernes a mediodía. Se acabaron las clases por esa semana. Dentro de poco empezaríamos con los exámenes, el calor empezaba a hacer acto de presencia y, en general, parecía que iba a mejorar el tiempo para el fin de semana, que se presentaba como el último libre antes de encerrarse para preparar los exámenes.

Salí del instituto y encendí un cigarrillo, como no, pensando en mi vecina. Por circunstancias extrañas, no habíamos tenido tiempo de quedarnos a solas en toda la semana, entre enfermedades del im...

Ana, la vecina 2

Continúan los juegos con mi vecina...

Durante varios días fue mi turno para espiar las idas y venidas de la vecina por mi casa, siempre con escasa fortuna. Pensaba que después de nuestra gran sesión de sexo, dispondría de un conejo que follarme cada vez que quisiera (o que tuviera ocasión), pero Ana se había vuelto invisible a mis ojos, ni siquiera coincidíamos en el portal o en el barrio. Ni un mísero vistazo a lo  lejos. Al imbécil sí que lo veía, claro, tanto en el instituto como en el barrio, pero no le iba a preguntar a él por su madre, cl...