Miradas: la mujer del cabello negro

El calor le hacía perder el recato, o le daba la excusa para guardarlo en el cajón sin que su compañía pensara mal de ella. Una razón para inclinarse hacia mi.

La melena negra, larga, fresca. Cada giro de su cabeza desprendía ese olor. Sólo podía imaginarlo. La distancia no me permitía más que soñar.

El aire se templaba desde hacía unos días. No lo suficiente para abandonar el abrigo, pero sí para que calentara en exceso la mañana. Ella iba de negro, con unas pinceladas blancas. Pantalón negro, camiseta negra, escotada, y una camisa blanca remangada y al cabo de unas horas abierta.

El cabello recogido en una cola descuidada, con mechones descolgado...

Miradas V

Un microrelato voyeur.

Su cuerpo se había desparramado en el sillón, vencida incondicionalmente, relajada. Sus muslos se entreabrieron, desinhibidos, aliviados por encontrarse en casa y poder mostrarse sin preocupaciones. Yo sé que son muslos tiernos, carnosos y firmes. Son la puerta de seda que abre un paraíso del que he gozado tanto que ya lo considero mi hogar. Ella no se daba cuenta, yo sí.

Un pequeño triángulo de color verde se dibujaba en el interior, desvelado por sus piernas abiertas y por la luz del sol que penet...

Que lo disfruten los señores

- ¿Tú le has puesto los cuernos a tu mujer alguna vez? - Lola, sentada a mi lado, se había inclinado levemente para acercarse a mi oreja y susurrarme la preguntita. Mi compañera habitual de desayuno era una morena, bajita, con algunos kilos de más....

- ¿Tú le has puesto los cuernos a tu mujer alguna vez? -

Lola, sentada a mi lado, se había inclinado levemente para acercarse a mi oreja y susurrarme la preguntita. Mi compañera habitual de desayuno era una morena, bajita, con algunos kilos de más, aunque no tantos como para evitar que, de cuando en cuando, algún hombre dejase caer la mirada sobre sus redondeces, especialmente voluptuosas en su trasero y en sus pechos. También en su barriguita, que se pronunciaba más de lo que ella decía desear...

La chica del autobús

Solía vestir de manera muy discreta pero no podía ocultar unos pechos generosos, que yo imaginaba morenos, con pezones oscuros como la noche. Los tejanos que vestía casi siempre me dejaban disfrutar de las redondeces de su trasero.

Cuando era más joven, muy joven, y más tímido, siempre viajaba en autobús. Procuraba no sentarme nunca. Me encajaba en el rincón que formaban las barras de agarre, justo en el centro del vehículo. En ese lugar me sentía seguro. No me veía obligado a ceder el asiento si alguien más necesitado que yo se quedaba de pie; me daba vergüenza hacerlo. Mi “atalaya” me ofrecía además una panorámica general de los viajeros. Sólo con girar el cuerpo levemente podía enfocar mi mirada hacia los asientos delanteros o los...

Fin de semana playero con nuestros amigos

Laura confesó que en alguna ocasión se había atrevido a salir por el pueblo sin bragas y que eso ponía a Paco a cien. Después acababan la noche echando unos polvos monumentales. - ¿Ahora las llevarás puestas? - le preguntó Ana y Laura se levantó alzando la parte trasera de su vestido....

El verano estaba siendo tedioso. La puñetera crisis nos había asfixiado. Parecía que nos íbamos librando pero está claro que nadie se escapa y ahora nos había tocado. Ana se había quedado sin trabajo. Parecía que iba a ser cosa sólo para tres meses, eso le habían dicho, pero uno no se puede fiar. Así es que suspendimos nuestro viaje anual y nos quedamos dejando pasar los días de vacaciones sin salir de casa.

Ana estaba de mala hostia todo el día y yo procuraba no darle demasiado la vara. No pasaba u...

Lecturas al sol

Un pequeño homenaje en el día del Libro. En realidad es un microrelato voyeaur

Hacía rato que observaba como deslizaba la mirada por las páginas de un libro que no era capaz de identificar. Sus dedos ligeros se recreaban en el tacto de las páginas. Apoyaba el libro sobre el regazo, con las piernas cruzadas. La espalda  se mantenía recta en el aire, sin apoyos que le hicieran más cómoda la lectura.

Yo me empeñaba en descifrar el título del libro. Cada vez que consumía una página elevaba levemente la mano izquierda, con la que sujetaba el ejemplar, mientras la derecha cumplía co...

Mejor un postre casero

Las dos se levantaron para mostrarme su cuerpos con poses sensuales. Venían de fiesta y se habían arreglado para la ocasión. Faldas cortas, bueno, por encima de las rodillas, aunque cuando estaban relajadas en el sofá me permitían apreciar su muslos a placer.

El graznido metálico de la cerradura sonó después de varios intentos. Había notado como alguien intentaba meter la llave pero fallaba una y otra vez. Tenía que ser mi mujer. Llevaba fuera de casa desde el mediodía, en una comida con las amigas del curso de yoga. Me había dicho que no llegaría más tarde de las ocho, pero ya eran las diez y media. Incluso los niños estaban en la cama. La verdad tampoco me sorprendía, estas cosas pasan con la comidas navideñas, se sabe cuando empiezan pero no cuando acaban.

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Miradas: el culo

Estaba en esa etapa en que las mujeres han perdido el brillo fulgurante de la juventud pero aún no se han cubierto de la belleza serena e inteligente de la madurez.

Dicen que no hay nada inmutable en este mundo, algunos matizan que salvo la muerte. Yo no lo tengo claro, de momento no me he muerto. Lo que sí tengo claro es que hasta el día de hoy no he encontrado nada más mutable, nada más variable que el culo de mi compañera de oficina. Se transforma de diversas maneras, a veces por el tiempo, otras por las dietas y el deporte y casi a diario por la ropa que usa. Una vez conocí a un “sociólogo” que con indisimulada retranca afirmaba viajar por el mundo fotografiando cu...

Reunión de mujeres

Dita, con media sonrisa en los labios le aseguró que eso era señal de que lo estaba haciendo bien. Ella sabía que la razón era que mi mujer se había agachado junto a Lena delante de la polla de mi vecino y las dos empezaban a magrearle el rabo.

Relatos anteriores de la series por orden: Centrando mi objetivo en la piscina. La enigmática vecina de la mirada sexual. Embrujado por la mirada de sexo. El calentón lo pagó mi mujer. El trabajo se complica cuando mi compañera se quita las bragas.

......

Si hubiera podido me habría frotado los ojos. Me costaba creer que realmente estaba viviendo esta situación. También me habría rascado los huevos si hubiera podido. En realidad eso ocupaba la mitad de mis neuronas en ese instante. La otra mitad...

Miradas: la corriente de aire

Sus pezones recibieron la caricia y respondieron elevándose de nuevo frente los impedimentos de la vestimenta.

Bajó la mirada, azorada, y con un movimiento estudiado y firme cerró los brazos sobre sus pechos para ocultar la excitación que demostraban sus pezones. Yo pensé que había sido una ligera corriente de aire fresco la que se había aliado conmigo para endurecer su pezón hasta el extremo de asomarse desafiante, moldeando la tela de su sujetador y su camisa azul. Respeté su pudor y desvié mi atención, pero un desasosiego turgente me impelía a dirigir de nuevo la mirada hacia esos pezones. Una lucha interior entr...