Messalina II
Ya el sol calentaba alto, casi pasada la cima de su órbita. De la calle llegaba el rumor de carros y gente. El domus aparecía como sumido en un silencio apenas roto por el chocar del agua en las fuentes del jardín.
Ya el sol calentaba alto, casi pasada la cima de su órbita. De la calle llegaba el rumor de carros y gente. El domus aparecía como sumido en un silencio apenas roto por el chocar del agua en las fuentes del jardín.
Un ligero aroma a viandas recién preparadas en la cocina le hizo abrir los ojos. Sentía el hambre en su estomago.
Su cuerpo, casi dolorido, comenzó a estirarse dejando sus pechos apuntar al techo como queriendo rayar el aire cargado de la estancia. Bostezo y se froto un poco los ojo...