Lo que vi aquel amanecer
Noemi y su hermano se quieren mucho.
Se me había convertido en un vicio desde hacía meses levantarme con puntualidad demencial a las cinco y diez de la mañana de lunes a viernes, para asomarme por un agujero deliberadamente hecho en la pared divisoria de mi casa con la de al lado, y contemplar por quince minutos la desnudez asombrosa de mi vecina Noemí mientras ésta se bañaba despacio musitando siempre viejas canciones. Lo que más justificaba esas levantadas tempraneras eran sus pechos hermosos. Los tenía bien grandes, redondos y con uno...