Entregué a mi esposa por el juego
Me jugué tanto en esa partida de pocker que terminé apostando a mi esposa.
Me encanta jugar al póker y soy muy obstinado y me puedo poner ciego ante una partida. Es un vicio que adquirí de muy joven y a pesar de los ruegos de mi mujer no puedo abandonar.
Me ha ido bien y mal. Gané muchas veces buenas sumas de dinero que despilfarré pronto en otros juegos.
Mi mujer se enoja mucho conmigo por ello porque no solo gasto mucho dinero que podríamos utilizar en otros menesteres sino que también la dejo mucho tiempo sola cuando me prendo en esas partidas que, a veces, res...