Relatos de juventud 18
Ellas solo querían a un chico malo. Yo sería el chico malo que les haría desear a los buenos.
Maite me miró con la misma expresión de horror e incredulidad que tenía mi madre cuando después de meses de infierno descubrió las numerosas cicatrices que aquel sádico se había encargado de grabarme a fuego en la piel.
Aquellos ojos me transportaron a una época que no quise recordar, pero no podía culparla. Yo era quien había decidido mostrarle aquellas marcas que asquearían la vista a cualquiera. Veintitrés cicatrices repartidas por todo el pecho, el vientre, los hombros y los costados. Ocho de ella...