Rachel 8. Cuatro mujeres para un marido. II
Era una verdadera sirena, descalza con el pantalón ceñido que le marcaban claramente la raja del culito e incluso los labios vaginales carnosos de la vulva. Mi boca se desbordó de flujos vaginales que las corridas de la niña expulsaban como un rio revuelto.
Tras ducharnos las dos en mi cuarto de baño, enjabonándonos una a la otra y acariciando los rincones prohibidos de nuestros cuerpos con el gel, Elena se enfundó un pantalón vaquero y la camiseta de tirantes que llegaba justo por encima del ombligo que yo le presté, (la ropa digo, no el ombligo) pues su ropa seguía mojada por la lluvia.
- ¿ Qué tal estoy, Kim ?. Me siento cómoda con tu ropa, gracias por prestármela. – preguntó la niña tras hacer un gracioso movimiento con sus caderas para term...