La decadencia: 1. El despertar del Diablo

Dicen que el amor ciega. Tal vez sea cierto, pero yo me cegué por vicio. Sentía que el diablo venía a visitarme en las solitarias noches.

La luz de la luna atravesaba la ventana y se derramaba en su espalda. Se curvaba desde el hermoso trasero hasta su pelo rubio teñido. La columna vertebral interpretaba un hermoso baile en zigzag, mientras mi pene entraba y salía de su mojado y cálido coño. Mis manos, inquietas, acariciaban su trasero, dando azotes; y de ahí recorría sus muslos y caderas.

Cada milímetro de su piel se me antojaba de Diosa, cada gemido quedo de mi amante endulzaba mis oídos. El aroma a vainilla de Lorena se entremezclaba...

Paki, mi Diosa Madura.

Dicen que en las bodas se liga mucho, pues en la del hermano de mi mujer encontré el cuerpo de una de sus hermanas mayores, la inolvidable Paki.

Mi cuñada Paki siempre fue un icono para el que os habla. No se pueden explicar los sentimientos; aunque más que sentimientos, Paki despierta en mí un incontrolable impulso sexual. Más bien puedo contaros cómo es ella, y cómo sucedió. Todo hombre tiene un día que recuerda como el mejor de su vida, y que siempre lleva a gala en su secretismo interno. En mi caso, con solo treinta años de vida, ya puedo decir que tengo el mío. Y no crean que estoy falto de momentos inolvidables, pues no puedo quejarme, pero en...

Mis yeguas y yo. Con Sara, hasta el cielo.

El joven fruto de mis deseos llegó a mí al calor del otoño. Mi tercera yegua me colma tanto, que jamás pensé tener tanta suerte.

Sarita estaba deliciosa.

Consciente de que era para mí, que ella lo consentía con aparente buen agrado y de que tendríamos unas tres horas de tranquila intimidad, mi felicidad era un hecho irrefutado. El mundo daba vueltas al compás de la más bella música que jamás habrá escuchado el ser humano. La luz rojiza del atardecer de finales de septiembre, daba a su habitación un halo de intimidad serena y atemporal. Además de dejar pasar el color rojizo de la verdad caduciforme, la ventana situada sobre su e...

Mis yeguas y yo. Apuntando a Sarita

Para poder follarme a su hija, Manoli me hace tener un trío con ella y mi madre.

Pasé un tiempo acariciando a mis dos flamantes yeguas.

Manoli me daba buen sexo, con carácter y dedicación. No quedábamos muchas veces y manteníamos con recelo nuestros secretos encuentros. Ella buscaba gustarme, no me era muy difícil darme cuenta de ello. Eso me hacía sentir a gusto y generoso con aquella hembra. Al fin de cuentas, las pocas veces que quedábamos, nos entregábamos con dedicación.

Mi madre me daba amor. Esa era la palabra, amor. Cuando acudía a sus brazos me recibía con el alma a...

Mis yeguas y yo. Madre no hay más que una.

A veces quien más te quiere es quien mejor te entiende. Mi madre me enseñó que hay que tener confianza en la vida. Ahora, se lo agradezco lo mejor que puedo en la cama.

Lo reconozco, tengo un problema con la bebida. Con la bebida y con Chopin. El alcohol porque me ha hecho follar más que un sí quiero, Chopin porque me relaja antes y después de casi todo.

Nos hicimos amantes casuales. La casa de mis padres sirvió de cuartel general; y las prendas de mi madre se acabaron convirtiendo en el testigo tangible de una fantasía que acabó siendo enfermiza. La puerca de Manoli me acabó empujando a un abismo del que no quise saber demasiado en el pasado; y al que solo me asomab...

Mis yeguas y yo

Perdí la virginidad a los diecinueve años. Pero mi despertar sexual ha sido a los treinta. Mi cuñada Manoli es una de mis yeguas más queridas.

Manoli vestía pantalón vaquero, que sin ser ajustado  le dejaba marcado el trasero. Una marca de carne bajo la tela, que en cambio era a fuego bajo mi bragueta.

Arriba lucía su escote. Su eterno escote, delicioso fruto de los Dioses; ¡oh!, ¡quien al probarlo sintiera el edén en sus labios!. ¡oh, libre de mí!.

Escote con más guerra que bandera a la que defender. Más insinuación que bulto. Más deseo de querer mostrar algo de lo que carecía. No muy pechugona es Manoli, como pueden imaginar mis quer...

El pueblo de los placeres 4: El desenlace

Al final de los tiempos, el hombre seguirá huyendo de aquello que teme. Aunque nunca se librará de su mente.

"Hola Luís, soy mamá. Esto que voy a contarte es algo que jamás te tendría que haber contado. Pero me veo en la obligación, pues llevo días muy preocupada por ti y mi hermanita.

Se trata del pueblo. Estoy convencida que a estas alturas ya te habrás dado cuenta que ocurre algo anormal. También estoy segura que estás acostándote con la tita Ana. Ella se pone muy enferma en ese pueblo. Tenéis que salir de allí cuanto antes.

Cuando me comentases que ibas a vivirte allí, tuve que controlar el im...

El pueblo de los placeres 3

El negocio de la dehesa marcha muy bien y Luís es feliz con su tía Ana. No obstante algo en su interior le dice que sea precavido; hasta que todo se derrumba.......

El funeral fue íntimo. A la vuelta del cementerio Luís iba del brazo de su madre caminando despacio, pues estaba solo a un paseo del pueblo. Detrás iba la tía Ana, la cual mantenía una seriedad atípica y alejada del propio luto.

No puedo creer que lo haya hecho, ¿cómo ha podido quitarse la vida?

Comentó Luís, ya de mejor ánimo. Los últimos días habían sido agotadores. En todo momento Luís había colaborado con la policía para esclarecer los hechos del hipotético suicidio. Finalmente se co...

El pueblo de los placeres 2

Luís se toma un respiro, superado por los acontecimientos,yéndose unos días a Madrid. Mientras tanto, su tía Ana se adentra en las míseras profundidades de su ser; las cuales provocaron su marcha del pueblo años atrás.

El cantar de los pájaros y los primeros rayos de sol despertaron a Luís. Se giró, a su lado dormía su tía. Se levantó con cuidado y la dejó tapada con el abrigado edredón nórdico. Estaba desnuda y el frío crecía por días en ese recién estrenado invierno.

Mientras desayunaba conectó su portátil. Consultó la meteorología: mínimas de menos cuatro grados y máximas de diez en toda la sierra de Huelva. Despejado.

Apuró el desayuno y se preparó para ir a correr. Al salir topó con una nueva nota so...

El pueblo de los placeres 1

Luís, joven al que la suerte acaba de hacer millonario, decide ir al pequeño pueblo de su madre para vivir tranquilo el resto de su vida. Pero enseguida empieza a experimentar esperiencias insospechadas, en ese extraño pueblo perdido en las montañas.

Cuando a sus treinta y cuatro años Luís ganó quince millones de euros en un juego de loterías a nivel europeo, tuvo claro que dejaría su aburrido y mal pagado trabajo de comercial.

Nunca se acostumbró a vivir en la gran ciudad. No estaba hecho para los atascos, ni las muchedumbres del metro, ni los codazos en el autobús. No soportaba ser atracado una media de tres veces al año, y sus pulmones no aguantaban más la contaminación de centenares de miles de coches.

El pueblo de su madre. Siempre...