Trance azul. Acto 3.

La locura se hace papel ante el lector. Leer sin complejos.

Acto 3. Una visita inesperada.

Anne era una chica joven, apenas veinte años.  Estudiante de psicología y Amante de las ciencias ocultas y el más allá, estudiosa de fenómenos paranormales. Delgada y baja, con gafas que tapaban unos bellos ojos verdes y pelo rubio que siempre llevaba recogido. Era fibrosa, atlética y deportista.

También amante de las historias incestuosas, se hacía pasar por el personaje de madre madura amante de su hijo, con el que se había realizado innumerables dedos hasta...

Trance azul. Actos 1 y 2.

Realidad, ficción, horror, angustia, erotismo, pornografía.... Todo mezclado en una serie de relatos que hablan sobre la condición primera del ser humano y sus deseos más prohibidos.

Acto 1. Cálculo complejo.

El salón recibía elegante el final de la tarde. Los últimos rayos de sol se colaban formando ángulos obtusos sobre los muebles de madera noble, dejando los jarrones, cuadros y al espejo en sol y sombra.  La soledad de la ciudad permitía que solo se colara el canto de las golondrinas al atardecer. Domingo maldito de verano, lejos del mar, sobre las calles peatonales de la pequeña ciudad.

Pocas nubes en el cielo, formando una extraña espiral, como una puerta a otro mu...

Naturaleza helada

La desolación cultiva los caldos más insospechados. La recreación del otoño en la ciudad y de la vida en el hogar donde una madre y su hijo toman consciencia de su naturaleza humana.

Los árboles del cercano parque mecían al creciente viento sus desnudas ramas. El cielo se teñía de gris en un ritmo cauteloso pero firme. El estanque quedó vacío de patos y las palomas se refugiaban en las cornisas de los bellos decimonónicos edificios que rodeaban al parque. Un pequeño columpio se movía de forma aleatoria sin niño que lo disfrutase, ni madre que le empujara.

Rómulo paseaba despacio, sin importarle que la lluvia le cogiese por la calle sin paraguas. Las manos guarnecidas dentro de l...

Apocalipsis 5

Sobrevivir como modo de vida. Jaime, María y Sara se ven obligados a abandonar la casa de la montaña. Ganas de morir, necesidad de vivir.

El coche se deslizó lentamente por el camino que circulaba alrededor de la ladera,  dejando atrás la casa. María se giró para verla por última vez. La contempló solitaria en la cima de aquella colina, le pareció que estaba encantada, como sacada de una película de terror. Pero las películas que tenía en mente no eran tan crueles ni terroríficas como la experiencia que estaban viviendo.

“No tenemos donde ir, probaremos suerte yendo a la casa de tus padres Sara”

Jaime había metido en el coche un p...

Apocalipsis 4

Pequeños momentos de relax, en mitad del apocalipsis, permiten a las hembras luchar por la supremacía. Pero nunca podrán estar tranquilos viviendo después del fin del mundo.

Las horas parecían siglos bajo el prisma de María. Siempre captó esa percepción diferente del tiempo, desde que el suceso la dejara encerrada sola en aquella casa de campo, estando su marido cortando madera en el bosque. Recordó como percibió algo de repente, no supo muy bien el qué; fue como si el mundo se diese la vuelta pero sin que se moviera nada alrededor.

No olvidará cuando vio a su marido intentar entrar en la casa, era él sin serlo. Con otra cara, otra mirada, otro semblante, otras intencione...

Apocalipsis 3

¿Qué nos diferencia de los animales?, ¿la inteligencia?, ¿el saber manejar el deseo?, ¿el aparearnos solo para disfrutar?. Una nueva inquilina llega al escondite de Jaime y su madre María. Sobrevivir, de eso se trata.

Bajó los cadáveres al salón. María se sobresaltó emitiendo un quejido trágico.

“¿Te has vuelto loco?. ¿Qué iban a hacerte?. Estaban desnudos y desarmados por el amor de Dios”.

Jaime los arrinconó en una esquina ante la puerta de salida. Se secó el sudor provocado por el  esfuerzo y miró el reguero de sangre dejado por sus cabezas agujereadas. Había pasado una media hora desde que se encerrara con ellos en la habitación de su madre.

“Limpia la sangre”

María se acercó con un gesto teat...

Apocalipsis 2.

En este relato se profundiza en el incesto más puro, y se da rienda suelta a una teoría: la mente humana simplifica y transforma todo cuando el mundo cae sobre él. Es más fácil construir un imperio desde el odio y el temor a morir, que desde la bondad. Disfruten mis queridos/as lectores/as.

Miró de nuevo, apartándose hacia un extremo. Un nuevo relámpago iluminó toda la colina que bajaba suave por la parte delantera de la casa hasta el bosque profundo.

Estaba plagada de caminantes que subían la colina de forma lenta y perdida, como si no les afectase la intensa lluvia.

Hizo señas a su Madre para que no hablara. Ella lo miró extrañada, con los ojos graves y la mirada apocalíptica. Se acercó y le dio una escopeta cargada y dos cajas más de munición.

Se acercó y le tapó la boca i...

Apocalipsis

¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar si sobrevivieras al fin del mundo?. El autor de "el pueblo de los placeres" filosofea sobre la naturaleza humana en este relato que se asoma al abismo del incesto.

Jaime bebió un sorbo más de la botella de whisky y la dejó sobre la mesa. Convenía no beber demasiado para estar alerta. Se secó los labios humedecidos con el antebrazo desnudo. La primavera avanzaba despacio y los días cálidos iban llegando a mediados del mes de mayo, o tal vez ya estuvieran en junio.

Miró a través de las tablas que aseguraban el amplio ventanal del salón, ahora reducido a una estrecha franja de unos diez centímetros por los que mirar y apoyar alguna de las escopetas si se aproximaba...

Mis yeguas y yo. Explorando a mamá.

Mi madre, mi yegua, mi zorra.

A Sara le dejé correr el carrete, pues aunque su cuerpo era delicioso y su juventud bella y apasionada; no quería abusar de sus dieciocho años. Debía dejarla vivir su vida y pedirle sexo solo alguna vez.

Lo cierto es que sus ojos, su pelo, sus pechos tersos y firmes, su culo de Diosa, toda ella; me hacían ir más al gimnasio a mantenerme. Siempre quise amar a las mujeres, siempre quise tener mil yeguas para mí. Manoli, su madre, era la única yegua de la que podría enamorarme. Ella me brindaba sexo cuan...

La decadencia: 2. El nacimiento del dolor.

Sombras que acechan. Mujeres bellas. Sueños cercanos, tan tangibles como lo divino. Tanta maldad como la mayor creación del ser humano, el Diablo.

El coche miraba al lago. Las luces apagadas, la noche en ciernes, la ciudad bulliciosa e iluminada al fondo. Aun resonando en el eco del manto de estrellas el canto de los cisnes, aun se dibujaba el rastro rosáceo del vuelo de los flamencos al atardecer. La luna me mira pícara extendiendo su luz plateada, mientras Lorena me besa dulce y su mano acaricia mi paquete, muy crecido. Se ajusta las gafas y se recoge el pelo. Se desabrocha la camisa y suelta su sostén. Le agarro las peras y las lamo, noto endurecer...