Bancarias del amor. II
Se abalanzó sobre Beatriz, la besó más apasionada que nunca, bajó la tapa del inodoro y la empujó para sentarla allí, se sentó a horcajadas sobre sus piernas, siguió besándola cada vez con más intensidad, Bea la sostenía de las caderas, sorprendida, fascinada y excitada.
Desde aquél beso en el apestoso depósito del banco, Beatriz y Giuliana no podían evitar sonreír con complicidad cuando cruzaban miradas. A nadie le sorprendió que de pronto fueran tan íntimas amigas, porque todos los demás empleados se dedicaban full time a sus clientes. Se mensajeaban todos los días, fuera del horario de trabajo, una llamaba a la otra por las noches y se quedaban charlando hasta pasada la medianoche. Bea llegaba de mejor ánimo al trabajo, saludaba a Giuliana antes que nada, le decía Giuli...