El buen doctor
En este relato, cuento la experiencia que desencadenó en mí la predilección por los hombres maduros.
EL BUEN DOCTOR
Acostada sobre el sofá del salón no dejaba de moverme. Alternaba mil posiciones pero con ninguna conseguía mitigar el dolor. El accidente de tráfico sufrido dos años atrás, había dejado como secuela una intermitente ciática, que se manifestaba en forma de insoportables hormigueos desde las lumbares hasta la parte posterior de mi rodilla izquierda. Harta de pruebas, de relajantes musculares y de calmantes, decidí seguir el consejo de un buen amigo; rebusqué en el cajón de mi mesill...