Cuando menos te lo esperas
Quería olvidarme de todos mis problemas ese fin de semana y él me ayudó a olvidar casi hasta mi nombre
Apenas podía conducir y tuve que parar antes de llegar al sitio, no podía dejar de llorar.
Aparqué en un rincón y seguí llorando desconsoladamente. ¿Cómo me había dejado embaucar por un tipejo como Alberto? Aun me hago cruces al recordar cómo empezó todo, como poco a poco mi jefe empezó a ganarse mi confianza, como fueron haciéndose más familiares entre nosotros los roces que se fueron convirtiendo en caricias, para terminar en la cama de un hotel caro y frio.
Recordé esa fría y pulcra cama de h...