Doña Adriana, no contratarla hubiera sido un error
Sentí miedo pero sabía que aquella mujer lo estaba haciendo intencionalmente. El espectáculo era por demás excitante. La mujer abierta de piernas con unos calzones que apenas le cubrían aquel pelambre impresionante...
Honestamente no me gustaba esa sirvienta y se lo hice saber a mi entonces esposa. Fui muy claro y le dije que esa mujer no me gustaba porque tenía una sonrisita muy pícara, además ya le habían dicho a ella que la mujer era de "cascos muy ligeros", así se le dice en México a las putonas.
Al final, a mi esposa lo que menos le importaron fueron mis súplicas, ella solamente pensaba en quien le hiciera el aseo del hogar y no le importaba la reputación de aquella persona. Y no es que yo me quiera hacer...