Siempre hay una primera vez
Entonces noté como apoyaba su cliente miembro entre mis trémulas nalgas, mientras, mi corazón latía con fuerza en mis sienes, en mi sexo, en mi ano.
Ha pasado tanto tiempo, esa es al menos mi percepción, desde la primera vez que, vagamente recuerdo como sucedió, tenía yo 16 años y mi pareja otros tantos, los dos inexpertos y tan nerviosos que a duras penas pudimos completar el acto de forma ortodoxa y terminamos muertos de risa, divertidos de nuestra joven ignorancia.
Fue un estío tan fogoso que nos resultó difícil dominar aquel potro salvaje que era nuestro deseo y que un verano de práctica nos enseño a sujetar, el sofoco que experimentaban...