La última noche del campamento (1)
Un ambiente opresivo, y gente que no es como tú piensas.
Vale, medio día más y se acababa aquella locura. En unas quince horas devolveríamos a todos los críos del campamento a la ciudad, a sus padres, a sus Tele Tubbies. Y yo cobraría el generoso cheque por mi trabajo como monitora y me daría algún caprichito. Es que mi labor había sido ardua. Primero porque no es fácil lidiar dos semanas con treinta críos de entre 3 y 5 años, y segundo, porque aquél era un campamento de verano católico, y yo, atea hasta la médula, llevaba quince días rodeada de una pacater...