Mi madre me enseñó a mamarla.
Eso, nuestra historia y un poco de algo más.
¡AAAAAAAAAAH! ¡AAAAAAAAYYY!
¡Nuestros suspiros, quejidos convertidos casi en susurrados gritos de amor y placer preanunciaron el clímax y en segundos se sucedieron su completo orgasmo y mi feroz eyaculación!. Me dejé caer sobre su cuerpo, feliz y rendido y sus brazos me apretaron contra su pecho, mientras nuestras bocas se buscaban una vez más. Primero fueron los labios que se rozaban en tierna caricia, como agradeciéndonos las mutuas sensaciones vividas, pero enseguida ella, insaciable como sie...