Los riesgos insospechados de la ambición (19)
Marta se entrega también a su compañero Roberto, que la somete sin contemplaciones, aprovechándose de la oportunidad que le había ofrecido sin querer la propia Marta
Roberto
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Después de irse el portero ella permaneció desnuda apoyada en la mesa de su secretaria, todavía sin poder creerse lo que había ocurrido en su despacho. Y no la podía humillar más tener que reconocer que nunca había disfrutado tanto con un hombre, como había disfrutado con el portero, allí mismo, o en su mesa, o en aquel patio. Nunca.
Desde luego no se deshizo en llantos, no se sintió hundida, había trabajado muy duro en su vida para llegar a su posición, tan anhelada prácticament...