Educando como sumisas a las hijas de mi jefe 9
Una tarde cuando ya estaba a punto de irme a casa, Isabel me visita en la oficina con ganas de guerra. Creyéndome solo, me lanzo sobre ella sin saber que Paula, la mulata, nos espía.
Desde que Isabel me propuso fichar a Paula para formar parte de nuestro harén, el culo de esa morena me tenía obsesionado y no podía dejar de observarlo cada vez que la veía en la oficina. Era un maravilla, perfecto, grande, duro y respingón. Para que me entendáis, Paula es dueña de un trasero voluminoso y sensual, uno de esos que solo puede tener una mujer negra, pero que todos los blanquitos desearíamos acariciar.
Confiando en la pericia de mi secretaría, durante casi una semana no dejé de soñar en...