Ese Rolex que me hizo perder la razón.
Me llamo Teresa y soy ladrona. Sí, de las que roban pulseras, bolsos, teléfonos móviles, dinero... Y polvos.
Mi nombre es Teresa, tengo veintisiete años, complexión delgada, morena, cabello corto y ojos claros. Ah, y soy ladrona.
Sí, ladrona. De las que roban.
No, por favor, no me miren así. Ya sé que mi trabajo consiste en apropiarse de lo ajeno y también sé que la propiedad, en el mundo actual, es sagrada. La gente tiene dinero, documentos, coches, joyas, teléfonos móviles. Y sé lo que cuesta conseguir esas cosas. Pero de algo hay que vivir, ¿no?
A veces me los quedo yo —no es lo usual, sobre t...