Diario de un gigolo (02)
Sí, era Marta, pero como siempre piensa más en su interés que en el corazoncito del pobre Johnny. Para aliviar su desencanto sigue recordando su pasado.
Su voz, suave y tan dulce como su boca, resultaba inconfundible aún al otro lado del hilo telefónico. Sonaba muy alegre, casi obsequiosa. Ese era el tono que empleaba conmigo cuando necesitaba algo, no cualquier cosa precisamente sino algo especial, muy especial. Contesté con la delicadeza que habitualmente empleo con ella y esperé su petición...
-John, querido John, entiendo que estés enfadado conmigo, te he tenido abandonado mucho tiempo, más del que tu puedes soportar, ¿verdad querido?. Son e...