Una cagona en casa
Javier se da cuenta que tiene una cagona en casa.
Podríamos decir que nuestra amistad se inició en aquel semáforo camino de su casa. A aquel primer encuentro siguieron otros, salidas de marcha, al cine, visitas a su casa, algún polvete delicioso, en fin lo normal entre dos personas adultas. Ella tenía veintiséis años y yo treinta. En aquel periodo lo ocurrido aquel día no se manifestó en absoluto. Poco a poco congeniábamos más. Ella era simpática, bonita, apetecible, inteligente... En fin, todo lo que puede pedirse a una mujer y yo supongo de debía p...