Suela inmunda de zapato
Juguemos a un juego, ¿quieres? Yo me dejo hacer. ¿Por qué? Porque sí, porque quiero que me hagas. Házmelo, sí, lo estás deseando. Házmelo.
Mi marido se llama Raúl.
A Raúl le encanta ver cómo me arrastro panza abajo por la alfombra del dormitorio, desnuda, con el cabello desmadejado y desperdigado por la alfombra, lamiendo mi vientre la alfombra de nudo largo.
Su pie, enfundado en calcetín ejecutivo y zapato caro, presiona sobre mi hombro desnudo. La suela está sucia en contraste con el charol negro del zapato —al que antes dediqué varios minutos previos para que ahora brillase luminoso—.
Raúl suelta una risita nasal mientras...