Julio 2
Placer y sumisión de un esclavo
Julio dejó sus cosas en el suelo y entró en la habitación por primera vez. Su ajustada camiseta sin mangas permitía adivinar sus fuertes músculos pectorales y abdominales. Su pantalón corto de fútbol ofrecía un prometedor bulto y terminaba en unas piernas morenas con algo de vello, propio de sus 19 años. Me pregunté si algún día tendría la suerte de ver lo que ocultaban sus ropas.
Hicimos las presentaciones de rigor y Julio fue exquisitamente educado. Me preguntó qué me había pasado con Nacho ("...