Jorge y Juan (2)

Todo mi cuerpo sufrió una sacudida tremenda. Mis ovarios chirriaron como los frenos de un coche y de puro placer. Una oleada tremenda invadió mi vagina humedeciéndola de golpe y porrazo. De pronto noté que las minúsculas braguitas se empapaban con los flujos.

JORGE Y JUAN

Segunda Parte

Capítulo VI

¿Cuándo fue que me di cuenta que los gemelos se fijaban en mí de una forma distinta a como se mira a una madre? En realidad hacía tiempo. Tendrían ellos catorce años y ya se fijaban en mi atrevida forma de vestir con ojos de pollo degollado. Me negaba a admitirlo porque comprendía que despertaba a la adolescencia y yo era entonces, y lo sigo siendo, una mujer atractiva de rostro y cuerpo, cabello largo y claro, ojos grandes y boca alegre,...

La decisión de Marian Estephanye 5

Entonces se vio entrando en un mundo maravilloso y ver, como si de ciencia infusa se tratara, un óvulo sol con su rostro que, al llegar un esperma diminuto, dominador, silencio-so y con el rostro de su amado, se estrellaba brutalmente en él haciéndolo resplandecer aun más de tal forma que la hizo transportarse a un gran campo lleno de girasoles amari-llos, vivos que giraban alegres al son de los movimientos de ella, bailando dichosa entre ellos, feliz, frenética, sintiendo, mientras danzaba, como su vulva se llenaba y se llenaba de Helvert haciéndola desdoblarse y comenzar a flotar y a flotar cada vez más alto.

LA DECISION DE ESTEPHANYE

quinta parte

XV - Nace una relación profunda

Helvert von Now se abrochaba el cuello de su impecable camisa blanca para colocarse la corbata ante el amplio espejo del tocador de las habitaciones de la princesa Marian Estephanye. Subió el cuello y, tomando la corbata de seda brillante lisa azul eléctrico, como le gustaba a él, la colocó alrededor del cuello camisero ajustándola perfectamente. Le encantaba el orden y la estética.

-Señora, el artículo qu...

La decisión de Marian Estephanye 4

-¿Qué más cosas malas ve usted en él, Gerdha? –Reía la princesa para su adentro, co-nocía perfectamente aquel escalofrío de su secretaria- No le cae bien ¿No es así? -¡Señora, como secretaria particular y consejera, le sugeriría que lo despidiera de inme-diato y se lo quitara de encima! ¡Es un hombre peligroso, abominable! ¡Tiene cara de sica-rio y de asesino a sueldo! Como en esas películas de intriga americanas. Es repugnante, alteza. Es

LA DECISIÓN DE MARIAN ESTEPHANYE

Tercera parte

XI - La Fiesta

El salón de Privilegios de la Embajada de Lenstthers en España estaba exquisitamente iluminado. Normalmente se utilizaba para las reuniones entre embajadas, de negocios y acuerdos diversos pero, en acontecimientos como el de esa noche se convertía en la mejor sala para acoger eventos muy importantes. Estaba despojado de la larga mesa y ahora rodeaba sus cuatro paredes sillas de estilo que servían para el descanso de las...

La decisión de Marian Estephanye 3

Subió en el ascensor y, cuando éste paró se encontró a un von Now vestido con pantalón militar y una camisa blanca inmaculada sin cuello, desabrochada hasta más de la mitad del velludo pecho. Se cuadró ante ella pero la miró algo extrañado. Marian no esperó más, corrió hacia él y se echó en sus brazos. Helvert la recibió con tanta fuerza que le dio la impresión que le sacaba todo el aire de sus pulmones por la boca. El rostro masculino buscaba el suyo comenzando a besarla en la frente, entre los ojos, en las mejillas...

LA DECISIÓN DE MARIAN ESTEPHANYE

Tercera parte

IX - Dos tortas en el culete a tiempo

Estephanye dormía boca arriba plácidamente en la cama del dormitorio de Helvert. A él le dio la sensación que en su cama estaba una quinceañera preciosa destapada y despendolada; las piernas abiertas, el brazo izquierdo haciendo ángulo alrededor cerca del rostro y el derecho colgando fuera. Mostraba la exuberante desnudez de la juventud; la cabellera esparcida por toda la almohada y unos mechones d...

La decisión de Marian Estephanye 2

ventilado. Marian Estephanye estiró los brazos en cruz, dio un gran suspiro, miró a su alrededor y se quitó la gorra y las gafas tirándolas de cualquier modo en el gran sofá que se encontraba a su izquierda. Su cabellera larga y rubia ondeó libre en el aire como una capa cuando ella hacia varios giros sobre sí misma. -¡Dios santo, qué bien se está aquí! ¡Qué acogedor es este apartamento! Por favor, pase las cortinas y deje a media luz la sala. No quiero que me vean y reconozcan. Seguro que estaremos mejor así.

LA DECISIÓN DE MARIAN ESTEPHANYE

segunda parte

V – El piso de von Now

Helvert von Now bebía su copa en un estado eufórico, de perplejidad absoluta. No podía dar crédito a lo que había pasado. Hacía memoria de lo pasos dados desde que salieron del hotel hasta aquel pub-discoteca. Todo correcto. Vino la invitación y ahí se presentó lo imprevisible, la pérdida de los papeles por su parte ¡La heredera del trono de Lenstthers en sus brazos y él…! Otro sorbo del fuerte líquido, movién...

La decisión de Marian Estephanye

Lo conoció siendo un play boy treintón en la estación de esquís Balmberg, en Suiza. Fue un flechazo a primera vista. Ella una jove aristócrata muy bonita, prisionera constante-mente de sus obligaciones para con el Estado como heredera, aprendiendo el oficio de su padre. Él, un libertino simpático, amigos de todos los saraos de la Riviera mediterránea, mujeriego reconocido, parlanchín, mentiroso la más de las veces, vago y con fortuna sobre todo y adorable hasta la saciedad. Tuvo problemas con su padre el príncipe reinante Federico IV y también con su madre, la princesa Margueritte, pero al final accedieron permitiendo el matrimonio, previa aprobación casi unánime del Parlamento (tuvo sospechas firmes de que hubo “presiones palaciegas”, acuerdos oscuros que nunca logró averiguar). La boda se celebró fastuosamente y con reconocimiento mundial dos meses después.

LA DECISIÓN DE MARIAN ESTEPHANYE

Primera parte

I - Un matrimonio real

La heredera del trono del pequeño principado de Lenstthers, Marian Estephanye Sofie, abrió la puerta de la suite del Hotel Ritz y entró seguida de su marido en un profundo silencio. Estaba cansada, aburrida, hastiada y deseosa de un poco de libertad. Como era su costumbre, tan pronto tenía intimidad se quitaba los zapatos inmediatamente, lo cogía por detrás y los colocaba ordenadamente cerca del armario que conte...

La amante (7)

Sofía no aguantó aquel espectáculo y su mano se dejó caer en la vulva expuesta de Vero cuando se sentó, apretándola con suavidad, con un amor tan grande que, cuando ella salio de su sorpresa, no se la quitó observando a su cuñada extrañada. El recuerdo reciente de Rebeca y su condición de mujer volvió a invadir su cerebro y la llenó de deseos hasta no hacía mucho desconocido. Sofía le metía la mano por dentro de la braguita. Se dejó llevar por las caricias que se hicieron más atrevidas cuando la bata quedó totalmente abierta.

LA AMANTE

(Septima y última parte)

Sofía

Había llegado a su casa casi a trompicones, aterrada, con el corazón a punto de salírsele de su pecho. No podía creer que hubiera mujeres que destrozaran su vida de aquella manera, que se sometiera a un gran hijo de puta como su her… Sin embargo ¿Por qué la admiraba? ¿Por qué deseaba estar en la piel de la sumisa humillada de Pablo? No aspiraba ser así, ahora no, pero las veces que la azotó gozó tanto como cuando se encontraba follando en los b...

La amante (6)

Era la primera vez que visitaba el caserón de Pablo y le gustó. Vivía solo y poseía, en sociedad con otro, el club llamado “El Unicornio Azul”, con doble fondo, comentaba la gente: un local de alterne, con putas elegante y hermosas muy concurrido y otro local exclusivo para el Sadomasoquismo duro y puro, le había dicho Sergio. Sin embargo, él seguía recibiendo muchas mujeres en su casa y comenzaron a especular que era un gigoló que vivía de ellas. No le extrañó que de su hermano Pablo se hablara tanto y mucho más que ella no sabía, supuso. Tocó dos veces el timbre de la entrada

LA AMANTE

Secta parte

En la casa de Pablo

Verónica se contempló en el espejo y se encontró demasiado llamativa. Vestía un traje negro de anchos tirantes, muy ceñido a su cuerpo hasta las caderas, de falda corta, volátil y a mitad de los muslos. Lo más relevante del traje era el gran escote en uve algo más abajo que las bases que dejaba ver ampliamente los senos. Cumplimentaba el vestuario unas medias transparentes de color humo y unos zapatos abiertos de salir, charol negro y tacones...

La amante (5)

Alejandro quiso calmar a su esposa con palabras tranquilizadoras, llamándola suavemente al orden, la abrazaba y le decía cosas al oído, pero ella, fuera de sí, sintiéndose triunfante, seguía y seguía en su discurso insultante. Ninguno de los dos vieron llegar a Pablo abriéndose paso entre la gente que empezaba a rodear a la pareja. Entonces habló fuerte y claro. -¿Mi hermana Verónica es todo eso que dices, Esperanza? ¿Te lo dijo en la cama tu marido? ¿Él ha permitido que un miembro de su sangre sea vilipendiado por una puta de lujo?

LA AMANTE

(Quinta parte)

¡Nadie me echará de vuestro lado!

Durante la cena y el baile, los dos se comportaron como los hermanos que eran. Hacían un esfuerzo titánico para no entregarse a la pasión que los inundaban en cada momento. Estando cenando fue cuando se enteró de los planes que tenía la multinacional con su trayectoria profesional. Sergio le dijo que los grandes directivos pensaban en ella como jefe de administración de una nueva sucursal de provincias ubicada a trescientos ki...

La amante (4)

Había pasado tres años desde la incorporación de Pablo al círculo de sus amantes. Los encuentros a cuatro bandas se sucedieron en el apartamento dos y hasta tres veces por semana durante los primeros dieciocho meses. Pero llegó un momento en que Alejandro y Pablo dejaban de acudir por razones que jamás explicaban, al menos a ella. Cuando esto sucedía, el hermano menor brincaba de alegría. Entonces eran sus amantes Sergio y Pablo o Sergio y Alex. Pero entretanto eso no sucedió, Verónica se encontraba en un estadio eufórico de pasión en medio de sus tres hermanos.

LA AMANTE

(Cuarta parte)

Sé lo que haces con tus hermanos

Vero tenía que reconocer que Pablo sabía sacarla de sus casillas cuando la poseía. Mientras follaba su culo, las manos no dejaron de acariciarles sus pechos libres apretándoselos, pellizcando y estirando los pezones hasta obligándola a morderse los labios y hacerse sangre para no gritar de puro goce; masturbando su vulva y su clítoris de tal manera que se corrió dos veces mientras él la castigaba salvajemente su ano con el pene...