Sin compromiso.
Oía sus risillas. Maldita, se estaba burlando de mí.
Llegamos a lo que parecía su departamento. Aún no entrábamos pero ya me tenía acorralada contra el marco de su puerta; atacaba mi cuello, alternaba besos y lamidas con mordidas. Me iba a dejar marcas. No parecía tan fogosa como la primera vez que la vi en el bar. No me di cuenta y ya estaba en su cama. Me veía con sus ojos de color casi negro, no sé si era por la intensidad de la noche o por la lujuria del momento. Mi pecho subía y bajaba y parecía que el aire a mi alrededor no era suficiente porque estaba...