Una de intercambios

Mi primera vez en un trío. Historia verídica.

Estaba pasando una mala racha. Me acababa de divorciar de mi marido, y aunque tenía un amante desde hacía varios meses, el estaba casado. Quería hacer algo distinto. Lo necesitaba, pues en el fondo sabía que un cambio total era el revulsivo que necesitaba para reaccionar un poco.

Mi amante, Alberto, pasaba conmigo todo el tiempo que podía, y me contaba que sentía conmigo sensaciones que no había tenido nunca. Cuando me veía, la verdad es que no podía contenerse. Yo notaba como se empalmaba, y lo...

Mi amo

Mi amo y yo pactamos que yo entre en una escuela para esclavas, donde aprenderé a aceptar mi condición y a darle mas placer.

Sonó el teléfono. Yo ya sabía que era el. Mi amo. Levanté el auricular y pregunté tímidamente ¿Quién es?. Me contestó su voz suave pero varonil, tan aterciopelada: Soy tu amo. ¿Estás preparada?

Le respondí asintiendo con la cabeza, aún sabiendo que no podía verme. Rápidamente le dije que sí, que estaba preparada y esperando sus ordenes.

Dijo: Te espero en el portal de tu casa en cinco minutos. Baja con tu maleta.

Mi amo llevaba preparando este viaje mucho tiempo. Me iba a llevar a Ba...

La esclava perfecta (2)

Confirmo a mi amo Javier que voy a ser su esclava y continúo con mi segunda sesión de dominación.

Al día siguiente, cuando me desperté, analice todo lo sucedido la noche anterior. Me sentía humillada y vejada, pero aun así noté como tan sólo recordando me había empezado a mojar… Javier ya no estaba, me había dejado dormir, y supuse que habría ido a comprar el periódico y el pan como cada sábado.

En mi almohada había una orquídea morada y blanca. El sabía que eran mis flores preferidas, tan misteriosas, bellas y distintas… También había una nota. Comencé a leerla:

Querida esclava:

...

La esclava perfecta (1)

Mi primera sesión de iniciación en el sado como esclava de mi marido.

Hasta ese mismo momento no me había dado cuenta de donde me había metido. El amor a mi marido, y puede que también mi propia curiosidad y cierto morbillo me habían hecho prometerle que aceptaría ir a una reunión de intercambio de parejas, y lo que es más, que aceptaría a ser su esclava sexual durante todo el tiempo que pasáramos allí.

Y allí estaba yo, en el asiento trasero de un coche –supongo que el nuestro-, con los ojos tapados, sin bragas ni sujetador, con un vestido de lo más sugerente y c...