Ella, la viuda

El cabello rubio platino, su piel bronceada y, sobre todo, sus nalgas gordas y redondas me la ponían dura, dura y babeante. Mi objetivo: metérsela en la boca, en el chocho, y en el culo, entre las dos admirables nalgas.

La conocía por medio de mi mujer. Eran parientes y me la presentaron por primera vez cuando murió su marido. Me llamó la atención su piel tostada y el cabello rubio platino muy provocador en una mujer de sesenta y pocos años. Aunque era lógico viviendo en un pueblo de la costa mediterránea. Lloraba desconsoladamente cada vez que alguien le recordaba algo de su difunto.

Fiel a mi frialdad habitual en estos casos, me senté alejado de ella para poder contemplarla descaradamente. Al fin y al cabo, Pilar,...

Divorciada y caliente

Sus pezones se pusieron duros al primer roce y mis manos comprobaron la suavidad de sus nalgas.

Conocí a Úrsula mientras arrastraba una caja muy pesada con libros a mi nueva vivienda de alquiler. Tuvo la paciencia y amabilidad de sujetar la puerta del ascensor y mientras observaba mis dificultades para mover con dificultades la caja.

Los días siguientes nos cruzamos con mucha frecuencia en el ascensor o la escalera, en el aparcamiento comunitario o a la entrada del edificio. Intercambiamos unas palabras, después unas frases y hasta algunos comentarios intencionados. Esa relación circunstancial e...

Graciela

Mi vista se topó con el coño esculpido en unos pantalones de licra mientras esperaba el autobús. Su cabellera salvaje y las llamaradas de sus ojos reflejaban el ardor que contenía aquella mujer alta y fornida.

La descubrí en la parada del autobús. Confieso que desde hace unos meses mis ojos buscan siempre la entrepierna de las mujeres que llevan pantalones. He descubierto verdaderas obras de arte. Los pantalones tejanos y los de licra esculpen a la perfección la forma de los coños. Según cómo sean los labios mayores, abultan más o menos; la hendidura entre ambos se marca mejor o peor. Ella mostraba un promontorio notable. También el surco tenía una profundidad apreciable.

Levanté la vista por un momento par...

El chocho de la chica gordita

Hace unas semans que me obsesioné con las chicas gorditas, gracias a Iris.

Mi perversión sexual aumenta con el paso del tiempo. Me falta poco para cumplir los sesenta y ahora me ha dado por los culos gordos, exageradamente y desproporcionadamente gordos. Ha sido a raíz de ver a varias mujeres de una familia televisiva conocida por sus nalgas enormes.

Me atrae más la madre, aunque me la meneo también mirando fotos de la hija más pequeña o de la más famosa.

El caso es que mi obsesión me ha llevado más allá. He ofrecido dinero a tres mujeres culonas que conozco desde hace...

El apartamento

He conocido a una familia austríaca durante las vacaciones. Me encapriché de la madre y de la hija, me la meneaba viendo sus braguitas, pero fue el hijo quien me hizo vivir una aventura pasional extraordinaria. (Difícil de catalogar para mi. Creo que puede entrar en la categoría de bisexuales)

Puede sonar a tópico o a recurso fácil, pero la casuística que me llevó a un apartamento en la playa de San Juan de Alicante es real. Tuve que interrumpir mis vacaciones en agosto por una urgencia en la fábrica donde trabajo. La mala leche que se me puso no desapareció con el paso de las semanas, así que mi esposa se encargó de buscarme un apartamento para que me fuese yo solo a relajarme estos últimos días de octubre.

El edificio estaba casi vacío. Apenas estaban ocupados una decena de los cerca de c...

El sorteo (II)

Julia había hecho el amor con su marido muchas veces, pero nunca había follado. Nunca había sabido lo que era una follada completa. No sabía lo que era follar sin amor. Tuve que someterla para que descubriese el volcán que llevaba en las entrañas.

No sé por qué me puse tan nervioso cuando introduje la mano en la bolsa. Era la segunda y última noche del juego.  Estaba a punto de extraer la bola que me llevaría a pasar la noche con otra mujer, la mujer de un amigo. Y lo más grave es que no me preocupaba por mi mujer y con quien habría estado la noche anterior ni con quien dormiría esta última noche del sorteo. Mi pensamiento se centraba únicamente en mi posible compañera de la noche.

Pasé todo el día observando disimuladamente a Julia y a Ana. Se...

El sorteo (I)

Me follé a la mujer de uno de mis mejores amigos. No fue premeditado; fue un juego en el que ella se involucró con pasión; un sorteo que supuso una especie de intercambio de parejas.

No fue idea mía. La propuso Jaime medio en broma, medio en serio. La primera sorpresa fue que las chicas, nuestras esposas, se echaron a reír y nos lanzaron el reto.

-       No hay huevos.

Jorge y Eduardo aceptaron. Pensaban que todo quedaría en una broma. Lo mismo que pensaron las chicas. Yo no me lo acababa de creer y tampoco confiaba en que llegásemos hasta el final. Sólo Gema puso cara de asco, pero aceptó con algunas condiciones y creyendo, como todos los demás, que nunca se llevaría a cabo...

Confesiones de una viuda

Una viuda cincuentona confiesa sus infidelidades ante la foto de su difunto marido, y cómo la han follado esos otros hombres.

Adela y yo nos conocíamos desde la más tierna infancia. Fuimos vecinos hasta que mis padres trasladaron la familia al anillo industrial de Barcelona. Ella se casó a los veinte años enamorada de Arturo, un comerciante que le sacaba doce años. Yo caí en las garras de Luisa cinco años más tarde. Nos veíamos ocasionalmente en vacaciones. Aprovechábamos esos pocos instantes para ponernos al día sobre nuestras vidas. A pesar de la distancia y del tiempo, siempre mantuvimos vivo el recuerdo y el cariño de la niñez...

Treinta años esperando

He pasado media vida soñando con metérsela a Esther. Me sorprendió ver que no sólo se teñía el cabello, también el vello del coño y las cejas.

Siempre soñé y fantaseé con ese momento aunque, sinceramente, sabía que no pasaría de un producto de mi imaginación, tan calenturienta como mi cuerpo, si no más.

Había visto y hablado muchas veces con Esther en reuniones y acontecimientos familiares. Siempre me pareció de una belleza natural nada espectacular ni llamativa, pero dulce y tierna. Esther estaba casada con Ignacio, un tío de Raquel, mi esposa. Congeniamos desde el primer momento los cuatro. Apenas nos separaban diez años de edad.

Ent...

Luisa, el placer del dolor

Los orgasmos más intensos y numerosos le vinieron a Luisa en una sesión de sado suave. El dolor administrado adecuadamente por un maestro se convirtió en la mejor fuente de placer.

Recogí los informes que se habían acumulado sobre mi mesa a lo largo de la semana y los guardé en el primer cajón. Me había leído algunos, otros los había resumido, y me faltaba echar un vistazo a otros tres. Los muchachos, como les llamaba el jefe, me pasaban los apuntes, notas, fotografías y documentos para que yo redactase un informe que permitiese hacer una película lógica y convincente. El jefe los repasaba y los enviaba a los clientes que nos encargaban el trabajo. Así me pasaba las semanas, los meses...