Aliviada por el quiromasajista.
Al cabo de unos minutos, Eduardo subió la toalla hasta mi espalda, tapándola por completo y dejando mi trasero y mis piernas al descubierto. Yo no paraba de rezar en mis adentros para que no se diera cuenta de que estaba mojada y que había traspasado mis braguitas, pero aquello saltaba a la vista.
Conozco a Eduardo desde hace tres años, es el mejor amigo de mi marido, y trabaja como quiromasajista en el centro de la ciudad, en un balneario/spa de lujo con hotel y restaurante, para gente adinerada.
Aquel fin de semana mi marido y yo decidimos pasarlo allí para desconectar de nuestras rutinarias vidas y darnos un capricho al cuerpo.
Disfrutamos de un circuito de una hora por el spa, parecía que todo iba perfecto entre nosotros, hasta que mi marido decidió subir a la habitación para ver el p...