Aliviada por el quiromasajista.

Al cabo de unos minutos, Eduardo subió la toalla hasta mi espalda, tapándola por completo y dejando mi trasero y mis piernas al descubierto. Yo no paraba de rezar en mis adentros para que no se diera cuenta de que estaba mojada y que había traspasado mis braguitas, pero aquello saltaba a la vista.

Conozco a Eduardo desde hace tres años, es el mejor amigo de mi marido, y trabaja como quiromasajista en el centro de la ciudad, en un balneario/spa de lujo con hotel y restaurante, para gente adinerada.

Aquel fin de semana mi marido y yo decidimos pasarlo allí para desconectar de nuestras rutinarias vidas y darnos un capricho al cuerpo.

Disfrutamos de un circuito de una hora por el spa, parecía que todo iba perfecto entre nosotros, hasta que mi marido decidió subir a la habitación para ver el p...

Entre los fogones

En aquel restaurante sólo se escuchaban sus testículos chocar empapados contra mi clítoris, las patas de la mesa deslizarse de lado a lado contra el suelo, mis gemidos y su respiración fuerte y profunda retumbando por cada rincón del local.

Tras una larga jornada de trabajo del viernes, mi compañera Ruth y yo, aprovechamos para mirar alguna que otra tienda, tomar algo y salir a cenar juntas.

Por cierto, me presentaré. Mi nombre es Patricia, tengo veintitrés años, y trabajo desde hace dos años en una boutique de novias con Ruth, en pleno centro de la ciudad. Ruth y yo somos muy amigas desde que empezamos a trabajar en el mismo sitio, conectamos enseguida, y esta noche teníamos ganas de disfrutar y desconectar un poco de todo y pasar la un...

Mis primeras prácticas.

Mientras le maquillaba, él no despegaba la mirada de mis ojos ni por un segundo. Estaba serio, y a mí eso me rompía los esquemas, porque Adrián tenía una mirada de lo más penetrante. Y su seriedad, y su mirada clavada en mí, me hacían desear que me desnudara y que me penetrara con algo más que con sus preciosos ojos.

Aquella mañana era mi primer día como maquilladora y peluquera en una conocidísima productora de televisión. Tras haber estado estudiando durante dos años, por fin había llegado el momento que tanto esperaba.

Yo estaba como un flan, las manos me sudaban, las piernas me temblaban, y no podía evitar el no dejar de morderme las uñas.

Me encontraba en un metro camino hacia la nave donde tenían los platós de televisión en los cuales me iba a encargar, durante los siguientes tres meses, de acicalar a...

Embestida por el conductor de autobús

. Sentía cómo me escocía, sentía cómo me ardía, pero no me importaba, aquello me excitaba más. No podía parar de jadear, de gritar, de retorcerme de placer, de morderme el labio inferior. Sentía que me iba, sentía que iba a correrme abundantemente sobre él, sentía cómo algo bajaba desde mi estómago.

Aquel conductor de autobús ya me había llevado de viaje alguna vez. Tenía algo, no sé el qué, que a mí me volvía loca. No sé si era su largo cabello, su barba, sus ojos azul cristalino, esa seriedad que tan interesante le hacía, la gran diferencia de edad que se hacía tan evidente entre nosotros, o todo en general; pero aquel hombre me excitaba mucho.

Era viernes, y yo me dirigía a Madrid a ver a unos amigos. Y cuando se acercó el autobús que me llevaría hasta mi destino, observé que era él quien volv...

En el sofá del salón

Quería follármelo ahí mismo, que me pusiera a cuatro patas, que me estirase del pelo y que me azotara el trasero como a una sucia perra, sentía que cada segundo que pasaba me iba poniendo más cachonda. Mi respiración se aceleraba, se iba haciendo más intensa y la respiración de Mario acompañaba la mía, me seguía al mismo ritmo.

Y allí me encontraba yo, recogiendo mi cuarto a toda prisa para que Mario tuviera una buena imagen de mí, y porque estaba a punto de llegar a mi casa para ver la última película de estreno en mi casa los dos juntos.

De repente sonó el timbre del portero y le abrí directamente sin asegurarme de que era él, estaba nerviosa, las piernas me temblaban, porque aunque Mario tan sólo fuera amigo mío, sentía cierta atracción hacia él.

Cuando por fin llegó a mi casa estaba muerta de la vergüenza, pero int...

Desenfreno en el rellano

Lucía es una joven estudiante que llega nueva a la ciudad y conoce a un hombre que aparentemente podría ser su padre, pero él le hace sentir como si fuera de su misma edad...

Lucía era una joven de 18 años que había llegado nueva a la ciudad de Madrid para comenzar sus estudios universitarios. La joven no conocía a nadie allí así que decidió ir a un bar tranquilo de la ciudad para tomarse algo e intentar conocer gente tras finalizar su jornada en clase.

Lucía se sentó en la barra del bar junto a un hombre vestido con camisa y pantalón de traje de unos 40 años que no dejaba de mirarla desde que entró por la puerta. Ella le saludó, con una voz suave y tímida, y aquel hombre...