Tyrion III. El Cobarde.
El ritmo de sus caderas fue acelerando a medida que mis palmadas caían sobre su culo. Si al principio aquella cadencia lenta me puso a mil por todo lo que significaba, en aquel momento mi cuerpo pedía marcha y Elsa se la estaba dando.
Mi mano volvía a ser nefasta. Comprendía perfectamente las normas del póker pero no tenía la misma soltura que con la brisca, en la cual era el puto amo gracias a las largas sobremesas veraniegas jugando con la abuela Fulgencia.
Mi tío Paco no había tardado en descubrir mi habilidad con las cartas y no pocas tardes habíamos tomado un aperitivo gratis a costa de alguna otra pareja de jugadores del casino del pueblo.
—Paso –dije por tercera partida consecutiva.
—¡Joder Tyrion, que también se...