París, 1877 (III)
Continúan las aventuras de la pequeña Rufus y sus nuevos amigos, el doctor y la asistenta.
Adele. El nombre resonaba en su cabeza con suavidad. Cuando era pronunciado por su querido doctor provocaba una llamarada. En boca de Madamme Rousteau era una caricia maternal pero llena de deseo. Adele. Sin duda aquel nombre le iba como anillo al dedo.
No podía dejar de dar gracias por la enorme suerte que había tenido, pues su vida había cambiado de manera radical en apenas cuatro meses. El día que el buen doctor la sorprendió en la alcoba de la asistenta subida en aquella butaca y con el calzón e...