De la Lluvia y todo lo demás. 1.
Me paré del sillón y ella abrió la puerta. Nos saludamos con un beso en la mejilla, me despedí de su secretaria y salí del único sitio donde podía hablar y quedarme en silencio sin que molestara ninguna de las dos acciones.
Sentada a la izquierda del gran diván de cuero negro, que estaba úbicado debajo de la enorme ventana, estaba Paz, mi paciente, hablando y apenas parando para tomar aire. Me paré del sillón de un cuerpo, que estaba muy cerca del diván para irmé a sentar en el escritorio que custodiaba una estantería de madera con libros, muchos libros, algunos adornos y algunos posillos para el café. Tomé nota y miré el reloj de mi muñeca izquierda. La hora se había terminado y se lo hice saber. Se levanto, hizo una pequeña...