¡Ay, princesa!
El trabajo de disfrutar de la unión con la persona amada siempre trae su recompensa... aunque también un deseo de más.
¡Ay, princesa!
Un suspiro y el aire opaco
se vuelve sólido y nos pesa.
Rebota tu voz por los espacios
que dejan libres nuestros cuerpos.
Ay, melena, cuántos ratos
viviría con mis manos en tu selva...
Tu voz suena desde el alma
en la unión carnal y plena:
que no pare este vaivén,
que la vida nos desborde.
Ay, mirada, cuántos ratos
pasaría en tus profundidades...
La caricia íntima y profunda
ahond...