La niña de Tumbes

Me llamo Jessie. Soy de Perú, y nací en un puerto pescador de la ribera marítima de Tumbes, cercano a la frontera con Ecuador. Actualmente vivo en Lima, donde curso cuarto año de medicina, y lo que deseo compartir me ocurrió tres años atrás, en el verano en que finalicé el colegio secundario.

Me llamo Jessie. Soy de Perú, y nací en un puerto pescador de la ribera marítima de Tumbes, cercano a la frontera con Ecuador. Actualmente vivo en Lima, donde curso cuarto año de medicina, y lo que deseo compartir me ocurrió tres años atrás, en el verano en que finalicé el colegio secundario y recibí la noticia de que me otorgaban la beca de estudio para la universidad.

Fui y soy muy buena alumna, tanto en la escuela primaria como en el colegio al que asistí desde primer año. Tal vez quienes opinan qu...

La manchita en la alfombra persa

Confieso que la manchita en la alfombra persa, que pagué setenta y cinco mil dólares en un negocio de compras y ventas de antigüedades en mi primer viaje turístico a Babilonia, con debida certificación de origen y estado, es el recuerdo más lindo e imborrable de mi vida

La manchita en la alfombra persa

Confieso que la manchita en la alfombra persa, que pagué setenta y cinco mil dólares en un negocio de compras y ventas de antigüedades en mi primer viaje turístico a Babilonia, con debida certificación de origen y estado, es el recuerdo más lindo e imborrable de mi vida, o por lo menos de los últimos tiempos de mi existencia, y cada vez que la traigo a la memoria o la observo personalmente en el óleo que la inmortaliza o en el espacio original donde se produjo, siento...

Gozando bajo la lluvia...

Ella tomó la resolución: abrió la puerta y salió a la lluvia, se lanzó de boca sobre el asfalto y potrilló como si hiciera ejercicios. La acompañé y retozamos entre gritos y alaridos, mientras el agua caía con sensación de diluvio. De pronto, estábamos abrazados, enredados en medio del camino, y copulamos lentamente con la lluvia golpeando mis espaldas, la cara de Rachel protegida en mi hombro y el cielo derrumbándose sobre los cuerpos: «No me importaría morir en este momento…», afirmó Rachel, y a esas palabras las llevaré en mi corazón mientras viva.

Gozando bajo la lluvia

No me sentía dispuesto a esperar a que arreglaran un paso transitorio o a que bajara el nivel del caudal para cruzar el arroyo, que debido a la acumulación de aguas provocadas por las lluvias en las serranías destruyó el puente. La única alternativa era el camino interior que cruza la zona chaqueña de norte a sur hasta unirse con la Ruta 16 para acceder a la 34, y seguramente transitable pese a las dos horas de aguacero sostenido. Serían doscientos cuarenta kilómetros más,...

Las hermanitas Valois

No tenía más remedio que atenderlas, sacar el tablero de damas o el de ludo y pasar un par de horas soportándolas. Eso fue hasta que un día Lucha entró como tromba, puso su rostro a un palmo del mío y preguntó: ¿Sabes qué es un beso de lengua?

Las hermanitas Valois

De chicas las odiaba, no podía verlas, y mucho menos estar con ellas mientras nuestras madres charlaban en los atardeceres del pueblo. Lucha era un año más grande que yo y tenía porte y gestos de muchacho, con actitudes sargentonas y tiránicas; Gachi, en cambio, de mi misma edad, era toda una dulzura, suave y primorosa, delicada como un ángel caído directamente del Paraíso. Viajábamos a colegios de la ciudad en el mismo tren y hacía lo imposible por esquivar sus presencias,...

Ciertas señoras sólo se entregan una vez

Tenía sesenta y siete años, medía un metro con ochenta y tres centímetros y pesaba, según la balanza de la farmacia de abajo, noventa y dos kilos con vestido liviano y sin cartera. Era rubia y se teñía el cabello con el mismo color de la infancia, haciendo juego con la piel blanca y los ojos grises.

Ciertas señoras sólo se entregan una vez

Tenía sesenta y siete años, medía un metro con ochenta y tres centímetros y pesaba, según la balanza de la farmacia de abajo, noventa y dos kilos con vestido liviano y sin cartera. Era rubia y se teñía el cabello con el mismo color de la infancia, haciendo juego con la piel blanca y los ojos grises. Las paredes de la sala estaban llenas de fotografías de su adolescencia y juventud, de sus primeros años de casada, y todas la mostraban como a una beldad exq...

Él...

Tenía un olorcito a calidez que me hacía sentir cómoda, perfecta, ya olvidada de los deseos de matarlo y despedazarlo. Le tomé las manos y las coloqué en mi vientre, para sentir su fuerza y saberme segura. Llevada por reclamos desconocidos le besé la mejilla, demorando el roce de los labios en la cara fresca, recién afeitada.

Él

Confieso que mi primera intención fue matarlo, despedazarlo, cortarlo en tiritas y dejarlas al sol para que se sequen y molerlas después hasta desintegrarlas. A mi mamá no podría hacerle nada, ni siquiera echarle en cara la deslealtad y preguntarle por qué: acababa de perderla y ahora sólo era un montón de cenizas guardadas en la urna que acababa de recoger de la funeraria.

Maldije el momento en que se me ocurrió revisar el pequeño portafolio que mamá guardaba en lo más profundo del pla...

El viaje

Estaba preparado para un viaje de 19 horas en ómnibus, pero no para vivir una noche exquisita, inolvidable, tan fuerte que apenas mi memoria la trae siento arder a los testículos y volverse de hierro al miembro, exigiendo inmediatas consolaciones.

Estaba preparado para un viaje de 19 horas en ómnibus, pero no para vivir una noche exquisita, inolvidable, tan fuerte que apenas mi memoria la trae siento arder a los testículos y volverse de hierro al miembro, exigiendo inmediatas consolaciones.

El servicio de ómnibus de larga distancia en Argentina es óptimo, cómodo, y permite dormir en asientos que se transforman en cama, con alguna forma de aislamiento de los demás pasajeros. Esa tarde de julio tenía el asiento número 1, ubicado en el extre...

La mamá de mi mujer (2)

—Esperé toda una eternidad para alcanzar este momento… —Dijo la mamá de mi mujer en un susurro, y en el centro de mi sangre estalló el génesis que nos entregó la verdad totalizadora del amor.

Susana Silvina Pederzoli, mi mujer, es bellísima, atrapante, sugestiva, y por donde camina deja las huellas de sus encantos. Es digno fruto de sus padres, por cuanto si mi suegra es asombrosamente hermosa —y cuando digo es, en presente, lo hago refiriéndome a que pese a sus más de sesenta años continúa siendo símbolo mayúsculo de la hembra en flor— su padre, el ingeniero Florencio Pederzoli, fue hombre beneficiado con todos los atributos de la masculinidad, tan espléndido que las mujeres enloquecían a...

La mamá de mi mujer (1)

Ayer, a las tres de la tarde, cumplí el sueño de mi vida: hicimos el amor con mi suegra, y tan intensamente que puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que fue superior a todo lo vivido en cuestión de sexo a lo largo de mis casi cincuenta años de vida, incluyendo lo imaginado en los delirios de mis ansiedades.

Ayer, a las tres de la tarde, cumplí el sueño de mi vida: hicimos el amor con mi suegra, y tan intensamente que puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que fue superior a todo lo vivido en cuestión de sexo a lo largo de mis casi cincuenta años de vida, incluyendo lo imaginado en los delirios de mis ansiedades. A las tres de la tarde, luego de almorzar en un parador de la autopista, subimos al auto para reiniciar camino y, ante mi sorpresa, la mamá de mi mujer me señaló la entrada del motel:

—Est...

Deseo... (continuación)

Aprendimos que la cópula es el final, el salto hacia el abismo, que antes debimos trepar alturas cargadas de asombros y delicias, por eso lo primero que hago es empuñar el miembro de mi concuñado, que con el correr de los años no contiene las durezas conocidas, y lo manoseo para leudarlo, lo beso para incitarlo, y sin dudar lo llevo a mi boca para confirmarle que el amor permite todo y puedo ampararlo en todas las instancias de mis rincones. Me encanta sentir su volumen en la caverna de mi boca, avanzar hacia mi garganta, saberlo capaz de estimular mi deseo con las palpitaciones de su animalidad viva, tan mía que lo sé parte de mi todo.

Deseo… (Continuación)

Sí, desde hace veinte años no soy solamente una mujer dichosa, sino también un ser nuevo, o por lo menos distinto al que fuera a lo largo de la vida. Durante el lapso transcurrido desde aquella primera ocasión en que el amor me explotó hasta desintegrarme y convertirme en otra, viví las conmociones más sublimes que puede vivir alguien que a través del gozo y el placer alcanza a pellizcar la plenitud de las relaciones entre macho y hembra, entre dos seres que logran aferrar...