Secuestro consentido.
A veces las fantasías de unos, las cumplen otros.
Todavía me cabreo cada vez que escucho a mis amigos cuando les da por recordar la época del instituto; lo peor no es cuando se ponen a contar sus batallitas sino cuando terminan con un “ojalá volviéramos a aquella época”. Como se nota que ellos no vivieron el infierno que me tocó sufrir a mí, o bueno, mejor dicho, el bullying que no le hacían a ellos los repetidores me lo hacían a mí.
Tampoco me diferenciaba mucho de ellos por aquel entonces, todos teníamos granos, llevábamos gafas con forma de tubo d...