z+z = jacuzzi

Beto y Dulce hacen cositas en el jacuzzi del hotel... ¡sin calcetines!

El ambiente era ruidoso, pero no desagradable, en la discoteca del hotel, donde los Incorruptibles (el equipo de fútbol aficionado del ministerio de Hacienda) y sus esposas celebraban la reciente victoria contra los Rangers universitarios, equipo casi profesional, de tercera división, contra el que se habían enfrentado. Algunos jugadores protagonizaban un strip-tease masculino en la pista de baile, otros jugaban a cartas, otros bailaban con sus señoras… Dulce estaba intentando enseñar a Beto a beber chupitos al estilo no apto para menores. Esto es, que se trataba de que ella se echaba sal en el cuello, se colocaba el chupito entre los pechos, para lo cual no llevaba camiseta, iba sólo en vaqueros y sostén, y se ponía entre los labios la rodajita de limón.

Beto, amén de no demasiado listo, era también algo patoso, y ya iban dos veces que, intentando coger el chupito con la boca, al echar hacia atrás la cabeza se lo tiraba todo por encima. Dulce adoraba a su novio y no se enfadaba por eso, se reía como una loca y le lamía el licor de la piel. Beto se partía el pecho de risa por su propia torpeza y porque le encantaban las cosquillitas que hacía la lengua de Dulce lamiendo su piel… como se podía apreciar sensiblemente por la terrible erección que tenía en los pantalones. Como hacía bastante calor, a nadie le extrañaba que el bueno de Beto llevase la camisa medio desabrochada, dejando ver su peludo pecho. Por regla general, el citado no solía hacer algo así, le daba vergüenza ser tan velludo, pero entre el calor que hacía, y que iba un poco animadillo, se había soltado.

"Diosssss, está guapísimo así…." Pensaba Dulce comiéndosele con los ojos. Beto estaba pasándolo tan bien, que cuando ella había mirado su erección y él se había dado cuenta que tenía montada la tienda de campaña, en lugar de intentar taparse y morirse de vergüenza como era su costumbre, casi se mató de risa. A fin de cuentas, todo el mundo en la fiesta estaba a lo suyo y uno de sus compañeros estaba bailando en la pista llevando sólo los calzoncillos y la corbata, y su propia esposa no dejaba de corearle: "¡gallumbos, fuera! ¡Gallumbos, fuera!", así que, ¿porqué tenía él que tener vergüenza…? Y era verdad, y Dulce no podía dejar de pensar que así, saliéndose un poco de madre, y sobre todo con la camisa abierta dejando ver el "pecho lobo", como ella lo llamaba y con aquél tremendo ariete en los pantalones, estaba increíblemente deseable…. "Tenemos alquilados seis jacuzzis, pero hasta ahora, nadie se ha atrevido a ir" pensó la joven funcionaria "¿se notará mucho si… hacemos una escapadita, y estrenamos uno?"

-Betito, corazón… ¿no te apetece ir a un sitio más… íntimo? – sugirió ella. Beto la miró, primero con cara de ligera decepción, como si estuviera triste por irse de la fiesta. Luego pareció reflexionar, miró a Dulce a los ojos, y debió entender lo que vio en ellos, porque empezó a abrirse en su cara su adorable sonrisa de tontorrón, se abrió más, y más, y finalmente empezó a reírse con algo de corte, con la cara colorada, mientras asentía con la cabeza. Dulce le besó la cara entre risas, su Beto tenía chapetas por el ambiente, la bebida y el saber lo que iba a suceder, la cara le ardía, estaba tan adorable... La joven le tomó de la mano, echó una mirada a su alrededor para cerciorarse de que nadie les prestaba atención, tomó de un perchero su camiseta, y echó a correr tirando de su novio, que no podía dejar de reír bobaliconamente.

Los jacuzzis, preparados para ese tipo de fiestas, no estaban lejos, en la parte trasera de la discoteca. Había no menos de doce, pero el equipo había decidido alquilar seis, porque los gastos corrían a cargo del ministerio de Urbanismo, patrocinador de los Rangers y derrotados del partido. Sólo para fastidiar, así si acababan usando los doce jacuzzis, serían los de Urbanismo quienes tuvieran que pagar el extra. Cada bañera era independiente de las demás y estaba separada por biombos y plantas; estaban situados en un jardín interior del Hotel, lo que daba a los jacuzzis un aire tropical y relajante. Las bañeras eran enormes, pensadas como para cuatro personas… o para sólo dos personas que necesitasen sitio para moverse.

-Qué bonito… - musitó Beto mirando el jardín, en medio del cual, casi oculto entre palmeras, estaba su jacuzzi, excavado en el suelo, de color gris con vetas como si emulase el color de la roca, y a su alrededor había botellitas de distintas esencias, una pantalla televisiva y el control del hilo musical.

-Es precioso de veras – convino Dulce, dejando su camiseta en una silla de bambú. – Bueno, ¡tonto el último!

Dulce corrió a conectar los grifos para que se llenase la bañera, se descalzó y se dispuso a quitarse los pantalones. Beto se la quedó mirando con la cabeza un poco agachada, medio sonriendo y sin hablar.

-Bueno, ¿qué pasa? No pretenderás bañarte vestido, ¿no?

-No… pero… ¿hay que quitarse todo? – preguntó con una vocecita. Dulce supo a qué se refería.

-Para empezar, puedes quedarte en ropa interior. Yo tampoco me la quito, será como si llevara bikini y tú bañador. Pero los calcetines, hay que quitárselos.

Beto resopló y se puso más colorado todavía. "No es por comodidad ni por frío, realmente no quiere quitarse los calcetines para hacer el amor, ¿porqué tendrá tanta vergüenza, será que le huelen los pies, o que tiene juanetes…?". Dulce y Beto llevaban como tres meses juntos, en ese tiempo habían tenido una vida sexual bastante divertida, pero en ninguna ocasión había logrado ella que él se quitase los calcetines, SIEMPRE los llevaba puestos. Había intentado entrar en la ducha por sorpresa en alguna ocasión, pero Beto, mostrando una anticipación de ideas poco habitual en él, siempre se duchaba cuando ella no estaba, o mientras dormía. En una ocasión intentó que él se metiera en la ducha con ella, y lo hizo… con los calcetines puestos. Que ella supiera, ni en verano se los quitaba, sólo los llevaba más finos, y era capaz de usarlos hasta con sandalias. Ahora, no estaba dispuesta a dejar pasar la oportunidad.

Beto, desviando la mirada, empezó a quitarse el pantalón mientras Dulce lo miraba, sonriéndole con picardía. El funcionario tenía un remusguillo buenísimo en el estómago, pero lo de los calcetines no le gustaba nada. Pero no había otra. No temía que Dulce se enfadase con él, eso ella nunca lo hacía, pero podía insistir en que si no se los quitaba él mismo, quitárselos ella, y eso sería mucho peor… mejor que lo supiese por él antes que descubrirlo. "Quizá debí habérselo dicho antes", pensó mientras su pantalón caía al suelo y lo ponía en la silla de bambú, y terminaba de desabrocharse la camisa. Finalmente, sólo en ropa interior y calcetines se dirigió a ella y se sentó al borde del jacuzzi que seguía llenándose.

-Dulce… eeeh… ¿Segura que quieres que me quite los calcetines? – preguntó, con pocas esperanzas.

-Segurísima. Si quieres, te los quito yo

-¡No! – respingó Beto, encogiéndose para ocultar los pies. – Es que… hay algo que debo decirte, y que no sé si te va a gustar

-¿El qué, corazoncito? – Dulce le cogió la mano y le miró con ternura.

-Pues…. Cuando estuve en la universidad, ¿recuerdas esa chica que intentó acostarse conmigo por una apuesta y que no pudo llegar al final porque dijo que le daba mucho asco?

-Sí.

-Pues el caso es que… bueno, le dio asco que tuviese tanto vello. Le dio más asco todavía que, cuando se quitó la camiseta, yo le ensucié la manta sin querer. Y le dio más asco todavía que, cuando empezamos a… cuando quiso besarme "ahí", pues… yo estaba muy nervioso, el gustirrinín me cogió de sorpresa, y… se me escapó.

-¿El semen?

-No… - bajó la voz más todavía y se tapó la cara con la mano – el pedo.

Dulce tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no soltar la carcajada. Era una función fisiológica totalmente normal, era algo que podía sucederle a cualquiera, sobre todo estando nervioso y excitado… pero que se le escapase en pleno polvo, era de esas cosas que sólo le pasaban a él. Ahora mismo, si llegase a sucederle, Dulce se lo tomaría con cariño y buen humor, igual que se había tomado lo de los calcetines, mientras que antes un detalle de tan mal gusto, la habría hecho salir huyendo, pero la ternura de Beto la había conquistado.

-Y… se enfadó contigo por eso, supongo. Pero, ¿qué tiene que ver eso con tus pies?

-Bueno, tanto como enfadarse… se puso a gritar "esto ya es demasiado, cerdo asqueroso", me sacó de la cama a patadas y de su cuarto a empujones, sin dejarme que me vistiera, y diciéndome lo guarro que era… tuvo razón para enfadarse, tenía la cara muy cerca de mí, y… y no fue de los silenciosos, ni de los que no huelen… - Beto cerró los ojos negando con la cabeza, parecía a punto de llorar de vergüenza, y Dulce le abrazó por los hombros, a pesar de que ella tenía que morderse los labios para no reírse al imaginarse el cuadro – El caso es que me volví a mi habitación, y… yo no dije nada, pero al día siguiente lo sabía todo el mundo.

-Qué chica tan estúpida. – sentenció Dulce.

-No, tuvo razón, fui un cerdo… e-el caso es que, pocos días después, me sacaron de fiesta. Yo no pensé que fueran a hacerme nada, pero me hicieron beber, y cuando me dormí

-¿Qué te hicieron?

-Esto… - Beto se quitó los calcetines – En el pie izquierdo habían tatuado a dos cerdos apareándose, y en el derecho, "Búscate una cerda, guarro". Dulce se sintió asqueada. El dibujo era francamente repulsivo, dos cerdos feísimos, asquerosamente gordos, sudorosos y babeantes, y la leyenda no podía ser más insultante, tanto para el bueno de Beto, como para la pareja que pudiera tener, que en éste caso, era ella. – Me dijeron que había tenido suerte aún así, porque pensaban hacérmelo en el pecho o… o en el culito, pero como al dormir me hice un ovillo con las mantas y sólo dejé los pies medio accesibles, tuvieron que hacérmelo ahí. Cuando mi ex mujer lo vio, se enfadó conmigo y dijo que mis padres tendrían que haber sabido que los pedidos se hacen a la cigüeña, no a Campofrío… no sé qué quiso decir.

"Qué asco de gentuza, ellos sí que fueron unos cerdos" Pensó Dulce "por un accidente, hacer algo tan pesado, no es ya una broma cruel ni de mal gusto, es una gamberrada del tamaño de un estadio". Pero no se lo podía decir a Beto ni explicarle la grosería de su mujer, sólo conseguiría que el pobre se sintiera peor aún.

-¿Esto, es lo que te daba tanta vergüenza, corazoncito…? – sonrió, parando el agua, porque el jacuzzi ya estaba lleno. – Hum… sé que algo embarazoso sí es, pero no tiene importancia.

-¿Tú crees….?

-Cielito, que tus compañeros de universidad fueran unos cretinos profundos sin pizca de educación, sentido del humor y buen gusto, no es culpa tuya. Tú no hiciste nada malo. Tuviste un accidente, nada más. Ellos fueron quienes quedaron en evidencia, no tú. Puede que el dibujo sea horrible, pero tú tienes unos pies muy bonitos. – Se puso frente a él, le acarició las pantorrillas e inclinándose le besó los tobillos y los pies.

-¿De veras? – Beto estaba emocionado, y su cara reflejaba un inmenso alivio.

-Y tan de veras. Chof.

-¿Qué?

-¡Chof! – Dulce le agarró de los tobillos y empujó para arriba, tirando al jacuzzi al bueno de Beto, que no se lo esperaba, con gafas puestas y todo. Éste emergió con una adorable cara de impresión, como si no supiera si reír o llorar.

-¡Quema! ¡Quema! – Jadeó, y finalmente estalló en carcajadas, mientras Dulce se metía con él. En realidad, no quemaba, estaba sólo bien caliente, pero del susto le había parecido tórrida. La joven le besó y Beto sonrió un gemido, reclinándose, echándole agua por los hombros, mojándole el pelo, mientras se estiraban en el gran jacuzzi.

-Bueno, esto en realidad, sólo es una bañera de agua caliente, a ver que active las burbujas… - Dulce se elevó buscando el botón, y no por casualidad dejó sus pechos en la cara de su novio, y éste la abrazó, metiéndose contra ellos sin poder contenerse, y hasta lamiéndolos quedamente. – Aquí está… jijiji, para, canalla… mmmh, sabes que me gusta mucho que los beses

Beto no parecía dispuesto a parar, pero entonces el agua empezó a burbujear intensamente y en principio se sobresaltó, pero luego se quedó prácticamente inmóvil.

-¿Qué pasa, Betito…? – Dulce estuvo a preguntar si es que no le gustaba, pero cuando le miró a la cara, la pregunta se reveló innecesaria: su novio tenía los ojos entornados, los brazos laxos y una sonrisa de oreja a oreja, y se había dejado deslizar en la bañera hasta casi la altura de la nariz. "Hasta ahora, sólo le he visto poner esa cara cuando se la chupo, pero entonces no se queda tan relajado… qué rico está así…" Pensó ella, y se dejó recostar junto a él.

Las olitas y burbujas del hidromasaje le acariciaban la piel, la elevada temperatura del agua la hacía sentir ganas de dormirse ahí mismo. Su cuerpo parecía carecer de peso, cada burbuja era como si besase cada poro de su cuerpo, cuando el agua caliente rozó su nuca, no pudo reprimir un gemido de placer y echó hacia atrás la cabeza para disfrutarlo y mojarse el cabello. Bajo el agua, notó que Beto, haciendo un esfuerzo, la tomaba de la mano y ella le apretó, o intentó hacerlo… se sentía tan relajada que el menor movimiento costaba toneladas. Notó que estaba sonriendo sin darse cuenta, y Beto gemía en cada respiración, con la mirada perdida en el infinito.

"Como… no… haga… algo…. Me… parece que así… nos quedamos…. Mmmmmmmmmmh…." Pensó Dulce. Era tan increíblemente agradable e hipnotizador que hasta pensar se hacía imposible. Le pareció que su cuerpo protestaba cuando intentó moverse, pero lo logró, y tomó uno de los frasquitos que había junto a la bañera. "Sales de baño espumosas; aromas marinos" decía la etiqueta, y volcó buena parte del contenido en la bañera. "Con esto… bastará". De inmediato, las sales de baño empezaron a hacer espuma por efecto del oleaje. Al principio, sólo una fina capa, luego, burbujas, y algunas pompas se elevaron por el aire… muy pronto la capa de espuma empezó a convertirse en merengue cada vez más espeso y elevado.

-Du´ce…. E´ monst´uo de ehpuma quié devo´annof…. – musitó Beto entre risas, embelesado por el hidromasaje y con la boca tapada por el jabón. Con un esfuerzo sobrehumano, Dulce logró sacar la mano del agua caliente y del medio metro de espuma, y presionó el botón de parada.

-Beto, ¿dónde estás? – preguntó la joven, porque ahora que se le había pasado el efecto del hidromasaje, se dio cuenta que estaba rodeada de espuma blanquísima y no se veía ni las manos. Se oyó un resoplido muy cerca de ella, y trozos de espuma salieron volando.

-¡Aquí! – la voz de Beto parecía lastimera, y Dulce manoteó, quitando la espuma para ayudarle a salir. Beto parecía un muñeco de nieve, y no podía ver nada porque sus gafas estaban llenas de jabón. Dulce se las quitó, y suspiró aliviado. Era la primera vez en su vida que se alegraba de que alguien le quitase las gafas, porque veía más sin ellas, que con ellas. Dulce le acarició la cara y su novio la agarró por la cintura con carita de susto, se sentía muy vulnerable sin gafas… claro que con la capa de espuma que les rodeaba, cualquiera se hubiera sentido intimidado.

-Beto… qué guapo estas así, entre las burbujas – musitó Dulce, tomando montañitas de espuma entre las manos y acariciando con ella a su novio.

-Es suave… - sonrió, algo más seguro. – Y huele muy bien. – Dulce se arrodilló, intentando elevarse, y se quitó la espuma de los pechos, tenía el sujetador totalmente empapado y sus pezones se transparentaban. Le llevó las manos al cierre, y Beto sonrió y lo soltó, al principio los cierres se le resistían, ahora ya estaba cogiendo maña y a pesar de que se le resbalaban las manos, logró quitarlo a la segunda. Lentamente, lo deslizó por los brazos de Dulce, intentando mirarla a los ojos, y lo dejó fuera de la bañera, lo más lejos que pudo del borde. Beto hizo todos los esfuerzos que pudo por mantener su mirada fija en los ojos de Dulce, pero ella no dejaba de mecerse suavemente, de mirarse ella misma los pechos para que él bajara la mirada, y finalmente lo hizo, y pasó lo que se temía. Que ya no era capaz de mirar otra cosa que no fueran sus tetas.

-Tócalas, Betito… anda, enjabóname… - rió Dulce, y el funcionario suspiró. Aún sabiendo que estaban llenas de jabón, tuvo que hacer un esfuerzo para no lanzarse a lamerlas. Se lleno las manos de espuma y las llevó a los pechos de su novia, que gimió al notar sus manos calientes en su piel, y empezó a frotar el jabón por su piel. "Es como si estuviera llena de nata…" pensó con torpeza Beto mientras sus manos se movían en círculos, dejando la piel de Dulce blanca y llena de burbujitas. Empezó a apretar ligeramente, moviéndole los pechos de arriba abajo, y pellizcando los pezones, lo que hacía que ella diese saltitos de excitación y gusto. Beto hundió las manos para mojarlas en agua y cogió más espuma, los regueros de agua se llevaron parte del jabón y la espuma volvió a hacer burbujas en la piel de su novia. Masajeó sus pechos moviéndolos alternativamente, haciéndolos resbalar uno sobre otro, dando caricias larguísimas por su contorno y hasta dejando las manos simplemente inmóviles sobre ellos, algo que le excitaba muchísimo. Y le parecía que nunca se cansaría de aquello.

"Tengo que quitarme el calzoncillo…" pensó, en parte por las ganas que tenía, en parte por miedo a ensuciarlo de excitación, e intentó bajar las manos para dirigirse a él, pero éstas parecieron tener una idea mejor, y en lugar de a su cintura, se dirigieron a la de Dulce, y empezaron a juguetear con las bragas de ella, metiendo los pulgares en la cinturilla de la prenda, moviéndola bajo el agua para acariciarla con la tela

-Mmmh… ¿Qué me haces, Betito? Me gusta mucho… - Era casi exótico que Beto se lanzase a hacer algo por su cuenta sin que Dulce se lo hubiese sugerido o animado a ello antes, y el propio Beto temía equivocarse o hacerla daño, pero parecía que estaba saliendo bien, así que siguió moviendo la tela, produciendo olitas que acariciaban el sexo de su compañera, mientras Dulce le acariciaba el pecho bajo la manta de espuma y agua y bajaba lentamente hacia su erección.

Beto sonrió y escalofrío de gustito cuando ella le agarró de la ropa interior y la bajó. Por un momento, temió que luego fuese a escocerle por hacerlo en un agua tan jabonosa, pero cuando ella lo acarició con ambas manos y empezó a frotar suavemente arriba y abajo, cualquier preocupación se esfumó; daba demasiado placer para poner ni media pega, y él mismo empezó a bajar las bragas de Dulce, quería acariciarla, quería hacerla gemir, y sobre todo, quería meterse dentro de ella.

El agua del jacuzzi estaba muy caliente, pero el sexo de Dulce lo estaba tantísimo, que el agua parecía apenas tibia en comparación. La joven se curvó hacia atrás de gusto y sonrió con los ojos en blanco cuando Beto tocó su monte de Venus y bajó lentamente, buscando su clítoris empapado, y no sólo por el agua. Dulce se sentó para quitarse completamente las bragas y las lanzó, chorreantes y llenas de jabón, fuera de la bañera, donde enseguida las siguieron los calzoncillos de Beto, que aprovechó para hacer lo propio. El funcionario intentó ponerse ella, pero la joven le agarró de los hombros y le tumbó de nuevo y Beto se dejó hacer dócilmente. De hecho, le encantaba estar debajo, su ex esposa siempre le había hecho ponerse encima mientras ella ni parpadeaba, y ni siquiera le dejaba terminar… el que ahora le dejasen estar debajo y le dedicasen infinidad de caricias era algo adorable para él.

Dulce, de rodillas y medio tumbada sobre él, jugueteaba con "su tita", como Beto la llamaba, acariciándola con la entrada de su sexo, mientras él gemía y daba caderazos inútiles, porque bajo el agua no era igual de fácil acertar, pero terriblemente excitantes. Apenas asomaban los hombros por fuera del agua jabonosa, rodeados de montañas y valles de espuma, y Beto no dejaba de mojárselos, temeroso de que fuera a coger frío. Dulce le sonreía, apoyándose en su pecho con una mano y usando la otra para tomar espuma y mancharle con ella el trozo de pecho que emergía del agua, la cara y el corto cabello negro en el que brillaban algunas canas incipientes.

-Dulce… Dulcita… - A Beto le temblaban las piernas y sus manos estaban casi crispadas sobre las nalgas de la joven, ella sabía de sobras qué quería, pero aún así se lo preguntó, deseaba oírselo decir.

-¿Qué, corazoncito?

-Quiero… - estuvo a punto de decir "quiero que hagamos cositas", pero en sentido estricto, estaban haciéndolas ya, así que tuvo que buscar otra palabra más exacta – quiero dentro. Por favor

-¿Quieres dentro? ¿Dentro de dónde? – preguntó ella, besándole la nariz

-Dentro de ti. Quiero mi tita… dentro de ti – hablaba poniendo morritos y con algo de apuro, y Dulce exhaló un gemido, convencida de que iba a derretirse de deseo, se moría de amor por él, y muy despacio, bajó la mano a la tita de Beto, la sostuvo y se dejó deslizar hasta que entró lentamente, pero hasta el fondo, mientras los dos gemían al unísono, mirándose a los ojos, ¡qué placer! ¡Qué asombrosamente tórrido era…!

"Tontorrón mío, ¿cómo puedes ser tan deliciosamente inocentón….?" Se preguntaba Dulce mientras Beto la abrazaba por los hombros y la cintura y el suave movimiento de sus cuerpos para iniciar el mete-saca provocaba olitas y el chapoteo del agua parecía cantar para ellos.

"Es distinto bajo el agua… parece como más tirante, más estrecho… ¡me gusta mucho!" se decía Beto, que hubiera deseado tener cien manos para tocar a Dulce todo lo que quería. Le acariciaba la espalda para que ella se estremeciera de gustito, pero también quería tocarle las nalgas temblorosas, también quería abrazarla fuerte contra él, también quería tocarle los pechos blanditos y calientes, también quería acariciarle la cara… pero Dulce empezó a acelerar y ya no fue capaz de pensar más, sólo de sonreír por el intenso placer que sentía. A cada embestida su tita parecía gritar de gozo por la calidez en que la sumergían, y el agua que latía entre ellos pegaba en sus bolitas, acariciaba la zona interior de sus muslos y hacía que le picase el agujerito trasero, "Dulce lo besó una vez, me dio mucha vergüenza, pero fue estupendo…"

-Aaaah… qué rico… me gusta mucho hacerlo bajo el agua… - admitió Dulce, y Beto sólo pudo asentir, acariciándole los costados, haciendo casi cosquillas para que ella se estremeciera sobre él, ¡cuánto le gustaba! Cada movimiento se transmitía a su tita deseosa y la torturaba de placer, y ella parecía tan vulnerable, estaba tan guapa cuando se revolvía así entre sus brazos… A ella el oleaje producido por las embestidas le acariciaba el clítoris, cada bajada le gustaba más, era como una especie de beso y palmada sobre su punto mágico… que después se expandía por su sexo, lo acariciaba hasta el ano, cosquilleaba sus nalgas al final… ¡qué bueno era!

-Dulce… es… es muy bueno, pero no me aguanto,… no me aguanto más… - Beto temblaba de pies a cabeza, con una sonrisa de placer en los labios que vacilaba, porque quería a la vez correrse y no correrse. Dulce le sonrió y aceleró más aún. Beto gimió, derrotado, sintiendo que pasaba el "punto de no retorno", a partir del cual, su orgasmo era inminente y ya no podía hacer nada por aguantarse, incluso si Dulce parase ahora por completo, él eyacularía, sólo que no sería igual de bueno que si se movía… pero su novia no paró, se enderezó para ponerse totalmente de rodillas y jadeando de placer y esfuerzo, empezó a botar sobre la tita de Beto, profundamente y deprisa, subía hasta arriba del todo y se dejaba caer, esas embestidas profundas le encantaban, y también a Beto, que efectivamente, no pudo soportar el placer y, agarrado a las caderas de Dulce, sintió que se le escapaba la vida por entre las piernas, gimió desmayadamente mientras la deliciosa electricidad del orgasmo se adueñaba de su cuerpo, subiendo por su columna vertebral y encogiendo los dedos de los pies, dando convulsos golpes de cadera… Dulce le miraba gozar, poner todas esas adorables caritas, de sorpresa, desamparo, placer, incredulidad, gustito… esas sonrisas desmayadas, esos ojos en blanco, esos hombros encogidos por el escalofrío supremo… y también para ella fue superior a su resistencia, y gritó sin poder contenerse cuando el chispazo maravilloso hizo explosión en su sexo, se estremeció y tembló cuando las contracciones de su vagina apresaron y abrazaron la tita de su novio, mezclando el cosquilleo con el placer indescriptible que erizó todo su cuerpo y el indecible bienestar que la invadió…. Con un último gemido en el que pareció expirar, se dejó deslizar de nuevo hacia el pecho de Beto, que la recibió con los brazos abiertos y los dos se sintieron presos de una dulcísima sensación de relajación y somnolencia

-¡Blougfhs! ¡Puaj! ¡Atjó, atjó! Aaghh… - Moraleja: Por relajado que estés, NUNCA te duermas en una bañera llena de agua… y jabón. Y luego de aprender tan valiosa lección, los dos estallaron en carcajadas.


-A ver, deja que le seque bien la espalda a mi Beto, ¡corazoncito! – Dulce llevaba puesto el sostén y las bragas, que había enjuagado y escurrido bien y que luego había secado un poco a base de girarlos. Desde luego distaban mucho de estar secos, pero con los vaqueros y la camiseta encima, no se notaría. Beto y ella se habían envuelto en toallas y después de unos buenos abrazos, ella le estaba secando, acariciándole con la suavísima toalla blanca. Beto sonreía y se dejaba mimar, disfrutando de los besos que ella le daba en el cuello y los hombros al secarle. Bajó con la toalla para secarle también por las piernas y cuando le secó las nalgas, le abrazó por la cintura y depositó un sonoro beso en cada cachete.

-¡Mmmh, jijiji, ¿qué me haces?! – Beto siempre sería un timidón, pero cuando Dulce se apretó contra sus nalgas y frotó su mejilla contra ellas, suspiró con ternura.

-Tienes un culito tan rico… tan blandito y tan suave. Es como los mofletes de un niño, tienes culito de bebé, tan achuchable… tan mullido… ¡Oye, qué nombre tan bueno! ¿Te molesta si te llamo "culito mullido"? – preguntó Dulce poniéndose en pie y abrazándole frente a frente.

Beto quiso contestar que a él no le molestaba nada de lo que ella hiciera, que podía llamarle como quisiera, pero se le escapó la risa floja por el mote. Mientras se vestían, apenas podía hablar, cada vez que lo intentaba, se le escapaba la risa, pero Dulce le acercó los calcetines y le sonrió:

-Corazoncito… y no debes preocuparte más por esa tontería. Ahora, se pueden quitar los tatuajes con láser, no duele, no deja marca, y en unas cuantas semanas te habrás desecho de esa gamberrada, ¿te gustaría?

El funcionario no podía ni creer lo que oía, ¿de verdad podría quitárselo…? Asintió y Dulce, ya vestida por completo, le abrazó.

-Podrás ir sin calcetines, Culito mullido… para que pueda besarte todos esos deditos, y hacerte muchas cosquillas, y me acaricies con ellos, y hagamos cositas que te encantarán… - dijo, y le besó. Fue un besito corto, juguetón, pero Beto le devolvió un feroz beso de los de meter la lengua hasta la garganta, para asombro de la propia Dulce.

-¡Sin calcetines! – gritó, y antes de que ella pudiera darse cuenta de más, se la cargó a la espalda, a caballito. – ¡Y haremos cositas!

-¡Sí! – gritó ella, riendo a carcajadas de puro contento y salieron de nuevo hacia la discoteca gritando al unísono – ¡Sin calcetines, sin calcetines…!