Zulema (2)

Como habíamos quedado, apenas anocheció...

El segundo encuentro

Como habíamos quedado, apenas anocheció pasó a buscarme por el sitio convenido, y desde el primer instante quedó definido, al menos para mí, de que se trataba y en que consistiría nuestra relación de allí en adelante.

Lo sentí dentro de mí sin dudas, con total claridad. Lo nuestro era pura y exclusivamente, pasión. Pasión instintiva, sensorial. Nada de zonceras sentimentales. Si lo decimos en términos simples, todo era calentura, deseo, sensaciones, físico puro, sexo, placer animal y punto, y todo estaba bien así, perfectamente bien.

¿Y porque esa certeza? Porque de solo verlo venir, me empecé a sentir excitada, pero no excitada emocionalmente sino excitada físicamente, caliente, empecé a sentir que me humedecía y no ùde reprimir un movimiento de mis piernas apretándo los muslos para sentir mas fuerte las sensaciones que empezaban a surgir en mi entrepierna y en esa zona sensible que hay entre la concha y el culo.

Detuvo el auto a mi lado y me abrió la puerta inclinándose desde su asiento, de modo que tuvo oportunidad de ver de cerca mi movimiento cuando empezaba a aflojarme para subir, y me dirigió una sonrisa pícara, mientras con su mirada marcaba el centro de mis reacciones, volviendo enseguida a mirarme a los ojos para percibir mi mirada de asentimiento.

Terminé de subir y me senté a su lado separando ligeramente las piernas, invitándolo con mi actitud a tocarme, cosa que no dudó en hacer, y de inmediato tomó con su mano derecha mi muslo izquierdo bien arriba, casi en contacto con mi vulva, haciendo allí una leve presión abriéndome un poco mas, cosa que le facilité totalmente para que su mano subiera hasta tocar mi sexo, ya que lo deseaba desesperadamente.

Cuando sus dedos rozaron la tela de encaje de mis braguitas, yo ya estaba totalmente mojada, y no pude reprimir un estremecimiento. Tanto que me dijo: - "Parece que hoy te viniste preparada para todo..."

A lo que solo respondí: -"Tanto que no se si vas a poder conformarme..."

Sin mas, arrancó el auto y antes que me preguntara nada, le dije que fueramos al hotel mas cercano que hubiera que los gastos corrían por mi cuenta.

No tardamos ni diez minutos en llegar hasta el interior de una habitación a la que entramos directamente desde la cochera cerrada, y el no había terminado de cerrar la puerta cuando yo ya estaba totalmente desnuda y desparramada en la cama, tocándome y gimiendo de calentura.

Se quitó la ropa a los tirones y prácticamente saltó encima de mi, con una erección espectacular, queriendo penetrarme de inmediato por adelante, pero yo tenía otros planes. Aferré firmemente su pija para impedir que me la pusiera por allí, y levantando mis piernas por sobre sus hombros, lo dirijí al agujero de atrás (el camino de tierra, según sus palabras) y ni bien lo sentí apoyado en la entrada, con la otra mano tomé su cintura y tiré muy fuerte de ella, haciéndolo entrar en directo, sintiéndolo con fiereza, en toda su potencia, sin darle tiempo a que me lubricara con mis propios jugos o con saliva, ya que quería experimentarlo brutalmente, y así fue. Sentirlo entrar de esa manera, me hizo dar un grito de dolor, pero a la vez me calentó mucho mas, y los pezones se me pusieron duros de golpe, como si al metérmelo de esa manera, me los hubiese inflado. A el también le dolió, a la vez que le gustó. Fue tan poderoso todo, que allí nomás tuve un orgasmo a la vez que el también se corría dentro mío.

Cuando quiso salir, lo retuve y le dije que quería que me diera por el culo hasta que yo le avisara. Pareció que le hubieran dado un hermoso regalo por la sonrisa de alegría que me devolvió mientras me daba un tremendo empujón a la vez que me preguntaba: -¿Así es que te gusta? a lo que solo pude responder con un: -"Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, assssiiiiiiiiii, destrozaaaaaaameeeeeeee!!!" mientras sentía como si mi cuerpo se derritiera alrededor de su verga caliente y dura a la vez que mi mente comenzaba a perder la noción de todo lo que no fuera gozar.

Estuvo entrando y saliendo de mi culo continuamente hasta que luego de cuatro o cinco acabadas fulminantes, empezó a apagarse el placer para dejar paso a un ardor que cada vez era mas y mas incómodo. por lo que le pedí que saliera un poco. Cuando la sacó, me ganó un vacío que me dolió mas que cuando me la metí, por lo que no pude menos que pedirle que me la pusiera de nuevo, pero esta vez por adelante. Otra vez entré "al país de las maravillas", en el que mi cerebro pasaba de las sensaciones en toda mi pelvis a mis tetas continuamente chupadas, mordidas, lamidas por su boca llena de ganas y de allí a mis manos, aferradas a sus nalgas fuertes y firmes, o acariciando sus bolas por debajo de mis piernas, de las que tiraba hacia mi cuando sentía que sus arremetidas contra mis concha se hacían menos agresivas. Eataba disfrutando de cada sensación, y no quería perderme ni siquiera el dolor. No lo van a creer, pero realmente me desmayé del placer, al punto que, según el me contó después, solo se distinguían mi respiración superficial, entrecortada y rápida, junto a una sonrisa de total gozo y mis manos que no dejaban de aferrar sus bolas.

Cuando me recuperé, me levanté para dirigirme al yacuzzi de la suite, pero el dolor que subía desde mis dos trajinadas cuevas hizo que mis pasos no fueran de lo mas elegantes, por lo que me preguntó que me pasaba, a lo que le respondí: -"Me pasa que me has culeado como jamás me lo habían hecho, y no solo me duele, sino que también me gusta que me duela... Y me gusta tanto que casi te pediría que me mates a culeadas, pero si me matas a culeadas no voy a poder seguir gozándote, y eso sería un desperdicio".

Se levantó de la cama de un salto, me tomó en sus brazos alzándome en vilo para llevarme hasta el yacuzzi, y mientras me llevaba no pude menos que tomar con una de mis manos su pija que ya estaba parada de nuevo, y comenzar a masturbarlo lentamente y con gran suavidad, de una manera que le resultaba totalmente enervante.

En el yacuzzi nos relajamos y descansamos, no sin dejar de besarnos, chuparnos integros, tocarnos, meter nuestros dedos y lenguas en todos y cada uno de los agujeros de nuestros cuerpos, de manera que al cabo de una media hora, estábamos en condiciones de empezar de nuevo, y sin siquiera secarnos, nos tiramos en la inmensa cama para volver a la deliciosa batalla del placer y del sexo, en la que todo vale, y cuyo único límite es la resistencia física. Donde solo se termina cuando se ha gozado tanto que el cuerpo ya no disfruta mas, y empieza a experimentar solo dolor.

Yo caí en la cama boca para arriba, con las piernas y brazos muy abiertos, y el aprovechó para hundir su boca en mi concha, chupándola con fuerza. Sentía como los labios de mi vulva eran arrastrados dentro de su boca, que tironeaba de ellos con fuerza, arrastrando el clítoris y mis jugos que fluían incontenibles, a la vez que sentía como fluía hacia ellos mi sangre caliente, poniéndolos turgentes, y erizando toda mi piel, haciendo que mis aureolas y pezones me dolieran de duros, y que necesitara apretarlos entre mis dedos, ya que sus manos estaban ocupadas aferrando fuertemente mis glúteos a la vez que metía simultáneamente los dedos medios de ambas manos en mi culo, abriéndolo, forzando mi esfínter hasta que el dolor me obligaba a empujar hacia arriba con mis caderas, con lo que su mentón se me clavaba en la línea detrás de la concha, aumentando la fuerza de los espasmos de los múltiples orgasmos que me provocaba, haciendo mas placentera la tremenda mamada que me estaba propinando.

Jamás antes de ese día imaginé que podía ser tan diferente una mamada. Estaba acostumbrada a esas simples, donde con la lengua te lamen el clítoris y los labios, y te hacen llegar a acabar casi igual que si te estuvieras haciendo una paja con un consolador de gelatina. Pero esta... ¡Si que era realmente algo diferente!

Entre mis gritos de placer, mis pedidos de que lo hiciera cada vez mas fuerte, mis manos que de a ratos se aferraban a mis tetas hasta casi hacerme daño, y de a ratos se aferraban a su cabeza para apretarla con desesperación contra mi sexo, hasta sentir sus dientes clavarse contra el hueso de mi pubis, el placer que estaba experimentando era realmente salvaje, bestial, increíble.

Cuando solté su cabeza y la empujé para que me liberara, sentía que la vulva me palpitaba y me ardía. Se lo dije, y riéndose entre dientes me acercó un espejo que había sobre la mesita al lado de la camapara que me la viera bien; la tenía tumefacta, morada, igual que esos moretones que suelen hacerte en el cuello o en las tetas en los momentos de mas calentura, y me empecé a reir con una risa incontenible, que no tenía explicación, y que solo se detuvo cuando sus labios, con parte de los jugos que me había extraído a chupetones, se unieron a los míos para que ambos nos bebiéramos el sabor y el olor de mi placer, lo que hicimos en un largo beso en el que nuestras lenguas luchaban por llegar hasta el fondo de la boca del otro. Luego el me puso dentro de la boca la morada cabezota de su choto, que estaba caliente, dura, y que requería de una urgente mamada igual o mejor que la que el me había dado a mi.

Con mi lengua comencé a friccionar el surco de abajo, donde está su punto mas sensible, a la vez que la chupaba con fuerza mientras con mi cabeza hacía un movimiento de entrar y salir a la vez que hacía un movimiento de giro para un lado y el otro, y con las manos le acariciaba y apretaba con suavidad los cojones, siguiendo la raíz del mienbro hacia su nacimiento, acercándo mis dedos a su culo, y metiéndole dentro uno de ellos de vez en cuando, estimulando el abultamiento que tiene allí, apenas entras, hasta que sobrevino la mas grande acabada de ese día. Su esperma saltó dentro de mi boca, llegándome intensamente caliente a la base de la lengua. Intensifiqué mis chupadas, envolviendo a la vez su pija con la lengua y la suave mucosa del interior de mis mejillas, logrando que se corriera por completo. Allí la fui juntando, hasta que noté que ya no salía mas, entonces deslicé la polla fuera de mi boca en una última suave y larga chupada, para poder hacer que su leche llegara hasta la punta de mi lengua, en una especie de buche que me permitió sentir integramente el delicioso sabor ligeramente dulce que solo he encontrado cuando me acaban en la boca con todas las ganas. Tragué parte de la leche, y con la otra parte a flor de labios, le dí un beso en la boca, de modo que entre los dos compartimos sus jugos igual que antes lo habíamos hecho con los míos.

Abrazados y besándonos nos quedamos dormidos. Cuando nos despertamos, nos dimos una deliciosa ducha tibia juntos, abrazándonos con ternura y acariciándonos suavemente al enjabonarnos, enjuagarnos y secarnos, pero ya sin fuerzas para mas sexo. Cuando fui a pagar la cuenta, supe que habíamos pasado cuatro horas de placer tan intenso y ruidoso, que hasta el discreto dependiente del hotel se permitió un par de bromas al respecto, las cuales no estaban excentas de envidia de su parte.

Me devolvió a la casa de mis primas, donde nos despedimos una vez mas besándonos profundamente, y quedamos en vernos dentro de dos días, pero por mi causa no volvimos a vernos hasta una semana después.

Sucede que su gran chupada me dejó un moretón tal en los labios de la vulva que cuando orinaba sentía ardor y hasta el roce de mis pequeñas tangas me provocaba malestar, por lo que me mantuve encerrada y desnuda ardiendo de ganas e imposibilitada de satisfacerme, quedandome solo juguetear con mis tetas, pellizcando y mordiendo mis pezones, por lo que me deliraba y enloquecía de deseo cada día mas esperando nuestro nuevo encuentro, juntando mas y mas calentura, que solo se hacía soportable con el auxilio de suaves y prolongados chorros de agua bien fría en el bidet del baño. Para colmo de males, cuando al segundo día no me presenté, me llamó por teléfono para saber el porque de mi incumplimiento, y debí contarle todo. Eso lo exitó, ya que comenzó a pedirme detalles, y al cabo de un rato de estar hablando, empezó a decirme lo caliente que estaba, y que continuara contándole para masturbarse con mi relato. A medida que yo hablaba, escuchaba sus exclamaciones y gemidos, por lo que mi calentura fue en aumento sin poder tocarme y mis ganas crecieron tanto, y mi cerebro me bombardeaba tan intensamente con las imágenes de la última encamada, que tuve un tremendo orgasmo doloroso, pero fue el primer orgasmo de mi vida que en lugar de darme tranquilidad, me dejó mas alterada y sin control.

Necesitaba reponerme pronto para que me cojiera de vuelta.