Zulema (1)

De solo verlo me trastorné por completo, lo que me llevó a hacer cosas que ni yo misma hubiera imaginado...

Hola, que tal? Me llamo Zulema, tengo 27 años, pero lo que les voy a contar me sucedió cuando tenía 22, y es algo que a mi misma me sorprende aun hoy, a pesar del tiempo transcurrido.

Normalmente, soy bastante recatada, medida, controlada, hasta tímida y discreta, y debo serlo, pues mi cuerpo es de los que se destacan en todo momento y lugar, ya que si bien no soy demasiado alta, soy notablemente exuberante, aunque no gorda, con muy buenas tetas, grandes y muy firmes, y proporcionadas con el resto de mi cuerpo, siempre paraditas, apuntando insolentemente hacia delante, pezones grandes, duros, erguidos, oscuros, coronando unas aureolas grandes y algo prominentes, y un trasero que es admirado por hombres y mujeres por igual, como corresponde a una morena verdadera de cabellos muy largos y renegridos y ojos marrón oscuro. Nunca se me hubiera ocurrido hasta ese momento que podría alocarme así, de repente, pero ese día, honestamente no sé que me sucedió y fui todo lo opuesto a lo habitual.

La cuestión empezó cuando unas primas me invitaron a un local donde alguien daba unas charlas de cierto tema, que no me interesaba para nada, pero como no tenía nada para hacer, me dejé convencer.

A poco de llegar, apareció el encargado de conducir la charla, y de solo verlo, me sentí atrapada, "flechada" como se suele decir, casi como un hechizo, como un golpe en la cabeza, no se.

Verlo y transformarme fue todo una sola cosa, y me pasé toda la charla viéndolo, sin escuchar nada de lo que decía, solo sintiendo ese magnetismo que brotaba de el obnubilando mi razón, al extremo que cuando terminó la exposición, y después de las preguntas, al acercarse la concurrencia hacia el, no demoré nada en unírmeles, y me las ingenié para quedar a su lado, de manera que la gente, al pugnar por acercársele, me apretaban contra el, lo cual me provocó, para mi propia sorpresa, un repentino, fugaz pero hermoso orgasmo, cuando la imagen de sus manos grandes y fuertes acariciando mi cuerpo destelló en mi mente.

A medida que pasaba el tiempo, todos los oyentes se iban retirando, y mis primas sin entender que hacía yo también se fueron mientras yo porfiadamente me quedaba allí, cerca de suyo hasta que quedamos los dos solos en el salón vacío.

Él comenzó su camino hacia la salida, y yo a su lado, con una charla banal, lo mantenía pendiente de mí.

No tardó en darse cuenta que mi persistencia nada tenía que ver con la disertación, y si con otros intereses, por lo que nada lerdo me ofreció acercarme hacia donde yo quisiera. Por supuesto acepté, ya que eso era lo que estaba buscando; cortesmente me abrió la puerta del auto, para luego dirigirse al puesto del conductor y subir.

Descaradamente, me acerqué a el lo más posible, mientras emprendía la marcha.

Mi actitud lo estimuló y a poco de andar, su brazo derecho se insinuó sobre mis hombros, a lo que yo respondí acercándome mas y tomando su mano derecha, para acercarla como por descuido hacia el escote de mi blusa, que era muy amplio y permitía un excelente acceso visual y táctil a mis generosos pechos, y hacer que sus dedos rozara mi piel, estremeciéndome y excitándome hasta niveles increíbles, a la vez que el se empezaba a poner a tono con mis urgencias. A tal punto que de inmediato me propuso ir a no sé que sitio discreto donde conversar tranquilos y llevada por mis impulsos y deseos, acepté.

Enfiló por un camino que se alejaba de la ciudad, y al cabo de algunos minutos se detuvo en un parque apartado del camino y de la vista, muy agradable y apacible. No vacilé y acerqué mi cara a la suya, ofreciéndole mis labios, que aceptó de inmediato apoderándose de mi boca con real hambre de besos. Sus labios firmes, sensuales, semiabiertos, ganaron los míos, y sentí un shock cuando su lengua comenzó a jugar con la mía, saboreándome y permitiéndome sentir sus sabores. Mi corazón latía enloquecido, mi cuerpo temblaba de deseo y buscaba el contacto con el suyo con desesperación, por eso me sentí inundada de placer cuando al besarme me iba rodeando con sus brazos con fuerza, hasta llegar a mantenerme apretada contra su cuerpo con un abrazo tierno pero firme, haciendo que mis tetas apretadas contra su pecho fueran un manantial de sensaciones transmitiéndome fortísimas señales excitantes, hinchando y endureciendo mis areolas y pezones, humedeciendo mi concha y despertando mis mas escondidos deseos, por lo que poco a poco mis manos comenzaron a acariciarlo, levantando poco a poco su camisa, buscando su piel, en una clara invitación para que sus manos imitaron a las mías, por lo que no tardé en quedar desnuda de la cintura para arriba, pues acompañando a sus movimientos, le ayudé a que me despojara de mi ropa, gozando de sus caricias, erizándome cuando tocaba mis pezones por encima de mi corpiño primero, revolucionando mis sentidos al tocarlos desnudos luego de apartarlo hasta quitármelo y sintiendo aumentar mi deseo cada vez que su boca se acercaba mas al nacimiento de mis pechos hasta sentir una explosión de sensaciones cuando por fin su lengua llegó hasta mis pezones precediendo a sus labios que luego se apoderaron de ellos mojándolos con su saliva, que me sabía a bálsamo al colmar las ansias de entregárselos provocadas por una locura de deseo que me trastornaba y dominaba, mientras bajo las oscuras aureolas sentía crecer la fuerza de mi cuerpo clamando por ser tomado, y que hizo que yo tomara una de sus manos para ponerla sobre una de mis tetas apretándola allí, guiando sus dedos para que se posesionaran del pezón, y pidiéndole con una voz débil y enronquecida que me lo apretara con ellos, para luego guiar su otra mano hasta mi entrepierna. Tanto lo deseaba, que bastó que uno de sus dedos llegara a rozar levemente los labios externos de mi vagina por encima de la bombacha, para que se desatara en mi otro orgasmo, y por eso fue que apenas me repuse del mismo, que se había encendido en mi cerebro como un relámpago, con mis dos manos tomé la suya y la llevé firmemente hacia mi sexo, a la vez que la retenía allí oprimiéndola con mis muslos sintiendo su calor y entregándole el mío, por lo que con seguridad a la vez que suavemente, fue apartando el encaje de mi bombacha, mientras acariciaba los gruesos labios mayores que se separaron suavemente como sonriendo felices cuando abrí mis muslos para permitirles penetrar en mi concha con mayor comodidad, deslizándose hacia dentro suavemente gracias a la inmensa lubricación que me inundaba. Cuando acarició mis ninfas, comenzó una larga contracción en mi vientre, justo en el fondo del útero, y se convirtió en algo así como un terremoto cuando sus dedos hicieron de mi clítoris su juguete, y no pude contener en mi garganta un sonido que comenzó como un suave gemido, para crecer junto con el nuevo orgasmo que me incendiaba, hasta convertirse en un grito de placer que el intentó acallar apresando mi boca con la suya, mientras mordía mis labios, y luego acompañó con sus mas deliciosas chupadas en mis tetas, comiendo mis pezones y regalándome un chupón deliciosamente morado, placenteramente doloroso, justo por encima de mi aureola derecha, en un lugar provocadoramente visible, que no dejaba dudas a quien lo viera de la noche de lujuria que había disfrutado, y el que lucí a la vista de todos (y contestando a quien me preguntara que esa era la prueba de cuanto placer me estaban haciendo sentir) mientras duró (y que le rogaba hiciera de nuevo cada vez que volvíamos a disfrutar de nuestros cuerpos mutuamente) A todo esto, ya no podía esperar mas y abrí su pantalón en busca de su sexo, y fui yo la que en pocos movimientos quitó mi minifalda y mis braguitas ni bien su gesto buscó mis caderas y se insinuó entre mis muslos. Es decir, que me entregué totalmente a todos y cada uno de sus deseos y los míos, buscando su sexo, sentándome en su regazo, cara a cara con él, dirigiendo con una de mis manos su vara deliciosa hacia mi almeja que resumaba ya los líquidos nacidos en mi gran excitación, la cual ya tenía características de conmoción, consiguiendo hundirla dentro de mí de un solo envión, hasta sentirla golpear con deliciosa fiereza en el fondo, casi como empalándome, lo cual me provocó de inmediato, entre deliciosos dolores, un nuevo y poderoso orgasmo, mas fuerte y persistente que el anterior, que fue tan espectacular y le sorprendió tanto por su fuerza como por su duración, ya que a cada golpe de su ardiente esperma dentro de mí, mi cuerpo respondía con una nueva y poderosa contracción de mi vagina, que trabajaba como una boca que lo mamara con todas las fuerzas, por lo que me preguntó si hacía mucho tiempo que estaba en abstinencia ya que no era frecuente tanta calentura y tanto deseo con tantas acabadas seguidas en una mujer de vida sexual normal, a lo que respondí con la verdad, o sea que no estaba en abstinencia ni nada parecido (tengo un cuerpo y unos rasgos que hacen que tenga a mi disposición cuanto hombre desee en el momento que yo quiera), pero que el me había atraído tan poderosamente como nunca me había sucedido, despertando sensaciones tan fuertes e incontrolables, que rato antes, en público, de solo imaginar sus manos tocándome me había provocado un orgasmo que hasta me pilló desprevenida.

La verdad es que, pese a que habitualmente no era multiorgásmica, ese día tuve tantos orgasmos que perdí noción de la realidad, y llegué a pedirle estando totalmente desnuda, que me llevara a caminar e intenté bajar del auto y salir caminando así, al punto que tuvo que sacudirme para volverme a la realidad y hacerme entender que estaba desnuda y que debía ponerme mis ropas para ir a alguna parte. Una vez salida de mi trance de placer hipnótico, me aproveche de su sorpresa, y para aceptar lo que me decía le obligué a darme una última (¿?) satisfacción, que consistió en hacer que me lo metiera por el culo (lo cual concreté varias y repetidas veces) ya que ese era el único camino que no le había abierto todavía y que más deseaba que él recorriera, y para ello, cuando accedió, tomé su miembro con mi mano derecha, y luego de acariciarlo con mi lengua, y chuparlo repetidamente dentro de mi boca para lubricarlo abundantemente con mi saliva y estimularlo para que alcanzara de nuevo toda su firmeza, me senté de nuevo sobre el, dirigiéndolo hacia mi agujerito marrón, y me afirmé en su capullo delicioso con todas mis fuerzas, sin piedad ni para el ni para mi, introduciéndomelo de golpe, sintiendo como me abría casi hasta desgarrarme, pero dándome a la vez otro orgasmo incontenible por el solo hecho de penetrarme. Sentirlo dentro de mí fue la señal que necesitaba para volver a agitarme, y recomenzar los frenéticos movimientos de sube y baja, de manera que entrara en mi sin pausa ni decoro, invadiéndome, obligándolo a que me disfrutara, me usara y me abusara, llenándome de éxtasis y semen, y poniéndome a mi misma al borde del delirio, agotando por mi propia voluntad las pocas fuerzas que me quedaban en pos del placer mas extremo, llevándome yo misma hasta el desfallecimiento y la mas gozosa pérdida de la conciencia, hasta casi desmayarme, entre los estertores de múltiples nuevos orgasmos.

Nos quedamos allí, abrazados, desnudos y semidormidos hasta que se empezó a insinuar la claridad del día, la cual nos obligó a reanimarnos lentamente, mientras con suaves caricias y largas miradas reiniciamos el ritual de besarnos, tocarnos y recorrer con nuestras bocas nuestros cuerpos que se volvieron a encender, hasta concretar una nueva penetración por detrás, en la que me apreté con todas mis fuerzas a sus caderas, haciéndolo llegar tan profundamente dentro de mí como nunca antes me habían penetrado, arrancándome gritos de placer con cada espasmo orgásmico, en los que sentía los chorros calientes de su esperma llenándome a la vez que me ocasionaban oleadas de dolor que acrecentaban el gozo que sentía.

Nos vestimos con desgano, y retornamos lentamente a la ciudad, hasta la puerta de la casa de mis primas, donde nos despedimos con un largo, demorado, húmedo y cálido beso, quedando en encontrarnos pocas horas mas tarde. Pero el segundo encuentro se los contaré en el próximo relato.