Zoe Foster

Sus manos me colmaron de felicidad y de gozo, mis pechos ahora era el centro neurálgico del placer y yo...

2

Durante la cena no hablamos del tema, luego vimos nuestra peli de los sábados y comimos palomitas.

Para nuestra sorpresa, la película no era otra que “Eyes wide shut”, así que cuando estábamos en la oscuridad del salón, la pantalla se llenó de coitos simulados, pechos, tetas, culos y coños de mujeres por doquier.

— ¡Oh, qué excitante no cariño! —exclamé por sorpresa.

— ¡Oh si mamá, es lo más parecido a una peli porno! —sonrió.

— ¿Tú ves porno verdad Derek?

Mi pregunta le desconcertó, tras una pausa para la reflexión contestó.

— ¡Claro que sí, todos mis amigos lo ven!

— ¡Si, es lo que esperaba oír! —dije yo.

Seguimos viendo la peli, con sus escenas calientes.

— Antes, cuando te tocaba los pechos, ¿sentías placer?

— ¡Claro Derek, mucho! —respondí tocándole el brazo, pues estaba sentada a su lado.

— Pero en la vagina no sientes nada, ¿no?

— No, por ahí ya te digo que no, pero por el ano es otra cosa. Aunque lo que más me gusta son las caricias en los pechos, ¿sabes?

Derek asintió y seguimos con la peli.

— ¿Te gustan? —le dije juntándolos sensualmente en la penumbra y levantándoselos, como si se los estuviera ofreciendo.

— ¡Claro, los tienes muy grandes y muy suaves también! —contestó con inocencia.

— ¿Y mi culo, te gusta mi culo?

— ¡Claro, Frank siempre decía que tienes un culo muy bonito!

— Si, eso es cierto —concluí satisfecha y llena de orgullo.

No podía creerlo, la peli y aquella conversación me habían vuelto a poner muy cachonda.

— ¿Y antes? ¿Te gustaron mis caricias?

— ¡Oh sí, claro! No me esperaba algo así, ¿la verdad? —me confesó un poco avergonzado.

— ¿No crees que fui un poco guarra por hacer algo así?

— ¡Oh no mamá! Fue la situación, nos dejamos llevar, no te martirices por ello.

— No lo hago Derek, sólo me preocupaba lo que tú opinases.

Dejamos un tiempo para la reflexión y el silencio mientras la película seguía, lenta en su desarrollo y cada vez más aburrida.

— ¿No te gustaría jugar otro ratito? —me insinué acariciándole la cara interior del muslo.

— ¡Oh mamá, yo no quisiera estar importunándote todo el rato! —se excusó él con cierta vergüenza.

— No me importunas, ¡tú tranquilo! ¿Quieres mamar como cuando eras pequeño?

— ¿Mamar? —preguntó sin comprender.

— Si, de pequeño te encantaba mamar, ¡anda ven aquí!

Lo hice tumbarse boca arriba en el sofá, con la cabeza apoyada en mis muslos, entonces me quité la camiseta y el sujetador y puse mis pechos desnudos y bamboleantes sobre su cara.

Derek permaneció muy quieto y cuando mi pezón rozó sus labios y me hizo sentir un escalofrío, su lengua salió al quite y me lamió la areola entera, primero una y luego la otra, primero un pezón y luego el otro.

¡Qué placer, qué sensación! Eché mano a su pantalón y extraje su polla erecta de nuevo a través del elástico, lo masturbé y seguí ofreciéndole mis tetas para que me las chupara.

— ¡Oh Derek, esto me vuelve loca! —grité un poco exaltada y extrañada por mi calentura ‘ in crescendo’ . ¡Muérdemelos! Pero muy suave, ¿vale?

Siguió chupándome y mordisqueándome los pezones y toda la teta, pasando de una a otra, mientras yo le masturbaba sin parar y jadeaba y suspiraba como una puta exagerando desmesuradamente para terminar el servicio antes. Sólo que en mi caso no quería que aquello acabase.

— ¡Vamos levántate! —le ordené como si estuviese enfadada con él.

Con él frente a mí y sin previo aviso, me agarré a su cintura y me tragué su polla tiesa, suspendida en el vacío. Me entró muy adentro, hasta me dio arcadas de lo profundamente que la tragué.

Mis labios de nuevo estaban tumefactos y tener su polla entre ellos fue como si me estuviese follando. Ésta siguió penetrándome hasta el fondo de mi garganta y disfruté mucho con ello, cada vez tenía más práctica y me daba inmenso placer sentir que la usaba para a su vez proporcionarle gran placer a él.

Clavé mis uñas en su culo, agarré sus testículos con ímpetu y tiré de ellos con mesura, mientras mi otra mano sujetaba su polla y la ayudaba a entrar en mi excitada boca.

Creo que cuando se corrió la tenía tan adentro que casi no fui consciente que lo hacía hasta que sentí bajar su esperma por mi garganta, seguí chupando, aunque más despacio y mamé hasta la última gota.

Al terminar Derek, cayó rendido al sofá, yo cogí un clínex de la mesa y me limpié los labios y seguimos viendo la peli que aún estaba a medias.

Mi hijo no llegó al final, comenzó a respirar profundamente, con su polla desnuda a mi lado, me dejé caer sobre ella y seguí besándola y chupándola suavemente por puro goce mío.

3

Durante la semana no hablamos más de sexo, ni tuvimos prácticas sexuales, parecía que ninguno quisiera recordarle al otro lo que había pasado en el fin de semana, pero a medida que sea cercaba el siguiente sábado yo intuía que repetiríamos.

Aquel día me llevó al centro y estuvimos paseando por largas avenidas del parque, repleto de palomas y de niños que jugaban con sus padres. Luego almorzamos en una terraza.

El día era espléndido, y yo me sentía muy afortunada por disfrutar de todo aquello. Por primera vez en mi vida me sentía inmensamente feliz y contenta con mi suerte, a pesar de que eso pueda parecer una locura en mi situación.

No paraba de coger las manos de Derek, cosa que le hacía sentir incómodo y eso provocaba miradas indiscretas de la gente, como si fuese el jovenzuelo que aquella paralítica se había ligado o incluso comprado para que la acompañase.

Por la noche nos recogimos y tomé un baño en presencia suya. Hoy me miraba más que de costumbre, mientras yo jugaba con la espuma del agua como una colegiala.

Luego me sacó y me secó en una silla y tras esto me llevó a la cama en volandas.

— Perdona si soy demasiado egoísta contigo Derek, si tú no quieres que te acaricie dímelo —le rogué en un ataque de culpabilidad.

— No digas tonterías mamá, estos juegos tuyos son también muy excitantes para mi, aunque confieso que me da vergüenza cuando lo hacemos.

— ¿Me darías un masaje en la espalda?

— ¡Claro, ahora mismo!

Derek me echó sobre la cama, boca abajo, y se sentó en mis muslos para darme el masaje, yo estaba desnuda bajo él y sentí cómo el aceite se derramaba por mi espalda, aunque luego, al bajar por mi cintura dejé de notarlo.

Sentí sus manos pasar por mis hombros, mis costillas y bajar hasta mi culo, allí lo apretó con fuerza y pude sentirlo.

— ¿Te gusta mi culo? —susurré.

— ¡Claro que sí! —afirmó rotundo.

— ¿Quieres poseerme por atrás? ¡Vamos haz lo que te apetezca! —le incité.

Aunque no podía verlo lo escuché deshacerse de sus calzoncillos, luego comenzó a juguetear con su verga entre mis cachetes mientras me daba un masaje por la espalda y me cogía las tetas por los costados, provocándome unas cosquillas deliciosas.

— ¿La tengo ya dentro?

— No, aún no —confesó sincero.

— ¿A qué esperas? ¡Vamos no me dolerá! —ordené.

Ahora sí lo sentí cómo se colocaba y empujaba mi culo, aunque técnicamente no lo sentía, es como si supiera que estaba apretando y casi pude notar cómo vencía la resistencia opuesta por mi esfínter.

— ¿La tienes dentro ya? —pregunté una vez más aferrándome a las sábanas.

— ¡Si, ya está dentro! —concluyó.

— ¿Y qué sientes? —pregunté con gran curiosidad por conocer.

— Está muy suave, es muy placentero madre —confesó Derek.

Sentía como su peso desplazaba el centro de masas de la cama. Sus manos me acariciaban los hombros, y las tetas por los costados, luego se asía a mi cintura y seguía empujándome por el culo.

— ¿Podríamos probar por el otro lado? —se atrevió a preguntar.

— ¡Claro, ya que estamos!

Me dio la vuelta y contemplé su cuerpo desnudo y su erección poderosa. Tenía un cuerpo fibroso precioso, hasta el punto de que me sentí avergonzada por mi estado físico. Delicadamente me lubricó la vagina, pues era una consecuencia de la parálisis y luego me levantó los muslos y curiosa me incorporé para ver cómo se abría paso hasta mi interior.

— ¿Sientes algo?

— ¡Claro que sí, siento en la cintura tu peso aplastándome contra las sábanas, siento cómo mi espalda se curva por el esfuerzo, siento tus manos cuando me acaricias los pechos, hasta puedo sentir tu respiración entrecortada cuando me penetras! Todas estas sensaciones me abruman, tanto que no puedo pensar cómo antes no era consciente de lo maravilloso de este acto, aunque tú seas mi hijo y yo tu madre. Vamos acaríciame los pechos como te he enseñado, yo también quiero disfrutar.

Sus manos me colmaron de felicidad y de gozo, mis pechos ahora era el centro neurálgico del placer y yo sentía que mi vagina, aunque paralizada también proporcionaba gozo a su verga. Ambos en íntima unión gozamos del encuentro y el final llegó cuando su verga salió de mí y me regó con su leche en la barriga, sentí la cálida sensación cuando lo hizo, me alcanzó hasta los pechos, casi hasta la cara y experimente un gozo inusitado al sentir la potencia de su orgasmo. Todo era tan nuevo, todo era tan distinto, quien piense que una mujer paralítica no puede gozar del sexo, no puede sentir y experimentar tanto o más placer que antes, por el sólo hecho de no tener sensibilidad en la vulva y el clítoris, ¡no sabe lo equivocado que anda!


Siete Madres Desesperadas es una recopilación de relatos cortos, de cuatro capítulos cada uno, con la excepción del penúltimo, que cuentan la caliente historia de una madre diferente. Acabas de leer la historia de la madre Zoe Foster, ¿te atreves a descubrir el resto?