Zoe Foster

Por suerte siempre he tenido unas buenas tetas, así que...

Foster, Zoe

En mi vida todo comenzó a ir muy rápido. Ascendí rápido en mi carrera profesional, despertando muchas envidias en los hombres, pero sobre todo en las mujeres, pues no hay nada peor que la envidia en una mujer, nos volvemos como gatas en celo.

Tenía un BMW de gran potencia con el que iba todo el día corriendo de reunión en reunión, de ciudad en ciudad, de casa al trabajo y del trabajo a casa.

Pero de repente todo se detuvo para mi, fue como si la realidad se congelase, cuando vi aquella hormigonera acercarse como a cámara lenta, como en una película de acción a mi coche.

Creí que me daría tiempo a esquivarla, pero no, el choque lateral fue brutal y luego mi coche se salió de la calzada y fue dado tumbos hasta detenerse. Esa parte no la recuerdo muy bien, pero sí cada milésima de segundo en la que veía aquel camión acercándose al lateral donde yo estaba al volante.

A partir de aquí todo fue mucho más despacio, hasta el punto de que los días parecían meses y los meses años.

Tuve que adaptarme a mi nueva vida, por suerte el seguro me pagó unos buenos médicos y rehabilitadores, que me hicieron el camino de adaptación un poco más sencillo.

Especialmente recuerdo a Frank, mi fisio, él me veía cada semana y me daba masajes en las piernas y procuraba que estuviesen en forma, como él decía. Aunque ya no me valían para andar, sólo eran parte de mi cuerpo, pero no las sentía, aunque a veces creía tener sensaciones extrañas de tacto en mi piel, eso decía que era buena señal, aunque ni por asomo esperábamos una curación milagrosa, estas cosas no se curan como así fue.

Otro gran apoyo en mi vida fue mi hijo Derek, de repente yo me convertí en el centro de su vida y de sus atenciones, en mi cuidador y mi acompañante en todas las sesiones de rehabilitación y de estudios médicos.

Yo le insistía en que saliese con sus amigos, pero él se negaba a dejarme un sábado por la noche sola en casa, así que veíamos películas mientras comíamos palomitas y nos acostábamos tarde.

Con Derek tuve que superar todos mis pudores, pues requería que él me ayudase para ir al baño, para bañarme y para vestirme. Hasta se convirtió en un buen estilista y me ayudaba a arreglarme y peinarme cada mañana.

Un día en mi sesión semanal con Frank ocurrió algo que dado lo despacio que transcurría todo, sería el principio de una revolución.

Yo estaba boca abajo en la camilla de masajes, mientras Frank trabajaba con mis muslos y mi glúteo, me decía que tenía un culo precioso y ponía esmero en cuidarme la musculatura de esa parte para que no se echara a perder.

El caso es que aquel día sentí excitación, por primera vez en meses, no sentía nada del otro mundo como otras veces, pero el tacto de sus manos despertó en mi una sexualidad que ya pensaba que no volvería a disfrutar.

Y se lo dije, él me sonrió y me dijo que eso era una buena señal pues, aunque no tuviese un tacto real, parecían que mi piel de alguna manera sentía y transmitía parte de esas sensaciones a mi cerebro por algún canal no cortado del todo en mi espina dorsal.

Cuando llegué a casa sentía los labios hinchados y la boca seca así que le pedí a Derek mucha agua y bebí hasta hartarme. Esa noche no podía dormir, pues tuve pesadillas donde me imaginaba con la polla de Frank en mi boca, chupándola largo rato y haciéndolo gozar con mis labios y mi lengua. Aquello no era normal, pero he de admitir que fue una de las noches más sensuales y calientes en toda mi vida. Nada, repito, nada podía aproximársele a la excitación que sentía, ni siquiera cuando tuve mis primeros juegos sexuales plenos con mi primer folla-amigo.

A la mañana siguiente Derek fue al instituto y yo me la pasé acariciándome los pechos, los pezones y tocándome los labios, de repente es como si estos hubiesen adquirido un rol que en realidad les correspondía a mis otros labios, los vaginales. Ya sé que parecerá una locura, pero así lo sentía yo. Y no paraba de imaginarme chupando pollas, especialmente la de Frank, mi fisio.

Descubrí que estar toda la mañana tocándome las zonas de mi piel que aún conservaban el tacto, resultaba delicioso, especialmente mis pechos, pero no solo ellos, también me resultaba muy sensual acariciarme el cuello, el vientre o mis labios. Recuerdo que me chupaba los dedos y emulaba una felación a una polla, esto es lo que más deleitaba mi imaginación ahora.

Cuando llegó Derek del instituto tenía los pezones tan sensibles que hasta la camiseta me molestaba, aún los tenía erizados y creo que él se dio cuenta, aunque disimuló. Nunca podría haber imaginado lo que había estado haciendo toda la mañana.

También tenía mis labios muy rojos e hinchados de emular una felación con mis dedos tantas horas, supongo que este detalle sí pasó desapercibido para Derek, como era de esperar para un hombre.

Los días siguientes los pasé igualmente, masturbándome podría decirse, y encontré gran gozo en aquellas mañanas solitarias y onanísticas. Nunca había pensado que pudiera pasarlas así tras mi accidente.

La semana pasó lentamente, más que de costumbre, era como si estuviese esperando a que llegase la próxima sesión de fisioterapia con ansiedad. Recuerdo que ese día en la sala de espera estaba tan nerviosa como una colegiala que va a salir esa tarde con el primer chico que le ha pedido salir.

La espera en la sala se me hizo eterna aquel día, finalmente entré y Frank estaba allí, sonriente como de costumbre.

— Bueno, a ver qué tal está mi culo perfecto esta semana, ¿lo habrás cuidado no? —preguntó con sarcasmo mientras me ayudaban Derek y él a tumbarme en la camilla.

— Espero que sí, he corrido dos horas todos los días —respondí.

Quedaba claro que lo nuestro era el sarcasmo, pero eso lo hacía todo más llevadero, sin duda con buen humor.

Derek a veces se quedaba un rato para verlo darme el masaje, pero ese día salió pronto, así que cuando nos quedamos solos empecé a insinuarme.

— ¿Sabes Frank? Esta semana he re descubierto el sexo —dije yo como si tal cosa.

— ¿Y eso?

— Bueno pues la semana pasada cuando me tocabas el culo como hoy, me excité —le confesé sin rodeos.

— ¡Oh, me siento alagado!

Exclamó él sin darle demasiada importancia.

— No se Frank, yo diría que sentía algo cuando me tocabas la piel, especialmente cerca de… —en aquel momento me dio vergüenza y no continué.

— Cerca del culo, ¿verdad?

— ¡Eso iba a decir! —sonreí—. Pues eso, que al llegar a casa, en la cama seguí acariciándome los pechos, el cuello y hasta mis labios.

— ¡Oh, eso suena bien!

Exclamó él mientras seguía con el masaje a mi trasero.

— ¿Sabes? Me imaginaba que chupaba una polla en lugar de mis dedos y eso me ponía aún más cachonda —le confesé.

— ¡Oh Zoe, eso es una buena noticia! ¿Y sentiste algo parecido al orgasmo? Algunas pacientes lo comentan.

— ¡Si! —grité yo—. No sabría explicarlo con palabras, no era un orgasmo, era como un placer continuo, como un éxtasis permanente que no paraba de ir y venir.

— ¡Vaya chica eso suena bien! —exclamó Frank muy caballero.

— Y desde entonces —hice una pausa estudiada para llamar su atención.

— ¿Desde entonces qué?

— Verás, yo me preguntaba si tú querrías que te ha chupara un poco, hasta he soñado contigo —le confesé al fin.

— ¡Oh Zoe! Me siento alagado, ¿sabes? Creo que voy a llamar a recepción para decir que no me pasen al siguiente paciente, así tendremos más tiempo… —dijo Frank mientras sentía que mi corazón me iba a estallar.

Me colocó boca arriba en la camilla y se puso a mi lado, sin bajarse su pantalón de trabajo, de tela blanca me dejó que fuese yo la que se lo desanudara en la cintura y lo dejara caer.

En sus slips ya abultaba su polla a media erección, la palpé por encima de la tela y la sentí palpitar. Mis manos eran como extensiones de mi mente, ellas cumplían mis deseos. Cuando la extraje y se mostró ante mí tenía el corazón a punto de salírseme por la boca, como la colegiala que coge por primera vez la polla al amigo de clase.

No tenía un pollón que digamos, pero a mí me pareció el más precioso miembro masculino hasta aquel entonces. Lo masturbé y se la puse en plena erección, tenía el glande muy rojo así que tiré de ella y él me la acercó a la boca.

La sentí entrar rozándome mis labios y sentí escalofríos recorriéndome la espalda, se me puso el bello de punta mientras esta entraba y salía siendo chupada por mis gruesos y rojos labios. Sentí la tumefacción en ellos una vez más, como si fuesen mis labios vaginales en lugar de mi boca.

Frank se deleitó con mi mamada, luego me descubrió las tetas desnudas, tapadas con una toalla y me chupó los pezones un buen rato. ¡Sentí desfallecer!

Le pedí que me besara por todo el busto y también en el cuello. Mientras yo le palpaba todo su cuerpo. Luego se subió a la camilla y me propuso que juntase mis tetas para follarme entre ellas, así que le practiqué una cubana. Hasta entonces no me había acordado de aquella práctica, que en aquellas circunstancias se me antojó ideal para mí.

Por suerte siempre he tenido unas buenas tetas, así que follarlas por mi canalillo debía ser una experiencia para él similar a la de follarme por el coño.

Luego me dio la vuelta y me puso la polla en mi culo, su precioso culo como lo llamaba, me echó aceite lubricante abundantemente y entre mis cachetes me folló. Aunque cuando quise palpar, ¡en realidad sentí que me la estaba metiendo por el culo!

Hasta entonces no fui consciente de lo que hacía, pero ahora que lo sabía sentía especial predilección por aquella práctica que hasta quedarme parapléjica me había parecido algo horrible, ¿por qué querría una mujer follar por ahí teniendo el coño, que es mucho más placentero?

Pero ahora todo parecía distinto, no podría asegurarlo, pero “sentía”, era algo especial, no sabía qué, pero al igual que cuando él me acariciaba aquella zona podía sentirlo en mi mente, cuando su polla me atravesaba el culo también podía sentirlo.

Me dijo que se había corrido en mi culo mientras se bajaba, aunque aún no habíamos acabado, así que me dio la vuelta y nos besamos en los labios. Hasta ese momento no lo habíamos hecho y sentir de nuevo los besos fue para mí otra experiencia casi religiosa como dice la canción.

Volvió a besarme el cuello y las tetas, me besó mucho rato, yo volvía tocarle la polla y a masturbarlo, se le puso dura de nuevo, estaba en éxtasis continuo.

Volvió a metérmela en la boca y la chupé una vez más, sentí su sabor con mi lengua, pude oler el olor de su cuerpo sudado por follarme antes por el culo y sentí su corrida esparcirse por mi boca cuando se corrió por segunda vez. ¡Oh, fue maravilloso!

Pero en aquel momento la puerta se abrió, una mujer entró y nos pilló. No hizo falta más que ver su gesto para saber de su desaprobación.

— ¡No es mi jefa Zoe! —exclamó Frank muy alterado cuando esta cerró la puerta sin decir nada y sin pasar.

Me dio una toalla para que me limpiase los pechos y los labios aún manchados con su leche y me ayudó a limpiarme y vestirme.

Cuando me sacó en la silla de ruedas creo que estaba más colorada que nunca, sentía que todas las chicas de la clínica sabían lo puta que era, era la parapléjica más cerda y puta del lugar, ¡sin duda, pero también la más feliz por serlo!

1

Pasé la semana entre ensoñaciones y masturbaciones, me había vuelto una experta en pasarme las mañanas tocándome y soñando con chupar otra vez la polla de Frank. Siempre que llegaba Derek me pillaba con los labios muy rojos y los pezones doloridos, pero supongo que se acostumbró.

La semana siguiente pensaba en otra ración de sexo con Derek, pero cuando llegué y pregunté sonriente por él, a la chica de la recepción se le cambió la cara.

— Ya no trabaja aquí señora Foster —dijo—, lo despidieron —susurró mientras la mujer que entró la semana pasada se acercaba a vernos.

— ¡Hola señora Foster, quiero que sepa que ya no se tolerarán mas actitudes reprochables como las de Frank en esta clínica! —dijo la puta, con toda su cara dura, creo que nunca he odiado más a una persona.

Me explicó que era ella la que había tomado cartas en el asunto y que para salvaguardar mi dignidad desde ese día sólo me atenderían mujeres en mis masajes rehabilitatorios.

Me sentí tan indignada que no dije nada, sólo me volví hacia Derek que empujaba mi silla y asistía sin comprender a la disertación de la zorra, y le pedí que me sacase de allí.

Desde mi accidente había tenido días malos, y sin duda aquél fue como una recaída en mis peores pesadillas. Ahora que podía disfrutar de mi nueva vida, esta se había sesgado. Frank no intentó contactar conmigo, luego supe por otra paciente de la clínica que tenía mujer y seguramente eso le hizo que ni intentase buscarme, nuestra aventura duró lo que dura un suspiro.

Algo que se aprende de las situaciones más duras, es que todo pasa y hay que reponerse, así que desde aquel día no volví a la clínica para mis masajes. Entre otras cosas ayudó la llamada de mi seguro que amablemente me informaba que mi póliza estaba agotada y que tenía que ahorrar en tratamientos o me echarían, quedando desprotegida.

De modo que desde entonces fue Derek quien se ofreció a ayudarme con mis piernas, después de todo Frank le había trasmitido parte de sus conocimientos cuando lo visitábamos y sabía cómo hacerlo.

Compramos una camilla como la de la clínica y los fines de semana Derek ejercitaba mis piernas y como decía Frank también mi culo.

Lo cierto es que lo hacía bien, una vez superada la timidez inicial se fue soltando y comenzamos a sentirnos cómodos con aquello.

Incluso algunos días desde la cama yo le daba masajes a él en su espalda, que a veces estaba contracturada y según decía yo lo hacía muy bien.

— Derek —le dije aquella tarde—. Sigue un poco más por el trasero, ya sabes, como hacía Frank —le pedí.

Yo llevaba mis braguitas habituales, pues me daba cosa llevar tangas sexis o braguitas con transparencias y que él los viese.

— Encoje las braguitas entre mis cachetes, así te resultará más sencillo el masaje, ¿vale? Y echa bastante aceite, —le pedí.

— Vale, pero eso manchará tus braguitas, ¿no?

— ¡Bueno entonces quítamelas! —dije yo sonriendo como si tal cosa.

— Pero mamá, no…

Vamos Derek, me ves desnuda casi a diario en el baño, ¿vas a sentir vergüenza ahora?

Mis palabras terminaron de convencerlo. Así que las deslizó por mis muslos y con el culo desnudo me echó abundante aceite como le había pedido y me empezó a dar masaje al estilo Frank, ¡con ímpetu!

Le expliqué que tenía que apretar bien la carne para que fuese efectivo y lo tranquilicé diciéndole que no me haría daño, eso le alivió y le dio confianza.

Tuvo una buena idea que fue seguir con el masaje por la espalda y bajar hasta el trasero así iba a la zona donde yo sentía y bajaba a la zona donde apenas lo intuía.

Fue cuando miré hacia atrás por el lado donde él estaba, cuando vi que se había puesto muy excitado y su pene abultaba erecto en su pantalón corto. Él se dio cuenta y se avergonzó dejando de darme el masaje y dando un paso atrás.

— Lo siento mamá, ¡yo no quería!

— Claro tonto, eso es automático, va por libre —reí yo señalándoselo con un gesto—. Vamos sigue con el masaje y no te avergüences por tu erección.

— ¿En serio?

— ¡Claro! —exclamé un poco impaciente.

Y Derek siguió tocándome la piel, sin duda mi órgano más sensible tras el accidente, especialmente cuando subía de cintura para arriba.

— ¡Oh qué bien lo haces Derek, me gustan mucho los masajes! —exclamé estirando los brazos.

— ¿Lo hago bien?

— ¡Tan bien como Derek, te estás convirtiendo en todo un masajista! —le animé yo—. ¿A ti también te gusta mi culo?

— Eso decía Frank, ¿no? Oye mamá, no he querido preguntarte antes, pero entre Frank y tú ocurrió algo, ¿verdad? Por eso lo echaron del trabajo.

Pensé que era evidente y hasta ahora no se me había ocurrido que Derek tuviera que saber de aquello.

— Si hijo, ocurrí algo en nuestro último masaje —le confesé—. Mantuve relaciones con Frank y por mi culpa lo echaron.

El se quedó callado y paró un momento su masaje.

— Eso me pareció a mi cuando la mujer estaba hablando de “salvaguardar tu intimidad”. Yo pensaba que se había propasado con los masajes.

— ¡No hijo, fue consentido y me encantó!

Derek debió sentir mi nostalgia al recordar aquel encuentro.

— Pero tú, no puedes sentir de cintura para abajo, ¿no?

— Efectivamente Derek, pero cuando me tocan en el culo sí que noto algo, no es como el tacto de cintura para arriba, pero la sensación es placentera te lo aseguro. Por eso te he pedido que me quitases las bragas y te centraras en mi culo.

Fui del todo sincera con él, era lo justo.

— ¿Pero con Derek, ¿cómo fue?  —insistió.

— Bueno hijo, no me tuvimos un coito normal, porque por ahí no siento nada, ¿sabes? En cambio, en mi culo sí que noto algo y me gusta. Si te soy sincera Derek me lo hizo por el culo y me gustó, como te digo no se explicar lo que siento, pero sí que siento —afirmé tajante.

— Gracias por confiar en mi mamá, me preocupaba que hubiese abusado de ti.

— Lo se hijo lo sé, anda ayúdame a dar la vuelta.

Derek me giró en la camilla y quedé tumbada boca arriba. Entonces bajé la toalla que me cubría el pecho y le mostré mi busto desnudo, tomé sus manos y las puse encima de mis pechos.

— Mira Derek, mis pechos ahora son lo más sensible que tengo, me encantan los masajes en ellos. Échame bastante aceite y dame un masaje, ¿lo harías por mi?

Me miró y se quedó callado, pensé que pondría alguna excusa, pero asintió con la cabeza y cogió el bote de aceite. Este corrió por mi canalillo y fue a mi ombligo donde se encharcó. Luego sus manos se pusieron encima de mis tetas y en círculos en torno a mis pezones las acarició. Lo orienté sobre lo que me gustaba y él tomó nota y obedeció, luego cerré los ojos y esto creo que le facilitó la tarea tal vez sintió menos vergüenza que si lo mirase mientras estaba encima mío tocándome.

— Vamos ahora pellízcame los pezones. Ve poco a poco y luego pellizca con más fuerza —le dije.

— ¿Pero no te haré daño? —preguntó un poco asustado.

— Ya te aviso yo si te pasas —respondí sin abrir los ojos mientras le sonreía.

Sus dedos se recrearon en mis pezones y me dieron mucho placer, haciéndome muy feliz aquella tarde. También le dije que me acariciar el cuello, los costados bajo los pechos y la zona de las axilas, aunque ahí no podía contener las risas. Esto hizo que el ambiente fuese menos tenso entre ambos, que pareciera un juego.

Entonces por sorpresa metí la mano en su pantalón y tiré del elástico, saqué su polla tiesa del calzoncillo y le masturbé ante sus ojos. Derek me miró extrañado, pero no me apartó las manos, se la moví velozmente.

— Como te has portado tan bien, te mereces una recompensa, ¿no crees? —le dije mientras le masturbaba.

— ¡Oh mamá, yo…!

— ¡No digas nada cariño y sigue con tu masaje a mis pechos mientras yo sigo con lo mío!

Derek asintió mientras seguía juntándome y separándome los senos, rodeándolos con sus manos suaves por el aceite y haciendo lo mismo con mis areolas y mis pezones, hasta ponerlos duros y muy sensibles.

Yo por mi parte seguí meneando su polla, con gran deleite y disfrute, acariciando su suave prepucio, notando su tersura, la dureza de su cuerpo cavernoso, a través del tacto disfrutaba mucho, me parecía que nunca antes le había prestado tal atención a algo que mucha gente da por sentado o incluso no se para a contemplar y sentir.

Aceleré el ritmo de mi masturbación y sólo hicieron falta unos segundos para que su leche brotase con tremenda fuerza, parecía que estaba esperando que algo así ocurriese y andanadas de semen cayeron a suelo de la habitación donde estaba la camilla, manchándome la mano con la que seguía estrujando su polla a modo de ordeño.

Mientras Derek, casi se caía sobre mí, en la camilla, quedando apoyado en ella a mi lado, yo acerqué el dorso de mi mano a la boca, estaba tan cachonda que me comí la leche que había quedado impregnada en mi piel. Creo que él me vio haciendo esta guarrada, pero tal vez por prudencia no dijo nada.


Siete Madres Desesperadas

es una recopilación de relatos cortos, de cuatro capítulos cada uno, con la excepción del penúltimo, que cuentan la caliente historia de una madre diferente. Acabas de leer la historia de la primera parte de la historia de Zoe Foster, ¿te atreves a completar su historia?