Zipi y Zape

...Una rubia y una morena dejándose llevar por unas fuerzas extrañas que nos hacían comportarnos de esa forma tan poco discreta...

Nuestra primera vez estuvo bien, para que negarlo, llegamos a conocernos muy "a fondo". La segunda vez fue mejor, aunque digan que las segundas partes nunca son buenas. Eva volvió de visita y a mi me gustan las visitas de Eva.

Si la primera vez me había puesto nerviosa, la segunda un poco más si cabe. Si ya la muchacha es guapa, sin maquillaje lo es todavía más. No quiero extenderme en exaltar su belleza una vez más, pero esos ojos me traen loca. Entre eso y el hecho de que yo estaba trabajando hacían de mí un molde de silicona relleno de gelatina. Si, cuando la vi acercarse me eché a temblar.

No se que me pasa con esa mujer, cada vez que la veo aparecer mis piernas no son mas que dos varas verdes recién cortadas del árbol. No es que me dure todo el tiempo ese estado de… no se como llamarlo exactamente, nervios, excitación, exaltación… pero si un buen rato.

Se acercó a la barra y pidió una cerveza al camarero porque yo procuré estar lejos de la barra para no empezar con el tembleque que tanta gracia les hace a los que me conocen. Se que me miró, yo lo noté, pero aun tardé un buen rato en ir hasta allí. Como los perros antes de acostarse, di cien vueltas para luego ir poco a poco hacia el encuentro con ella. No la saludé de manera cariñosa, un simple hola fue lo que salió de mi boca. Supongo que ese distanciamiento por mi parte hizo que ella también se quedara un poco sorprendida y cortada. Si es que soy así y no tiene remedio, unas veces por tanto y otras por tan poco.

Cuando conseguí un poco de seguridad en mi misma, y después de un rato de cachondeo por mi pedazo moratón de la pierna (cosas que se hacen en plena noche, como bañarse en una piscina con otros dos peores que yo y todos un poco "regados"), salí fuera para poder estar un pelín mas cerca de esa rubia. Como una quinceañera. Así estaba yo al lado de esa mujer, como una quinceañera. No se que dos tonterías nos dijimos, yo sentada en la mesa de piedra y ella apoyada en ella. Pasó su brazo por mi cintura, me acercó y me besó dejando a todo el personal que nos observaba atónitos. Acto seguido me dijo hola y me riñó por ese saludo mío tan soso.

Mi corazón latía desbocado como una manada de elefantes que corren en defensa del mas débil y, entre el calor de fuera (la temperatura era de unos 25ºC con una humedad externa del 15%, el sol brillaba radiante y no se veían nubes en el cielo azul de Galicia) y el calor de dentro (de unos 37ºC y una humedad del 100%, brillando una cara colorada y con la cabeza llena de pájaros de esta galega), a penas me di cuenta de que nos estábamos besando de nuevo para congratulación del montón de testosterona con forma de adolescentes que miraban divertidos hacia donde estaban este par de bolleras dándose de beber.

Haciendo de tripas corazón y de calentura hiperactividad, comencé a moverme de un lado a otro como loca para poder seguir trabajando y alejándome un poco de esa Eva que me venía a tentar sin manzana ni nada. ¡Ni que me viera a mi cara de Adán! No se si a este personaje bíblico Jesucristo lo vaciló tanto como todos los chavales a mi ese día, pero si fue así, "pobriño o rapaz".

Menos mal que poco tiempo después pudimos cerrar e irnos de allí. A pesar de ser tan amplio, ya se me estaba haciendo pequeño y agobiante. Quería estar con ella en otras circunstancias un poco menos laborales para mí. Cuando mi ayudante se alejaba hacia mi coche y yo acababa de recoger mis cosas, ella dio la vuelta y, entrando un poco, me besó de nuevo haciendo que mi ya elevada temperatura, aumentara unos cuantos grados más. Por el amor del dios Baco, que facilidad la de esa mujer para hacer que mis nervios se pongan irracionalmente de punta.

Llegamos a mi casa, yo debía cambiarme de ropa y asearme un poco. Que malos ratos se pasan en los ascensores pequeños cuando vas en compañía de alguien que te pone malita. Procuré ser lo mas rápida que pude, casi parecía Flash, el relámpago humano sacando y poniendo prendas de vestir en mi cuerpo. No quería demorarme, me apetecía ir a dar una vuelta con ella y llevarla a cenar. Al fin y al cabo, le tocaba pagar la cena, y los tratos hay que cumplirlos.

En el primer bar parecíamos personas normales y formales. Nos tomamos un buen vino Mencía haciendo un agradable despliegue de miradas, caricias y gestos cariñosos. Bueno, cariñosos cariñosos no eran, mas bien eran un poco calientes para esa tempranera hora de la tarde, como el punto climático de fuera. Pero conseguíamos, a duras penas, controlar toda la pasión. Cuando salimos de este para ir al siguiente, ya íbamos con las manos agarradas, entre carantoñas y peligrosos acercamientos. Si ella es peligrosa, yo lo soy más, porque no me corto un pelo a la hora de enredar. Si hay que jugar, jugamos todos.

En el segundo bar, la cosa ya cambió radicalmente. Tomamos asiento, llamé a Jose para quedar, pedimos el segundo vino y su lengua atravesó mi boca como un deseado vaso de agua cuando tienes mucha sed. Cuanta efusividad a la hora de demostrarnos todo el cariño que nos teníamos y cuan grandes bocas se abrieron ante tales muestras de afecto, pero es mejor no entrar en debates analizando la situación del mundo frente a la homosexualidad.

Era increíble el torrente de emociones que estaban cruzando mi cuerpo en ese momento gracias a las miradas y las caricias. Gestos al fin y al cabo, pero esos ademanes hacían de mi libido un burbujeo como el del champán recién servido en una copa. Esos ojos azules me estaban empezando a volver loca y se que todos y cada uno de los guiños que yo hacía causaban un efecto similar en ella. ¿Quién dijo que con el paso de los años la pasión y los comportamientos infantiles se pasan? El que lo dijo no se debió cruzar con nosotras ese bonito miércoles.

La definición divertida de nuestro comportamiento la puso nuestro amigo José cuando llegó para "arrastrarnos" a cenar: Zipi y Zape. Una rubia y una morena dejándose llevar por unas fuerzas extrañas que nos hacían comportarnos de esa forma tan poco discreta. Y que bien se lo pasa una haciendo este tipo de cosas.

La cena consistió en una botella de vino y una tabla de embutidos y quesos. Y hay que ver que difícil es ingerir alimentos cuando realmente estas comiendo otra cosa con los ojos. Y más difícil se torna todavía cuando los vapores de uva fermentada comienzan a afectar también el estado de exaltación interno. Siendo claros: el calentón de esta menda en ese momento se estaba volviendo épico.

Me encantaban los extremos que Eva me ofrecía: primero me atacaba sin compasión besándome y acariciándome como si estuviésemos a solas y la rabia nos pudiera y el segundo me regalaba miradas y gestos tímidos e íntimos, roces y guiños que me dejaban más que pasmada ante esa belleza de mujer. Tanto me tomaba de la mano para a penas rozarla, como la agarraba para acercarla a sus dulces labios y rozar la yema de mi dedo corazón con la punta de su lengua.

Los tres mosqueteros salimos de nuestro encierro culinario para hacer una visita a Patricia y tomar la penúltima. En este caso y a pesar de lo abarrotado de la cafetería, me sentí totalmente a solas con ella. Una de las cosas mas bonitas que existen son los juegos y la complicidad entre dos personas y poder alcanzar esa alianza con una persona que acabas de conocer es increíblemente gratificante. Si yo ponía mi mano sobre su rodilla, ella la ponía sobre mi muslo, si accidentalmente mi rodilla se colaba entre sus piernas, también por descuido su mano acariciaba mi nuca acercándome peligrosamente a la guarida del elixir que encerraban sus labios.

Obviamente esa situación acarreaba consigo que nuestra resistencia magnética se viese afectada. Los polos opuestos se atraen, y ya era bastante la fuerza que estábamos haciendo para mantener una distancia de seguridad. Y sin a penas decir adiós, nos fuimos como perseguidas por el mismísimo diablo.

El trayecto hasta mi casa fue muy duro y muy difícil, y eso que es todo recto. Pero las curvas las tenía yo conduciendo el coche y no podía dejar de desviar mi atención y mi mano hacia esa peligrosa carretera.

Cuando por fin conseguimos llegar al sofá mejor amortizado del mundo la ropa voló de manera increíblemente rápida. Ya había sido suficiente martirio y ahora que estábamos en el paraíso no había más prendas que la piel de cada una que acabaría por convertirse en una sola extensión cuando se pegaron para no separarse hasta que ya no pudiésemos más.

En un pulso por ver quien se pondría sobre quien, la primera en recostarse fue ella, dejándose a mi merced. Aferrada a su oreja, dando pequeños mordiscos que hacían agitarse a la prohibida, mis manos no podía dejar de ir adelantando camino hacía todos lados sin dejar de buscar algún tesoro que llevarme a la boca. Y así lo iba haciendo, catando todos y cada uno de los recodos de ese atlético cuerpo que yacía palpitante bajo el mío.

Mi boca se hizo agua cuando me aferré a su pecho y sus manos en mi cabeza me incitaban a seguir por ese camino lleno de paradas y de fortunas que no quería dejar escapar. Seguí bajando por su suave abdomen casi sin detenerme, el olor que le salía desde dentro ya había penetrado en mis fosas nasales haciéndome perder el control y precipitándome hacía su vulva. Ahora me tocaba comerme el postre que habíamos dejado pendiente desde la hora de la cena.

Como Caperucita, tan roja y tan bonita, miró a la lobita y ésta se la comió entera. Primero paseando mi lengua de arriba abajo abriendo esa concha que encerraba ese brebaje que embriaga solo con pensarlo y después saboreando cada pliegue y cada deliciosa secreción que Eva tenía escondidas. Tan excitante es hacer eso como lo es sentir, ver y apreciar los movimientos y gemidos de mi amante. Su cuerpo se relajaba y se tensaba con cada pasada de mi lengua sobre su hinchado clítoris y no me quise perder por nada en el mundo esa visión ni el hecho de poder notar en mis dedos esa misma tensión dentro de su húmeda vagina. En el momento en que la penetré levanté mi vista sin separar mi boca mi perdición viendo en su gesto el placer de mis actos, llevándome a un punto de excitación propia donde todos mis movimientos comenzaron una carrera para entregarle a la desterrada la visión de aquello que, según la Biblia, nos había sido arrebatado en los comienzos del mundo: el Edén abrió sus puertas con el primer grito apagado que surgió de su garganta.

Con un recorrido ascendente retomé su boca para que ella misma se probara y en ese mismo instante, toda su fuerza hizo que me viera con mi espalda en el sofá y con una rubia pasional haciendo las delicias de mi cuerpo. Estoy convencida de que ningún poro de mi piel quedó sin ser probado por su juguetona boca ni acariciado por sus inquietas manos. Mi cuerpo era agua. Me disolvía con cada cosa que me iba donando y su cara de satisfacción al notar toda mi humedad valió mas que mil palabras. Se hundió entre mis piernas haciendo de mi cuerpo un hormiguero. Miles de sensaciones inundaron mi ser con cada pasada de su lengua en un recorrido repetitivo y placentero. Y ese placer se vio desbordado en el momento en el que corrompió mi oscura gruta con ese par de exploradores que me hicieron gruñir. En un momento así ¿Quién no cree en algún Dios? Se que no soy Adán, ni siquiera soy creyente, pero juro que se me abrieron las puertas del cielo y una luz blanca y cegadora me transportó en un vuelo mental hacía el lugar donde todos queremos estar alguna vez. No me extraña que mordieran la manzana existiendo Evas así.

Levantando la cabeza y mirándome desde una posición superior siguió jugueteando con su mano haciendo casi insoportable el placer que sentía y con un gesto impulsivo mi mano volvió a su intimidad para hacer que ella recibiera algo a cambio de lo que me daba. Pocas personas me han hecho sentir lo que me hizo sentir es mujer durante esas horas de entregada pasión mutua. Eran caricias y más caricias, sudores, jadeos, orgasmos y risas. No puede caber tanta pasión en un relato, ni tampoco puedo narrar todo lo que pasó durante esa noche loca. Si puedo decir que hay pocas amantes como ella. Pocas amantes y pocas personas.

Se que la madrugada estaba a las puertas cuando conseguimos separarnos para que ella partiera de nuevo. Y de nuevo a solas pensé en lo divertido que es comportarse como niños cuando ya no lo eres y lo bueno que es para la mente y el cuerpo poder hacer travesuras dentro y fuera de una cama.