Zeks (18)

Deseaba a mi hermano, amaba a mi novio, rezaba para que todo contuara así.

Hacía verdaderos esfuerzos para controlarme, pero aun así no podía evitar suspirar y ronronear como un gatito mimoso.

Me había levantado a beber agua en plena madrugada, cuando una fuerza mayor(algo llamado curiosidad) me arrastró hasta la habitación de mi hermano.

Abrí la puerta con sumo cuidado y asomé la nariz para ver si dormía. Y ahí estaba. La luna entraba por la ventana alumbrando su desnudez.

Destapado completamente, tirado en la cama sin ningún orden, una pierna en un lado, un brazo en otro, una pierna encogida en alguna parte.

Dormía plácidamente, respirando con suavidad. Su pecho se movía pausadamente arriba y abajo. Una sabana lo tapaba medianamente.

Aquella escena se quedó grabada en mi mente, su cuerpo estaba desnudo y me llamaba.

Me acerqué un poco, cerré la puerta para que mis padres no me pillaran "in fraganti". Me arrodillé en el suelo observando embobado a mi propio hermano. Este rió entre sueños. Yo me asusté pensando que se levantaba y contuve el aliento(cómo si eso sirviera de algo). Dani se destapo del todo y yo ahogué un gritito de placer, asombro o miedo, no sabría decir qué era. No pude evitar calentarme ante aquella onírica visión, saqué de su aprieto a mi erecto amigo y mi mano rozó las húmedas gotitas "pre" que tenía.

Me masturbé suavemente observando el respirar de mi hermano. A un silencioso y prolongado suspiro, siguió un pequeño jadeo. Mi mano buscó en el suelo algo con lo que limpiarme. Eyaculé poco después con algo de algodón evitando manchar el suelo.

Asustado me levanté, cogí ese trapo y con cuidado me volví a mi habitación sin beber agua.

Cuando me levanté a la mañana siguiente, Dani ya se había levantado. Me quedé mirándole atontado, recordé su cuerpo entre las sabanas, su respiración, recordé mi orgasmo pensando en él. Abrí la boca para decir algo, pero no emití ningún sonido. Me quedé allí callado con la boca abierta y los ojos como platos.

¿Qué pasa? – Preguntó con la boca llena.

Yo... Yo... – Logré dar unos pasos hacía atrás – Nada – Salí corriendo a mi habitación.

Cerré las puertas (hay dos) y me senté en el suelo. Comencé a maldecir todo y a todos, a decir palabras imposibles de escribir en ninguna parte, muchas de ellas sin significado aparente. Mi cuerpo pedía a gritos una masturbación, pero me negaba a hacerlo. No, si mi hermano era la fantasía principal.

Me duché y salí corriendo a buscar a Santi.

En cuanto abrió la puerta me eché encima de él, cerró la puerta y se giró hacía mí. Yo me senté, dado que antes estaba echado.

Se acuclilló a mi lado y preguntó que qué me pasaba.

Yo sencillamente respondí con una ira controlada que no sé de donde provenía:

Te odio.

Santi parpadeó confuso.

No es cierto, pero si así te sientes mejor... – Se acercó un poco más – Porque no es cierto ¿No?

Yo le miré con cara de perro. Él se encogió de hombros y me agarró del brazo hasta llevarme al sofá.

¿Una tila?

Yo contesté con un gruñido.

Lo tomaré como un "Sí, por favor".

Me la trajo poco después. Se sentó a mi lado.

Yo – bebí un trago – No te quiero.

Y yo no te creo.

No pude aguantar más y le abracé llamándole cosas que cuando las recuerdo me ruborizo hasta las orejas. Después me sentí mucho mejor. Tuve suerte de que Santi fuera una persona compresiva, si no...

Me sentía avergonzado (Y quien no). Me bebí la tila. No quería mirarle.

Ahora viene el "lo siento".

Lo siento – Susurró azorado.

Santi sonrió. Admití que estaba un poco ofuscado. Me agarró de la mano.

Desde que dijiste eso de Dani y yo... bueno... – sonreí tímidamente y susurré – Me atrae un poquitin.

Oh, y por eso me odias y soy un * y un ***.

No te odio. – Santi puso cara triste – De verdad...

Sabía que mentía, que solo me tomaba el pelo, pero no me importó. Le di besitos por todo lo besable repitiendo "te quiero" en cada beso. Le abracé y acabamos enlazando brazos, piernas, bocas y besos de una forma muy extraña.

Por arte de magia nuestras ropas habían huido abandonando tras de si dos cuerpos sedientos de lujuria.

Me sentó encima de él, levantándome como si fuera un pelele. Sus manos me mimaban la espalda y yo le besaba tiernamente en todos lados. Me dio la vuelta como pudo y mi espalda quedó recostada en su fuerte torso. Me acarició el miembro, mientras se movía con suavidad. Noté su verga poderosa en mi trasero, gritando mi nombre.

Nos meneamos acompasadamente, su boca mordía mi cuello para luego besarlo. Me levanté de sopetón, pillándole por sorpresa. Sonreí con picardía y apoyé mi espalda en el canto de una puerta.

Lo estás pidiendo a gritos.

Lo sé. – Sonreí – ¿Pretendes acercarte o tengo que decirte todo lo que debes hacerme?

Se acercó sonriente hacía mí. Me di la vuelta, apoyé las manos contra la pared y abrí las piernas, dispuesto a ser cacheado. Santi no tardo en acomodar su enorme pene en mi culito.

Hazlo, penétrame, a qué esperas... quiero sentirte dentro Yaaa!!!

Tú lo has querido.

Me penetró de una sola vez y con muchísima fuerza. Temblé de pies a cabeza y grité entremezclando el mayor de los dolores con un delicioso gemido.

La sacó del todo solo para metérmela con más fuerza.

¿Te gusta?

Síiiii – Gemí yo en el paraíso.

Serás bestia. Dijo y paró en seco dentro de mí.

Al final te voy a hacer daño haciéndolo así.

Me autofollé con su verga de forma agresiva para que entendiera que quería hacerlo así.

Finalmente cedió y me folló como un animal en celo. Nos apareamos gimiendo y jadeando como dos bestias. Acariciamos el cielo al unísono, yo me corrí primero y él me siguió de cerca.

Se agachó luego besándome la espalda hasta arrodillarse en el suelo. Me dio la vuelta y lamió concienzudamente mi falo.