Zeks (17)

Felices sueños en una cama de 90 cm.

Zeks 17

Lo primero me gustaría contestar a la pregunta que me han hecho dos mujeres vía e-mail y de paso corregir a tantas personas que se equivocan.

El echo de ser homosexual no implica que un hombre se sienta mujer. Sí, hay hombres que se sienten mujer, pero no todos los homosexuales nos sentimos así.

Yo, por ejemplo, soy gay y en ningún momento me he sentido mujer, ni siquiera al ser penetrado.

Ya vale, por favor, de preguntar "¿Quien es la mujercita de la relación?" O cosas por el estilo. En mi relación ninguno de los dos se siente mujer, somos dos hombres que nos atraemos y nos gustamos, no somos más o menos hombres por ello.

Gracias.

Cuando me levanté llegaba tarde al instituto, me puse el uniforme y eché a correr por la casa gritando "llego tarde". Mi hermano se levantó frotándose los ojos y bostezando con la cara hinchada de dormir.

¿Porqué no has ido a clase, Dani?

No me apetecía ir. – Se sentó en el sofá viendo como yo corría de un lado a otro de la casa buscando todas mis cosas. Bostezó de nuevo – ¿Porqué no te quedas? Para lo que vas a hacer en clase. Ya te haré un justificante.

Sonreí.

¿Seguro? – Le miré a los ojos – Vale. ¿Qué quieres a cambio?

¿Yo? ¿Cómo puedes insinuar algo así de mí?

¿Qué quieres a cambio?

Un beso– Le miré sorprendido – Tuyo.

De repente tengo muchas ganas de ir a clase.

Yo creo que no – Sonrió con malicia, mientras se levantaba hacía mí – Ven, Solo un beso.

Caminé unos pasos hacia atrás, algo asustado de su comportamiento. Avanzó decidido hacía mí.

No intenté evitar que su mano agarrara mi brazo. Me atrajo hasta él. Yo demasiado aturdido o excitado para negarme me dejé hacer. ¿Cómo negarme a esos labios que tanto deseaba? ¿Cómo ignorar los sentimientos que nacían en mi interior cuando Dani rozaba mi cuerpo?

No era lo mismo que sentía con Santi, esto era más sexual, más físico; Con Santi era algo diferente, más espiritual, sensual. A Santi le necesitaba, a Dani le deseaba. O eso creo, o quiero creer por lo menos.

Sus Labios llegaron a los míos como si fueran a cámara lenta. Automáticamente eché mi cabeza hacia atrás, evitando sus labios, carnosos, apetecibles.

Le miré a los ojos queriendo encontrar en ellos la respuesta a mis dudas, pero solo encontré unos ojos claros mirándome con lujuria.

Santi...

A Santi le gustará ver que nos llevamos tan bien.

Es que...

Puso un dedo en mis labios, haciéndome callar. Deslizó el dedo hacia abajo, hasta la barbilla y de allí bajó en línea recta hasta el cuello. Traslado esta mano al lateral del cuello, sujetándolo con suavidad para evitar que yo moviera la cabeza.

Acercó sus labios entreabiertos y esta vez no pude apartar la cabeza (aunque dudo de que la hubiera apartado de haberlo podido hacer).

Dulcemente posó un fugaz beso en mi boca. Y se apartó. Luego me dio otro y volvió a alejarse. Siguieron otros muchos besos parecidos a estos. Pequeños, tiernos, tímidos.

¿Tienes sueño? – Preguntó.

Bueno... Sí, un poco, sí.

Sonrió cariñosamente y agarrándome de una mano me llevó a su habitación. Me dejó al lado de su cama.

Dio dos pasos atrás y soltó el nudo de la corbata azul del uniforme del colegio.

La dejó caer. Sus manos desabrocharon mi chaqueta gris y esta se deslizó hasta el suelo. Alcé los brazos y me quitó la camiseta como si fuera un niño. Mis pantalones también se deslizaron hacía el suelo, junto con mis boxers blancos.

Creo que hoy no voy a clase. – Exclamé sonriente.

Dani se metió en la cama de 90 cm y me invitó a entrar con él.

Decidí no ponerme a pensar en ello y me metí con él.

¿No estamos muy apretados? – Pregunté – Mi cama es más grande.

Ya, pero entonces no podría tenerte tan cerca de mí.

Me di la vuelta, quedando de espaldas a él. Dani me abrazó, mientras besaba mi cuello tiernamente. Bajó una mano hasta mi vientre y lo acarició. Yo cerré los ojos y llevé mi mano a su cuello, lo acaricié suavemente, instándole a seguir.

Él mimaba mi cuerpo como si yo fuera un bebe; me mecía afectuosamente. Escuchaba su respiración algo agitada en mi oído.

Solo son mimos – Pensé y sonreí.

Pasamos mucho tiempo acariciándonos. Creo recordar que nos dormimos. Yo completamente desnudo entregado a mi propio hermano. Y él mimando un cuerpo que deseaba con locura.

Desperté como si una colmena de abejas me estuviera picando. Me levanté de un salto con una cara aterrorizada. Mi pulso estaba revolucionado. No pensaba. Solo actuaba.

Corrí a nuestro baño. Cerré la puerta. Mi habitación. Cerré la puerta. Respiré agitado. Me metí en la cama. Me tapé entero.

¡Mierda!

Abrí la puerta. El baño. Abrí la puerta. Mi hermano y su cama. Cogí mi ropa. Puerta. Tropecé con mi puerta. Una herida más. Mi cama. De un salto. Sin soltar la ropa.

Abrieron la puerta del pasillo con lentitud. Yo cerré los ojos fingiendo estar tranquilamente dormido.

Míralo, parece un Ángel cuando duerme. – Escuché decir a mi madre.

Un ángel que no ha ido a clase. ¿Para eso pago su colegio?

Cerraron la puerta. Suspiré aliviado. Dejé caer la ropa que llevaba en las manos. Me eché a reír por lo bajo. Por un día que me animaba a estar con mi hermano en plan cariñoso...

Nos levantamos al poco tiempo. Con una sonrisa traviesa en el rostro saludé a Dani.

Espero que hallas dormido bien.

Dani sonrió ladinamente y me sonrió.

He dormido muy bien, ojalá durmiera así más veces.

Puede que esta noche... – Y le guiñé un ojo sin que mis padres se dieran cuenta.

Siento la tardanza del relato, pero estoy en época de exámenes.

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