Zeks (16)

Más allá del amor fraternal.

Zeks 16

Más allá del amor fraternal

Santi me miraba, Dani me miraba, el mundo entero se había asomado a la ventana para mirarme.

Es... Es mi hermano.

¿Y?

Santi se levantó y se arrodilló frente a mí. Fijó su mirada lujuriosa en la mía. Sus manos acariciaron mis rodillas, mientras el mundo me observaba expectante. Abrió mis piernas. Me desató el botón del pantalón y la cremallera.

Me levantó. Mis pantalones cayeron al suelo. Llevaba, paradójicamente, los calzoncillos naranjas que me regaló Santi. Estos también acabaron en el suelo con ayuda de las manos de mi amante. Santi me quitó los pantalones y los boxers, cogió estos últimos. Los tiró hacia Dani, que miraba boquiabierto.

Mi hermano no se atrevió a tocarlos al principio, luego, tímidamente, los tocó y agarrándolos como si fueran muy frágiles se los llevo a la nariz.

Mi entrepierna estaba en reposo cuando Santi la manoseó. Yo cerré los ojos instintivamente y me dejé hacer. Sus manos subían y bajaban por mi falo. Este comenzó a reaccionar.

Intenté calmarme, intenté olvidar que a escasos centímetros estaba Dani. No lo logré. Santi me quitó la camisa. Yo cada vez estaba más nervioso. No me explico como no resistía.

Recuerdo que sentía miedo, tenía escalofríos, no comprendía nada. No sabía qué hacer. Quería hacerlo, pero una parte de mí gritaba que me gustaba.

Santi acarició mi rostro y levantó mi barbilla para mirarme.

Tranquilo. – Solo bastó esa palabra para asustarme.

Miré asustado a Dani. Di un paso atrás. Luego otro paso y salí corriendo a mi habitación. Cerré la puerta de un golpe y me apoyé en ella. Cerré el pasador (o pestillo como lo llaméis) y me senté en la cama.

Miré mi prominente bulto. Sentí que todo el mundo se reía de mí. Pasé mi mano por la verga y me pajeé pensando en lo que Santi, Dani y sus penes podrían haberme hecho. Me odié por sentir esto.

Cuando me corrí, ya estaba llorando. Las lagrimas me recorrían el rostro, mientras subía y bajaba mi mano con fuerza. Me hacía daño, mucho daño, pero no me importaba. Me sentía sucio por pensar en mi hermano de esa manera.

Yo he tenido una educación bastante tradicionalista, por ello sentirme atraído por mi hermano era para mí algo impensable.

Me eché en la cama, creo que me dormí, pero no estoy seguro. Cuando desperté solo quería ducharme. Como creo haber comentado en el anterior relato, mi habitación y la de Dani dan a un baño.

Abrí el grifo con agua templada y me metí debajo del chorro de agua. Allí me quedé como si el tiempo se hubiera detenido. Me froté con fuerza la piel, hasta hacerla enrojecer. Me seguía sintiendo cochino, como si no pudiera limpiarme de la suciedad. Me frotaba más enérgicamente cuando pensaba en Dani, viéndome desde la puerta, acariciándome, besándome.

Te vas a hacer daño. – Dijo una voz con suavidad.

Abrí los ojos y vi a Santi en la puerta que conducía a la habitación de Dani.

  • No se me ocurrió que pudierais entrar. – Admití.

Me miró dulcemente, casi compasivamente.

¿Me perdonas?

Soy yo el que tiene que pedir perdón. – Le contesté muy seguro. – Soy yo el que tiene la culpa de sentir como me siento.

¿Y cómo te sientes?

Me froté con fuerza un brazo hasta hacerme un arañazo.

Sucio. Me siento asqueroso, roñoso.

Seguí rascándome. Santi se acercó a la ducha y abrió la puerta de cristal, cogió mis muñecas y se metió en la ducha cerrando tras de sí, como pudo, la mampara de cristal.

Deja de hacer el tonto y de decir sandeces.

Yo le miré alucinado. Él puso sus manos en mis caderas y me acercó a él.

Te estas mojando.

Lo sé. – Sonrió.

Yo le abracé y así nos quedamos un rato.

¿Significa esto que Dani es gay? – Pregunté.

Pues... No lo he pensado – Admitió – se lo preguntamos luego.

Es mi hermano... – Santi comenzó a reírse.

Yo le miré aturdido.

No tenemos tiempo para aburrirnos.

Me besó dulcemente en los labios y me susurró:

¿Has terminado de autocompadecerte?

Creo que sí. – Admití.

¿Entonces llamo a Dani? – Preguntó ilusionado.

Yo me puse serio.

Vale, vale, no le llamo, pero... – Le miré como si pudiera traspasarle el alma – Es que... me habéis dejado con las ganas...

No me apetece estar con él ahora.

Bueno, como quieras. – Me apretó con ganas el culo.

Eso tampoco me apetece. – Dije medio enfadado.

Mentiroso...

Santi se arrodilló, yo seguía medio enfadado y gruñendo, cuando su boca comenzó a succionar mi puntita.

Lo lamió con mimo, mientras yo me mordía el labio para no gemir.

Lamió el tronco como si fuera un helado y él, un goloso niño. Acarició con una mano mis bolas y con la otra la base de mi pene.

El agua recorría nuestros cuerpos, el mío desnudo y el suyo vestido completamente a estepción de los zapatos.

No pude evitar soltar un gemido.

No querías ¿Eh? – Rió.

Siguió mamándomela ricamente, hasta que empecé a gemir enérgicamente.

Santi metió la cabeza de mi miembro, completamente erguido y duro como una piedra, en su boca. Y empezó a engullir todo, haciendo pausas cada poco tiempo para respirar.

Noté como chocaban mis pelotas contra su cara. Él empezó a meter y a sacar de mi boca la verga, le costaba, pero me gustaba tanto ese roce en el tronco con su lengua...

No duré mucho más, me corrí en su garganta sin avisarle, pero antes de que mi orgasmo llenara el baño, se escuchó otro gemido de clímax. Miré a la puerta de la habitación de Dani y allí estaba el dueño de esta. Con la mano en la verga a pesar de haberse corrido ya. Le miré a los ojos y él nos miró.

Santi se levantó. Cerró el grifo de agua y salió empapado de la ducha. Le seguí medio sonámbulo. Santi se quitó la ropa, el agua hacía que la camiseta que llevaba se le pegara al cuerpo de un modo muy sensual. Me sorprendió ver que comenzaba a tener una nueva erección.

Dani se acercó a nosotros y comenzó a desnudarse.

Yo retrocedí asustado.

No. – Grito Dani – No te vayas, no haremos nada. Solo quiero que estemos juntos en una habitación, los tres, desnudos.

Nada de toqueteos entre tu y yo. Y no se te ocurra tocar a Santi.

Mi novio sonrió de forma complaciente.

Los tres nos fuimos al sofá. Nos sentamos desnudos. Yo estaba muy nervioso. Miraba la entrepierna de Santi y la de Dani continuamente, luego la mía, que estaba bien tiesa y me ponía más nervioso.

¿Eres gay, Dani?

Mi hermano miró a Santi sorprendido por la pregunta.

Yo... Creo que soy más bien bisexual. – Dijo tímidamente.

Yo eché me a reír.

A papa no le hará ninguna gracia tener a dos maricones como hijos.

Yo no soy maricón y tu tampoco. – Refunfuñó – Yo soy Bi y tu gay.

Sonreí.

Nos contó que esta atracción era nueva para él, que nunca había sentido esto.

Hablamos un rato, mi erección comenzaba a dolerme.

Os importa sí... – Agarré mi verga.

Los dos sonrieron ampliamente.

Yo escupí en mi mano para humedecerla, como me gusta, y comencé a pajearme con suavidad. Subía y bajaba la mano con suavidad, me agarré los cojones con la otra mano y aceleré el ritmo. Luego pasé a mis tetillas que retorcí.

Dani me observaba con la verga parada de nuevo y Santi ya había comenzado a pajearse.

Yo masturbé bajando y subiendo la mano a gran velocidad, se me cansaba la mano, pero cómo me estaba gustando esa paja.

Eyaculé con fuerza hacía arriba y manché el sofá. Santi tardó poco tiempo más en mancharlo todo. Unas gotas me salpicaron en los muslos, Dani había lanzado grandes churretazos y alguno me había alcanzado.

Hice la comida desnudo y con el delantal. Esto les hizo reír mucho porque según decían estaba muy gracioso. Ellos tampoco se vistieron mientras comían.

A las 5 de la tarde me vestí, Santi también lo hizo; A y media entraba a trabajar así que Santi decidió llevarme. Dani me despidió con una sonrisa que iba más allá del amor fraternal.

Cuando volví de trabajar mi hermano, desnudo aun, me anunció que mis padres se quedaban en el pueblo hasta el día siguiente.

Yo cené y como tenía mucho sueño, lo cual era una excusa para que él no viera que tenía la verga parada, me eché a dormir. Me hice una tercera paja y dormí sonriente y agotado en la cama.

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