Zeks (15)

Tanto como incesto...

ZEKS

Tanto como incesto...

Bienvenidos a mi relato numero 15!!

Bueno, todo parecía ir mejor con mi hermano, el cual veía ya con buenos ojos la relación que tenía con un hombre. De vez en cuando le entraba algún que otro celo, después de todo aveces Santi me hacía mas caso a mí que a él.

En cuanto a mi venganza, quedó frustrada, sí, pero no las ansias de vengarme. Lo haría, sí y Santi suplicaría perdón. Aunque tendría que asegurarme que esta vez no acabara yo atrapado y cazado en mi propia trampa.

Santi y yo no hicimos nada la semana siguiente, ni siquiera me rozó el culo, sabía que lo tenía dolorido de la penetración del otro día.

No fue para tanto, no lo hice tan brusco. –Comentó él.

No, claro – Bufé yo – Yo tengo el trasero así por que me gusta.

Santi me dio un beso en la frente y yo bufando aún, me fui a trabajar.

Trabajo en un bar como camarero, no diré cual no vaya a ser que se le ocurra a alguien pasar a visitarme. No me pagan mucho, pero menos es nada, así que...

Aquél día se sentaron en la terraza unos jóvenes bastante pijos de poco más de 23 años. Todos vestían ropa de marca y hablaban de forma peculiar. Mi compañero y yo suspiramos, conocíamos lo que pasaría.

Atenderles nos lo echamos a suertes y el gran placer de asistir a los clientes recayó en mí(es una ironía por sí no lo ha entendido así alguien).

Los tres clientes sonrieron ampliamente cuando me acerqué.

Haber, apuntalo si no tienes cerebro como para acordarte, yo quiero un café con leche desnatada con dos cucharadas de azúcar...

Dos terrones de azúcar – corregí por costumbre.

He dicho cucharadas y quiero cucharadas – puso la voz en grito – Si hubiera querido terrones lo abría dicho, invecil.

Sí, por supuesto. – Dije en tono neutral y mordiéndome la lengua – Pero no hace falta ofender, creo yo, para corregirme.

Lo que tú creas no nos importa. Café con leche desnatada y dos cucharadas de azúcar.

Miré a los demás que reían entre dientes las gracias de su amigo.

Cada cual pidió lo suyo y al igual que el primero intentaron confundirme y humillarme. Yo quise coger la bandeja y ponérsela a todos por sombrero, pero mi compañero que estaba allí me lo impidió.

Se quejaron del azúcar, de la leche y te todo al fin y al cabo, pero por fin se fueron yo pude descansar y tranquilizarme. Faltaban apenas dos minutos para que saliera del trabajo cuando llegó mi hermano.

¿Qué tal el trabajo?

No muy bien. Unos cuantos niñatos han venido a molestar, pero por lo demás bien.

No entiendo porqué trabajas, papá gana suficiente como para que no tengas que trabajar. Yo no pienso trabajar hasta que no sea necesario.

Ignoré el comentario, él no era capaz de entender la necesidad de hacer algo por si mismo, si podía hacerlo otro él dejaría que ese otro lo hiciera.

Me cambié y me monté en el coche.

Cogimos una carretera en dirección contraria a nuestra casa.

¿Adónde vamos?

A cenar fuera. Mama y papa tienen fiesta me han dejado dinero para cenar fuera.

Permanecí callado. Mis padres como he comentado alguna vez pasaban poco tiempo en casa.

Noté una mano en el muslo que me mecía.

¿Qué pasa? – Preguntó mirándome a mí y a la carretera a la vez.

No, nada. – Cambió de tema de inmediato.

¿Lo hicisteis?

¿Lo qué?

Ya sabes lo qué. ¿Lo hicisteis cuando me fui?

Mas o menos – Dije entrecortado.

Él sonrió.

Lo imaginaba.

¿Así? – Dije interesado - ¿Y que imaginabas?

Dani tragó saliva y quitó la mano. Yo me reí.

Me duché tranquilamente con la puerta abierta. Mi hermano y yo tenemos un baño propio el cual en vez de bañera tiene ducha. La mampara es de cristal, por lo que Dani podía observarme con toda tranquilidad. Y lo hacía.

Dani me observaba apoyado en la puerta, no sé desde cuando estaba allí, solo sé que cuando se me ocurrió mirar él estaba ahí, mirándome de arriba abajo. Disimulé y fingí no verle. Mis caricias se hicieron más suaves y el vaho rodeaba mi cuerpo dándole una sensualidad chocó a Dani. Me di la vuelta y con los ojos cerrados por el agua que me goteaba por el rostro, palpé un poco la pared con intención de encontrar una toalla, pero no había.

Cuando abrí los ojos para comprobar donde estaban me encontré a Dani tendiéndome una. La cogí y en vez de taparme con ella, sequé mi cuerpo delicadamente palmo a palmo, la cara, el cuello, el torso, el vientre...

Dani me miraba de hito en hito, mientras yo mirándole fijamente seguía mi recorrido.

No pensé en las consecuencias de la acción, no pensé que realmente esa persona era mi hermano, sangre de mi sangre. Me acerqué hasta quedarme a pocos palmos de él. Ninguno de los dos dijo nada.

Sus manos palparon mi rostro, bajaron al cuello y siguieron el recorrido de la toalla.

Se paró en la cintura. Apretó la cintura hacia sí y yo me moví con la mirada fija en él. Me apretó. Noté su pelvis en la mía. Noté como se rozaba con lentitud y como sus nerviosas manos me acariciaban la cintura bajando poco a poco hasta mi culito. Un dedo suyo pasó por mi raja e hizo que me quejara débilmente.

Me dio la vuelta.

Se agachó y abrió con cuidado mis nalguitas. Pasó el dedo por encima de mi flor enrojecida. Escocía un poco.

Se levantó y se fue dejando allí solo, de pié, volteado hacia la ducha. Unos momentos después volvió con una crema en las manos. Se agachó y tras ponerse un poco en los dedos, me untó el esfínter con ella.

Me dio un besito en una nalga y comentó:

Ya está, curado.

Yo me di la vuelta, recordé el sueño que había tenido y mi verga se calentó. Él lo notó.

El silencio era palpable, toda la ciudad estaba muda, bueno quizás fuera yo que no escuchaba otra cosa que el palpitar de mi corazón.

Dani me contemplaba completamente quieto. "Escuchará mis latidos tan fuertes, por eso me mira." Afirmé para mí.

No sé que pensaba Dani de esto, pero sé que yo lo deseaba por un lado y quería rechazarlo por otro. Quería abrazarlo fuertemente y echar a correr al mismo tiempo hacia cualquier parte que él no estuviera.

Pensé en Santi, sería ponerle los cuernos. ¿Qué diría él? Le fallaría. Decidí no hacerlo, decidí no besarle, pero ya era tarde.

Los labios de mi hermano ya rozaban los míos. Entreabrió la boca y la mía hizo lo propio automáticamente sin pensarlo si quiera. El beso fue dulce, sincero (si un beso puede ser sincero), delicado, fue algo que deseábamos sin saberlo desde hace mucho tiempo.

Su lengua se metió en mi boca y rozó la mía despertándola como de un letargo.

"No pienses" – me dije.

Dejé caer la toalla al suelo. Mi hermano se alejó un poco y abriendo los ojos me miró a los ojos. Estaba tan sorprendido como yo.

Acerqué mis manos a su ropa y aunque tenía miedo, le desabroché los botones de la camisa. La tiré junto con la toalla y observé un torso fornido, con un poco de vello, paseé mis manos por sus músculos, como si fuera la primera vez que viera unos.

Él desabrochó los pantalones y estos cayeron al suelo irremediablemente. Tenía unos calzoncillos grises deportivos. No pude evitar mirarle el paquete. Vi una tienda de campaña, fruto de un comienzo de erección. Aun estando solo en un principio, noté que la tenía grande, no era tan grande como la de Santi pero sí era más que la mía.

Santi observó como miraba sus partes.

Tú también tendrás algo así. – Me agarró el paquete con si midiera algo – No esta mal, nada mal. Además es preciosa, es rosadita, seguro que cuando se ponga completamente tiesita será toda rectita. Esta muy apetecible.

Yo sonreí tímidamente al principio, pero luego miré entristecido mi pene.

A Santi también le gusta.

Mi hermano miró apesadumbrado como cogía la toalla y me iba a mi habitación.

En mi habitación pude pensar mucho en esto, me había besado con mi propio hermano y para colmo me había encantado. Pero estaba Santi y yo le quería demasiado como para ponerle los cuernos.

Me eché en la cama como si fuera un pesado saco y me quedé mirando el techo.

Me metí en la cama sin vestirme y me dormí. No se me ocurrió cenar, aunque dudo que pudiera haberme metido algo al cuerpo.

Mi hermano me saludó como todos los días, parecía que nada hubiera pasado, por un momento pensé que había sido otra fantasía, pero no lo había sido.

Santi vino a eso de las doce de la mañana a visitarnos y rompió el silencio que había en la casa.

Nos sentamos en la sala sin hacer nada concreto. Dani miró a Santi y le pidió perdón.

¿Porqué?

Porque he besado a tu novio.

Mi novio es Johnny – Comento inocentemente – No creo que hayas besado a tu herm... ¡Joder!

Yo bajé la vista al suelo y deseé desaparecer debajo de la alfombra.

Johnny de verdad...

De verdad. – Afirme ahogadamente.

Santi se echó a reír.

Esto es mejor que en mis Fantasías más locas.

Me alegro que te haga gracia. – Susurró Dani. Luego se acordó de algo- Por cierto, no vuelvas a dejar el culo de mi hermano tan escocido, existen cremas.

Yo adquirí una tonalidad entre el rubí y más rojo de los corales.

Oye, Johnny, ¿Porqué no le das un beso a tu hermano?

¿Estas seguro?

Sí, lo estoy. – Dijo Santi acariciándose el paquete.

Bueno, para saber si me negué o si lo hice tendréis que esperar al 16, jejeje.

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