Zeks (12)

Un suspiro, un sollozo y bastante semen.

Esa segunda persona acarició levemente mi rostro con la mano, la fue bajando hasta el cuello. La otra persona se movió, noté su aliento en mi rostro, reconocí el olor a frutas del licor que había tomado. Unos labios me besaron en la mejilla derecha, mientras otros besaban mi mejilla izquierda. Fue entonces cuando me di cuenta de que había dos personas conmigo; Uno era Santi, lo olí, lo sentí cerca, pero ¿Y el otro?

Se está despertando. – Avisó Santi.

¿Santi? – Pregunté soñoliento.

Trae ese pañuelo.

Noté como me vendaban los ojos. Yo me dejé hacer, no sé si por sueño o por morbosidad.

Bostecé. El invitado de mi izquierda se echó a reír.

Te conozco. – Afirmé y realmente había escuchado esa voz con anterioridad.

Las carcajadas cesaron. Me recosté para sentarme, me mareé bastante.

Creo que sigues un poco borracho, Efebo. – Rió él. Hizo una pausa y se dirigió al otro – Me gusta llamarlo así. Realmente es un nombre que le va muy bien. Cuando lo veas desnudo lo comprobaras.

Me cogió de una mano y tiro de mí. Yo le seguí y acabé levantado. Me llevó a ciegas unos pasos. Abrió una puerta y tiró de mí otra vez. Supuse que estabamos en el cuarto de estar. Me soltó la mano y me quedé allí quieto, en medio de alguna parte, con alguien que conocía pero que no recordaba.

No te sueltes el pañuelo. – Ordenó Santi luego se dirigió al amigo – Te lo advierto no te pases o se acabó todo. – El otro dijo algo en voz muy baja que no entendí – Siempre que no le hagas daño lo hará. ¿Verdad, Efebo?

¿Verdad qué? – Di un paso en falso hacia su voz.

Harás lo que digamos. – No supe si era una afirmación o una pregunta, pero había no dudas sobre la repuesta.

Una risita de alivio y de calentura brotó de los labios del amigo. Empezó a sonar una música lenta, pero sensual. Unas manos me cogieron de la cintura y me llevaron unos pasos adelante. Hizo que tocara el sofá.

Estaremos aquí sentados. He quitado la mesa. Quiero que nos hagas un striptease.

Me puse colorado y negué con la cabeza.

¿Ahora tienes vergüenza? Vamos, hazlo. – Dudé de nuevo y me llevé un azote en el culo por ello.

Sonreí sin poder evitarlo. Nunca lo había hecho, pero siempre hay una primera vez. Admito que no soy Joaquín Cortés bailando y no intenté serlo, solo me moví con suavidad al son de la música quitándome la camisa del pijama y los pantalones. Me quedé acariciando unos boxers de extraña tela que no reconocí.

Me he tomado la libertad de ponerte unos boxers naranjas que compré

ayer. – Explicó Santi – Estás muy sexi.

Escuché unos pasos cerca de mí y me giré hacia allí. Una mano me acarició con suavidad el torso. Me estremecí. Sus manos dudaban, no era Santi. Las manos de aquél "amigo" palpaban lentamente mi cuerpo, lo exploraba palmo a palmo. Me giró y siguió a lo suyo.

Tu amigo es muy curioso – Comenté.

Noté la presencia de Santi cerca, no sé cómo, lo juro, pero sabía que estaba cerca. Sus manos me acariciaron con decisión. Noté sus labios cerca de los míos, los entreabrí y le busqué en la oscuridad y cada vez que creía encontrarlo se me escapaba.

Su amigo se carcajeó de mí. Le conocía estaba seguro. Una risita burlona se escapó de los labios de Santi. Me dio un fugaz besito en la mejilla y se me escapo de nuevo. Me harté de perseguirlo y me di la vuelta hacia su amigo. Busqué sus labios y no los hallé.

Vamos está esperando tus besos – Le dijo a su amigo.

Este acercó sus labios y se juntaron con los míos por un breve instante. No duró más, solo unos segundos. Luego se alejó un poco y esperó. Santi acarició mi espalda y se apretó contra mí. Yo di un paso hacia atrás para notarlo, mientras mis manos buscaban al amigo. Hallé un brazo y tiré de él hacia mí. Esta vez fueron mis manos las que le exploraron.

No tengas miedo, no voy a comerte. – Me eché a reír – Bésame.

Mis labios entreabiertos se juntaron con los suyos. Eran jugosos, de esos que da gusto besar. Nuestras bocas se despegaban y se unían cada poco tiempo. Mientras Santi me abrazaba por detrás, agarrándome por la cintura y besando mi cuello.

Me sentía tan extraño, algo así como feliz de estar siendo usado. Nadie me forzaba, pero yo tenía que hacer lo que ellos querían. Un azote en el trasero me hizo despertar.

No te duermas, Efebo.

El amigo de Santi volvió a besarme, esta vez el beso duró más, lo saboreó, lo degustó. Metió su lengua en mi boca y dio vueltas alrededor de la mía, mientras su cuerpo se pegaba al mío. Tenía dos hombres besándome y acariciándome. Me sentía tan extasiado y feliz.

Santi me lamió la oreja y susurró:

Arrodíllate, cómetela, hazle suspirar como tú solo sabes.

Y eso hice. Me arrodillé lentamente en el suelo enmoquetado. Mis manos buscaron el botón de su pantalón y bajé sus pantalones. Él se descalzó. Cual fue mi sorpresa cuando me di cuenta de que no llevaba ropa interior.

Palpé algo duro y dos bolas regordetas. Acerqué mis labios a esa parte y saqué la lengua para saborear aquello.

Es como los niños, se mete todo a la boca – Comentó socarrón Santi que se había alejado, manteniéndose al margen.

Él reprimió un suspiro cuando lamí una de sus bolas. Luego lamí la otra y la metí en la boca. Cogí con una mano la verga dura y la manoseé un rato para saber cómo era. No era muy grande, pero era bastante gruesa. Mi lengua exploró la cabeza de ese palo duro.

Sabía muy bien, se notaba que antes de venir se había acicalado a conciencia. Él gimió sin poder evitarlo cuando notó cómo me introducía a lametones esa estaca a lametones en la boca. Inspeccioné con mi lengua todos los rincones de esas partes. Metí y saqué de mi boca su pene, que ya rezumaba liquido preseminal y que había agrandado un poco.

Yo recogí con la lengua esa delicia y aparté la cabeza saboreándola.

Él respiraba agitado y al poco tiempo metió su polla en mi boca con lentitud pero sin pararse. Sus dedos de entrelazaron en mi pelo y guió mi cabeza hacia delante y hacia atrás, mientras hacia lo mismo con su cadera. Gemía con fuerza susurrando un "sí" entrecortado. Esa voz...

Noté unas manos acariciando mi espalda, al parecer se había cansado de mirar. Apartó una mano y metió un dedo humedecido en mi agujerito. Me puse a cuatro patas para facilitarle el trabajo, mientras yo hacía lo propio con ese "amigo".

Santi metió otro dedo dentro y mi hoyito, feliz de sentirlos, se entreabrió entre palpitaciones. El hombre al que conocía, y no sabía de qué, jadeó sobresaltado, supongo que fue cuando vio donde tenía sus dos dedos Santi.

El hombre empezó a empujar fuertemente hacia mí. Con dificultad le saqué de mi pobre garganta su duro mástil.

No te corras aún – Jadeé.

Santi comenzó a dar vueltas y a mover los dedos dentro de mí, se estaba riendo viendo como me estremecía al notarlo.

Noté otro dedo más, este me dolió un poco, y empezó a sacarlos y a meterlos. Me pase la lengua por los labios golosamente y abrí la boca para buscar algo que "comer", paro nadie me quiso "alimentar".

Los deditos salieron, pero no volvieron a introducirse, sin embargo no me quejé pues noté que lago húmedo ocupaba ese lugar. La lengua jugueteó conmigo un rato y luego me abandono.

Penétrame, Cógeme, hazme tuyo. – Supliqué.

Te refieres a mí o mi amigo, Efebo. – Noté allí un doble sentido.

Quien sea. – Afirmé, y realmente era verdad. Me daba igual quien fuera.

En aquél momento y sin previo aviso, los 20 cm(aproximadamente) de Santi se metieron de una vez en mí.

Gemí de dolor y grité desconsolado. Le llamé bestia y otras palabras mucho más malsonantes que no debería escribir aquí. El otro hombre caminaba de un lado a otro, como si estuviera intranquilo.

Pronto cada envestida dejó de ser dolorosa para pasar a ser uno de los momentos más excitantes de mí vida(o eso creía en ese momento). Jadeaba, suspiraba y gemía, susurrando su nombre placenteramente.

Ven aquí – Ordenó de repente Santi. Escuché los pasos del amigo cerca – ¿Quieres? – Dijo sacando su verga y dejando huérfano mi hoyito.

Mi novio-amante enchufó su verga en mí boca y comenzó un sensual movimiento. El amigo fue extremadamente cuidadoso. Lubricó muy bien mi rajita con su lengua. Tensé todo el cuerpo. Nadie, aparte de Santi me había penetrado.

Tranquilo cariño – Me tranquilizó poniendo su mano en mi nuca y rozándola con suavidad – No te hará daño. Dentro de poco tendrás dos vergas muy especiales dentro de ti.

Temblé de gusto ante esa visión pero aun así tenía miedo.

Dolió menos de lo que esperaba, él iba entrando poco a poco y parando en cada movimiento para sentirlo todo.

Me sentí lleno, completamente dichoso, era muy feliz.

Los dos me tenían cogidos por mis dos agujeros. Estos cogieron un ritmo casi pausado, cuando uno entraba el otro salía, siempre tenía algo dentro de mí.

No sé cuanto tiempo duró aquello, porque para mí el tiempo se había detenido.

Sin siquiera tocarme me descargué encima de la moqueta, con un impresionante orgasmo.

Santi y su amigo se corrieron en mi espalda; Noté como el semen me chorreaba por todo y como mi pelo estaba pringoso, todo tenía un aroma a sexo y a sudor.

El hombre sin nombre susurró entrecortado:

¡Qué he hecho!

Otra vez me volvió esa sensación de que le conocía. Algo despertó en mí, mi mente analizó y buscó esa voz entre mis recuerdos.

Yo di un lastimero suspiro cuando supe a quien pertenecía la voz.

Santi qué... – No terminé, sollocé lagrimeando bañado en semen y con un sentimiento de vergüenza que me rompía por dentro.

Desperté con un impresionante dolor de cabeza. Remoloneé un poco en la cama y cuando me levanté hallé en mis pantalones una enorme mancha de semen. Me desnudé tranquilamente y cogí la bata de Santi.

Le encontré adormilado en el sofá. Le puse una manta. Me Senté en la moqueta.

Ayer a la noche tenias un sueño erótico – Santi me miró con la cara aletargada.

Lo sé. Parecía muy real. – Me eché a reír, Santi me miró extrañado – Aparecíais Dani y Tú.

Santi rió, mientras yo le contaba todo con pelos y señales.

Aquella misma tarde Santi me regalo unos boxers naranjas.

¬_¬,

Este relato está dedicado a la persona más especial en mi vida. Te quiero Santi.

Tu Efebo.