Zeks (10)

De agua, espuma y semen.

Hola por décima vez. Sé que he tardado mucho en escribir la continuación de mis relatos y pido perdón a todo el que halla tenido que esperar tanto.

Me había quedado en que había estado "jugando" en el balcón con Santi, ¿verdad? Bien, pues desde ahí seguiré.

Como supondréis en esos momentos no tenía ganas de volver a casa, creo que es comprensible. Estaba muy feliz, estaba en mi nube. Era como si de repente todo tuviese una especie de perfección, todo estaba hecho para que Santi y yo fuéramos felices. En fin, estaba medio drogado de amor y placer.

Y me había dicho "te quiero". Que fuego tenía en el cuerpo, contento estaba. Pero como soy incapaz de pasarme un día sin comerme la cabeza, empecé a analizar el "te quiero".

¿Vale, se puede saber que te pasa ahora? – Preguntó mientras recorría con sus manos mi espalda desnuda.

Bajé de la barandilla echándole un poco hacia atrás. Abrí la boca para expresar mis dudas, pero finalmente le besé y le dije:

No es nada.

Le agarré de la mano y me dirigí adentro. Era agradable y extraño estar de la mano con un hombre. Si alguien el año pasado, antes de conocer a Santi, me hubiera dicho que acabaría con un hombre le abría metido una somanta de palos. Pero ahí estaba y no me arrepentía por nada. Más aun estaba muy orgulloso de haber encontrado a alguien tan especial como Santi.

Soltó mi mano y dando una carcajada infantil se alejó dando saltitos mientras gritaba:

Espera no te muevas.

Me senté en el sofá Y me di cuenta de que cada vez que creía conocerle, siempre hacía algo que no me esperaba y que deshacía todos mis esquemas. No me di cuenta de cuanto tiempo pasó, la verdad no importaba. Cuando volvió llevaba una rosa de tallo largo en la mano. Me levanté sonriente y con el brillo del que acaba de hacer el amor, algo sudoroso y un olor a sexo en el cuerpo. Cogí la flor y la llevé a mi nariz que bien olía. Me agarró de nuevo de la mano y me llevó al baño.

Lo que vi me llenó de asombro era lo último que esperaba encontrar. Había llenado la bañera hasta la mitad y había puesto burbujas. La habitación estaba a oscuras y la luz que había provenía de velas esparcidas por todos los rincones. Encima de la encimera del lavabo, entre dos velas rojas había una botella y dos copas.

Se me iluminó la cara, nadie había montado nunca nada tan bonito para mí. A mucha gente le parecerá todo muy cursi, pero a mí me encantaba pensar que Santi había tenido ese detallazo conmigo.

Me arrastró hacia adentro y me puso frente a la bañera. Se puso detrás de mí y empezó a besarme en la nuca. Sus manos ladearon mi cabeza a la derecha y su lengua viajó desde mi nuca a la parte derecha de mi cuello. Un pequeño mordisquito me hizo reír tímidamente. Sus manos se acercaron a mi torso. Primero a los hombros, los masajeó relajándome mucho y sus manos fueron bajando a mi pecho para dejar que su lengua ocupara el lugar.

Alcé una pierna y la metí en la bañera. Santi avanzó un poco y yo metí mi otra pierna en la bañera. Santi se alejó un poco y me observo detenidamente. Luego sonrió y me dijo que me diera la vuelta. Así lo hice.

Cogió de un rincón gel y vertió un poco de este en una esponja. Comenzó a enjabonarme lentamente, como si fuera a cámara lenta.

Entró en la bañera conmigo y siguió con su tarea. Los hombros el torso, los brazos, el cuello, las piernas, el vientre, los muslos. Pero no enjabonó esa parte intima de mí. Me dio la vuelta y enjabonó mi espalda, la cintura, la parte de atrás de las piernas y el culo. Primero uno de los muslos, luego el otro. Vertió un poco de espuma de la esponja en mi rajita y con la mano la extendió a lo largo de ella. Humedeció la boca de mi agujero. Empecé a notar como palpitaba todo mi cuerpo, entre ellos mi esfínter. Noté como palpitaba, era como si respirase. Sentía que se iba agrandando, que pedía a gritos la verga de mi amante. Santi frotó su cuerpo contra el mío. Yo empecé a respirar algo más agitado. Mi cuerpo reaccionó a las caricias que me seguía dando con la esponja.

Minutos después, no sé cuanto podrían haber sido cinco o quince, Se sentó en la bañera y me dio la vuelta. Mi rabo, que ya estaba medio erguido, quedaba enfrente de su boca. Santi lo cogió con ternura y me pajeó un par de veces, luego metió en su linda boca mi glande y lo rozó con la lengua haciendo que diera una exclamación de placer. Su boca absorbía mi glande y mientras le daba mimos con la lengua. Fue metiéndolo más y más en la boca hasta que mis diecisiete cm desaparecieron dentro de su boca. Comencé un vaivén lento, metía y sacaba, metía y sacaba. Comencé a gemir y decirle cosas:

Cómetela todita... Ah qué goloso estas hecho... que bien lo haces... trágatela, vamos es toda para ti...

Cosas que no son muy originales pero en esos momentos no creo que importe. Mis jadeos aumentaron y en el mismo momento en el que iba a venirme, Santi apretó mis huevos y se sacó mi verga de la boca. Aullé de dolor y le pregunté el porqué de eso.

No quería que te corrieras ya.

De repente vi que una de sus manos estaba acariciando su falo ya erecto. Le miré a los ojos y tenía una mirada tierna y apasionada, fogosa y dulce.

No sé como lo logré pero acabé pasando mis piernas mas allá de su cintura, apreté mi cuerpo contra el suyo y me abracé a él, mientras me deslizaba hacía abajo. Antes de dejarme caer del todo coloqué el falo de Santi en la entrada de mi ano y me senté literalmente encima de él.

Le cabalgué mansamente al principio pero luego cogí velocidad y aumenté la velocidad. Nuestros gemidos eran acompasados, nuestros jadeos eran casi un grito desesperado de placer, suspirábamos sin poder o no querer contenernos.

Nos abrazamos fuertemente, yo a él y él a mí. Nada ni nadie podría separarnos o pararnos en ese momento. De repente una especie de grito surgió de nuestro interior y ahogamos nuestro orgasmo en un apasionado beso en donde nuestras bocas y lenguas parecían una sola.

Así seguimos bañándonos, entre agua, espuma y semen.

Cuando el agua comenzó a enfriarse quitamos el tapón y salimos a secarnos pero en cuanto me di la vuelta para coger una toalla, Santi me agarró de nuevo por detrás y rozó su verga flácida contra mí trasero. Sonó el telefonillo de la calle y dejó ese rico roce para contestar.

Yo seguí secándome. Santi vino todo agitado y comenzó a recoger, vestirse y hablarme al mismo tiempo. No lo hizo muy bien.

Dani está subiendo!

¡Haberle dicho que ahora bajábamos!

Ya se lo he dicho, pero está subiendo.

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