Zapatero a tus zapatos
Cuidado con las citas por Internet
A pesar de su nombre y las burlas continuadas de sus amigos, vecinos y compañeros, José Luis era una persona muy entrañable y nada rencoroso.
Había nacido también en agosto del 60, no el cuatro, sino el veintidós. Obviamente eran ambos Libra.
Dicen de los nacidos bajo ese signo que suelen decir cosas como:
- “Todo depende de la perspectiva con que lo mires. Puede ser horrible, pero también puede ser genial…”
- “¡He tomado una decisión!… Pensándolo bien, mejor déjame consultarlo un poco más”.
José Luis, el nuestro, decía del otro…
- “Zapatero a tus zapatos….”
Solía decir al criticar constantemente al ex presidente.
Sobre todo en la etapa más gris de nuestro peor ex presidente a juicio de la mayoría de comentaristas políticos del pasado reciente, dado que a día de hoy dicen…, que ha salido otro muchísimo peor.
Como es público y notorio Zapatero (ex–presidente) paso de licenciarse en Derecho, en 1982, a dar clase como ayudante de Derecho Constitucional en la Universidad de León hasta 1986, año en que empezaría su carrera política al obtener un escaño en el Congreso de los Diputados.
El Zapatero de este relato distó mucho de ser político, sino mancebo farmacéutico en tierras castellanas nuevas.
Toledo sería su cuna, donde vivió y donde casi murió…
A los mancebos farmacéuticos en la actualidad se les denomina auxiliar dependientes de farmacia bajo la supervisión del titular de la misma.
Nuestro José Luis no era famoso por ello…
Otros mancebos si lo habían sido…
Pedro Hernández Mateo, que ocupo la alcaldía de Torrevieja desde 1988 hasta 2012, fue otro mancebo más famoso que nuestro José Luis, aunque del PP (en todos los partidos cuecen habas).
Entronizado Pedro en el consistorio gracias a una tránsfuga, luego con mayorías absolutas dirigiría ese municipio hasta que la desgracia apareció bajo el umbral de la corrupción.
Ya en el Boletín Regional de 23.02.2010 la autodeclaración de bienes de Pedro parecía escandalosa para sus orígenes de mancebo.
Todo terminaría como saben los lectores de diarios y sentencias con la ratificación en el pasado 2013 del Tribunal Supremo a condena de 3 años de prisión, multa, 7 años de inhabilitación, indemnización a su Ayuntamiento, todo ello por el caso de adjudicación en 2004 del servicio de recogida de basura de su localidad.
Nuestro José Luis, el mancebo de Toledo, no pasará a la historia por grandes hitos, ni buenos, ni malos, sino todo lo contrario…
- Cuídate José Luis y come comida casera, cuidado con la ulcera…. (le dijo Asunción, su mujer al despedirse de él, cuando su familia sin él, se marchaba de vacaciones este pasado agosto a Torrevieja)
- No te preocupes “Sunchi” me haré todos los días un guiso.
- Hablamos todas las noches, mi amor…
- Sí, mi vida…
- Ten cuidado con el coche
- No te juntes ni con Luis ni con Leonardo, que son muy golfos, a ver si te va a doler la cabeza…
Estas últimas palabras se repetían insistentemente en mi cabeza aletargado por los fuertes sedantes y el resto de anestesia en esta cama de este hospital que aún no se cual es.
Empeceba a recordar poco a poco lo sucedido…
El lunes 1 de agosto despedía a su familia hasta el 15 en que se reuniría con ella.
El plan era salir de la guardia del 14, ducharse y coger el coche de Sunchi y llegar a comer.
Todo iba bien, se había organizado muy bien, trabajaba, hacia su compra, cocinaba, y hablaba con Sunchi y las niñas todas las noches.
Todo iba bien hasta que Luis le llamó el sábado seis, antes de cenar. Se pusieron bien de tapas, de cerveza, de reír, y de copas después…
El domingo siguiente el dolor de cabeza era astronómico.
Cuando le llamó Sunchi el domingo por la noche, sobre las diez como acostumbraba, además de muy cabreada, le notó lo del dolor de cabeza…
- Estás raro José Luis.
- Me duele un poco la cabeza.
- ¿Saliste anoche después de hablar?
- Si, un rato. Algo me sentó mal. Garrafón.
- ¿Con quien estuviste? ¿Con Luis?
- No, mujer…
Me conoce más que yo mismo. Pensé.
Volví a mentirle, e hice el propósito de no volver a caer en la tentación.
Maldito Internet…
El martes 9, me entretuve un rato en el puto ordenador.
De un sitio, saltaba a otro. Al final estaba charlando con una mujer separada, según dijo, que buscaba amistad, solo amistad…
Era paraguaya, se llamaba Gaby, trabajaba como vendedora de una famosa marca de cosméticos y buscaba solo amistad con algún hombre serio, respetuoso y educado.
Ese soy yo, pensé.
Que mal voy a hacer por una simple charla amistosa. ¿Verdad?
Habíamos quedado para el siguiente viernes, el día doce, después de cenar a tomar un simple café amistoso
Estaba nervioso.
Será muy fea, quizás incluso gorda.
Me tomo un café y cortésmente me despido.
Mis pensamientos en la mesa de esa terraza se vieron interrumpidos por la presencia de aquella mujer
- ¿José Luis?
- Si, balbuceando contesté.
- Soy Gaby, dijo, abriendo esa boca maravillosa… (Ya estaba pensando en adorar todo ese cuerpazo…)
- Siéntate por favor…
Hablamos de todo y de nada en particular.
Cuando después de tomar la segunda copa, me pregunto si deseaba acompañarla a su casa a tomar la última, tuve una visión libidinosa completa de su futuro desnudo.
Subíamos las escaleras de una vivienda de más de 20 años en una de las zonas más humildes de la ciudad.
Me cogió de la cintura y me besó.
Me puse cachondo…, muy cachondo.
La vivienda era modesta y estaba excepcionalmente limpia y ordenada.
Me sugirió que me sentase en el sofá.
Me sirvió una copa y se disculpó para ir al baño.
La botella de ron era de marca, aunque el refresco lo había traído de la cocina abierto.
Por un instante fugazmente pensé en que me podría drogar, robarme o incluso peor.
En alguna ocasión habíamos hablado los amigos, sobre todo Luis y Leonardo riéndose, sobre el tráfico de órganos y que era una leyenda urbana.
Cuando salió del baño iba en ropa interior, se sentó y me mordió suavemente el lóbulo de mi oreja izquierda.
Notó mi excitación…
Cuando quise darme cuenta estaba atado a la cama, boca abajo, con los ojos vendados, y totalmente desnudo.
Me daba un masaje, me acariciaba, me besaba las piernas, los pies, sentía su largo cabello rozando todo mi cuerpo…
Olor a incienso, a velas. Una música suave y sensual.
Iba a ser un juego de seducción. No estaba excitado y sentía un ligero adormecimiento, quizás las copas.
Aun no me había dado cuenta de nada.
Recuerdo que el sopor me hizo relajarme y me dormí profundamente.
Lo siguiente que recuerdo fue el frio y la sensación de suciedad en aquella cuneta.
Como pude salí a la carretera…
Tambaleándome, me levanté pero volví a caerme. Arrodillado y gateando volví a desmayarme.
Mis pensamientos se vieron interrumpidos por la presencia de una pareja en la habitación
- Buenos días José Luis… ¿Qué tal se encuentra usted?
- Deseamos interrogarle sobre lo sucedido. ¿Le parece bien?
- Somos José Miguel y Verónica, inspectores de policía.
- ¿Qué me ha pasado?
Preguntaba que me había pasado, y lo intuía. Sentía el vendaje en mi parte posterior.
Me sentía dolorido en mi cuerpo y mucho más.
- Esta usted bien. Ha tenido suerte.
Maldito Internet. Solo pensaba en la cara de Sunchi.
Aquel maldito agosto perdería además todo lo que tenía.
Sunchi no me lo perdono jamás.
PEPOTECR.