Zambullida a tres
Llevé mi mano hacia ella con la idea de relajar la tensión pero un ¡ni se te ocurra! lanzado a coro por las dos me dejó clavado a medio camino. Ya te llegará el momento me dijeron...
Llegamos a la playa recién comidos y con un calor de no te menees. Nos tiramos al agua de cabeza ¡huumm! ¡qué delicia! Esto sí que es vida, refrescarte y zambullirte dejando atrás las prisas del día y el bullicio de la ciudad. Después de un buen rato salimos y al llegar a donde habíamos dejado las sillas vimos a nuestra amiga Julia que venía hacia nosotros. Nos saludamos con un efusivo beso y un abrazo que me permitió notar contra mi pecho la presión de sus enormes tetas.
"Que la vas a desgastar" me dijo Tigresa entre risas mientras que también se arrimaba lo suyo. Mientras charlábamos fuimos sacando las toallas y los protectores solares. "Tú ya estás moreno y no te vas a quemar, así que déjanos a nosotras que nos mimemos nuestros cuerpecitos".
Ante su sugerencia de obligado cumplimiento me senté en mi silla y saqué un libro para leer un rato. Frente a mí, ellas se quitaron la parte de arriba del bikini y comenzaron a untarse el bronceador. Tigresa empezó por las piernas, rodeando sus muslos y subiendo despacito desde la rodilla hasta llegar a la ingle y vuelta a empezar. Julia se dedicaba a embadurnar sus tetas, dándoles un masaje circular hasta llegar al pezón y levantándolas para poder recorrer también la zona baja. Yo no sabía a donde mirar, las dos estaban para comérselas con la piel brillando por la crema y el sudor y no escatimaban movimientos de las manos sobre el cuerpo.
A continuación se ayudaron mutuamente a darse crema en la espalda aunque sus manos traviesas no se detuvieron ahí y se recrearon a conciencia en sus culos redondos y sabrosos. Hecho esto se sentaron frente a mí y una al lado de otra. Recularon un poquito hacia atrás sus tumbonas y abrieron las piernas para que ningún lugar de sus cuerpos quedara oculto al sol. Ni a mí, desde luego.
"Me vais a poner malo" les dije. "Pues esto sólo acaba de empezar" respondió Julia mientras Tigresa la secundaba con una sonrisa picarona. Dicho esto, llevaron sus manos a la entrepierna y comenzaron a jugar con sus dedos sobre la tela del bikini. Tigresa elevó un poco el culito y apartó a un lado la poca tela del tanga, liberando así su chochito y facilitando el camino del placer. Julia prefirió desatar los lacitos del bikini que reposaban sobre sus caderas y dejó caer hacia delante la telita que hasta ese momento cubría su pubis. No tardó en meterse un par de dedos a los que enseguida acompañó un tercero. Entraban y salían suavemente a un ritmo constante mientras con la otra mano se acariciaba un pezón.
Tigresa, en cambio, prefirió dedicar su atención al clítoris cogiéndolo entre el pulgar y el índice, dándole pellizquitos a la vez que lo sometía a un movimiento circular que, como yo bien sabía, la tenía que estar poniendo literalmente a caldo. Como es fácil imaginar, me estaban poniendo a mil. La sangre me palpitaba en los oídos, el cuerpo se me empapaba del sudor que me manaba por todos los poros, tenía la boca seca y la polla la polla parecía que me iba a explotar y reventaría el bañador en cualquier momento. Llevé mi mano hacia ella con la idea de "relajar la tensión" pero un "¡ni se te ocurra!" lanzado a coro por las dos me dejó clavado a medio camino. "Ya te llegará el momento" me dijeron.
Así que seguí mirándolas, viendo como se masturbaban primero a ellas mismas para pasar pronto a intercambiar sus manos tras un besito cariñoso. La mano derecha de Tigresa se hacía cargo ahora del clítoris de Julia que puso los ojos en blanco al notar el tironcito que recibió su protuberante y suculento garbancito. Mientras tanto deslizó su mano izquierda hacia Tigresa, buscando y encontrando su cueva y llenándola con sus dedos ávidos de profundizar dentro de ella. El ritmo de ambas era cada vez más frenético, acompañando con el movimiento de sus caderas el buen hacer de sus manos.
Estaban de espaldas a la orilla y por tanto a la mayoría de la gente, y no había nadie demasiado cerca pero, así y todo, era un playa bastante concurrida y temía que en cualquier momento alguien se diera cuenta. Temor que añadía más morbo y excitación al tema. ¡Cómo sentí no tener una cámara encima para inmortalizar ese momento perfecto!
Pronto la respiración de Julia se fue convirtiendo en un gruñido profundo que le salía de lo más hondo mientras que los labios de Tigresa (todos ellos) se hinchaban y goteaban sin cesar. Echó la cabeza hacia atrás, cogió con la mano libre la muñeca de Julia y la obligó a aumentar el ritmo de aquella mano que la estaba follando profunda e intensamente hasta que se corrió a borbotones lanzando un grito ronco e inacabable.
No tardó Julia en acompañarla elevando su pelvis y girándola al compás del "castigo" que los dedos de Tigresa ejercían sobre su clítoris. Apenas hizo ruido, el suyo fue un orgasmo casi silencioso pero su cuerpo tembló de la cabeza a los pies, perdiendo el control de sus extremidades que se agitaban como si hubiera recibido una descarga eléctrica.
Una vez que se relajaron un poco, se volvieron a besar suave y dulcemente, con un beso calido e inacabable, se colocaron bien los bikinis y me invitaron a darnos un chapuzón. Pero ¡cualquiera andaba por la playa como estaba yo! A pesar de todo, medio me camuflé tras ellas y corrimos al agua a refrescarnos.
Cuando el agua me cubría por encima de la cintura, Julia se tapó la nariz, se sumergió y liberando mi polla del bañador se la metió en la boca muy muy adentro. Mientras tanto Tigresa me besaba juguetona. Pronto intercambiaron las posiciones y fue Tigresa quien me chupaba la polla bajo agua mientras Julia me ofrecía sus exuberantes tetas que yo mordisqueaba y manoseaba con deleite. Así estuvieron un buen rato, una subía y la otra bajaba con la precisión milimétrica suficiente para acertar con el momento en que yo creía que por fin me correría para encontrarme con el agua fría que me cortaba y vuelta a empezar. Estaban volviéndome loco y ya me veía quedándome a medias pero, por fin, se apiadaron de mí y comprendieron que necesitaba explotar.
Me dijeron que me tumbara, me hiciera el muerto y me dejara llevar. Así lo hice y cerrando los ojos dejé mi polla, que sobresalía como un periscopio, a su disposición. Julia se colocó entre mis piernas y rodeándome el pene con sus labios comenzó a subir y bajar desde los huevos a la punta. Mientras tanto, Tigresa se metió el glande en la boca y se puso a succionarme a un ritmo vertiginoso. Antes de que pudiera saborear la situación ya me estaba corriendo entre estertores que me hicieron tragar agua mientras me diluía dentro de la boca de Tigresa que, generosa ella, besó a su amiga para compartir con ella mi semen.