Zaida. El nacimiento de una sumisa (2)

Se conoce la verdad....

"Recomiendo la lectura de los anteriores capítulos de esta serie para una mejor comprensión. Disfrutad de la lectura"

¿Cuánto tiempo llevaba mirando aquel vaso vacío? ¿Horas, minutos…? Recordaba que en algún momento se le habían acercado un par de extranjeras, alemanas a juzgar por su acento, intentando coquetear con él, pero no recordaba que las había dicho, ni siquiera si había ocurrido realmente… no podía dejar de pensar en Zaida, en lo que la estaba pasando… Siempre había sido una mujer dominante, exigente, muy segura de sí misma que no aceptaba un NO por respuesta. Pero a la vez era justa y comprensiva, cariñosa, leal…. Te sacaba todo, pero también estaba dispuesta a darlo todo. No daba explicaciones, no era necesario porque sus actos se justificaban ellos solos. ¿Entonces, que estaba ocurriendo? ¿Porque le humillaba, le provocaba de esa manera, que pretendía conseguir con todo aquello? Porque una cosa Ángel sí que tenía clara: Ella no era así realmente, nunca lo había sido y nadie puede cambiar en 24 horas de forma tan drástica. Así que ese comportamiento debía tener un fin, una causa, pero le resultaba imposible encontrarla. Sabía perfectamente que ella, por su personalidad, nunca iba a pedir cosas de forma abierta, no iba a demostrar que necesitaba algo de alguien, simplemente lo hacía notar, mandaba mensajes hasta que lo hacías, por lo que en su mente ella no reclamaba esa ayuda, se la prestaban sin mas. Por tanto, o bien no había sido capaz de entender sus indirectas, o ella no había sido lo bastante explícita… Bien, tendría que averiguarlo, se merecía que le diera otra oportunidad, otro voto de confianza para esclarecer tan extraño comportamiento. 5 años de relación bien se merecen un par de cartas blancas, pero necesitaba rellenarlas con algo. Estaba dispuesto a perdonar, por ella cualquier cosa, pero necesitaba saber QUÉ era lo que perdonaba. Así que subió a la habitación con el firme propósito de escuchar, una vez mas, o cerrar los oídos para siempre.

No le sorprendió encontrarla en la cama, aún desnuda, abrazándose las piernas en posición fetal pareciendo una niña asustada. Las lágrimas seguían recorriendo su rostro y cuello, para morir en sus desnudos pechos de forma silenciosa. Manaban de unos ojos rojos, hinchados, que le miraban pidiendo comprensión, perdón. Ángel se acercó a ella, sentándose a su lado, solo pudo acariciarle el sucio pelo después de la agitada tarde-noche:

-Amor, necesito saber que ocurre. Sabes que puedes contármelo, necesito que me lo cuentes.

-No sé qué me ha pasado. Lo siento mi vida, creía que las cosas saldrían de otra forma. Quería hacer que resultara maravilloso para los dos y se me ha escapado de las manos, no he sabido cómo parar… -En este punto comenzaba a sollozar de nuevo. Yo sabía que la suponía un tremendo esfuerzo reconocer sus culpas, un principio de explicación estaba a punto de derribar ese muro de orgullo. Decidí no presionarla, dejar que las cosas fluyeran a su ritmo, llevarla a un estado de relax que la facilitara las cosas.

-Vamos al baño, estas echa un asquito – la dije queriendo quitar un poco de hierro al asunto- te voy a dar un baño relajante de esos que tanto te gustan y mientras me lo cuentas. Así es como funciona, si ella cree que yo la estoy haciendo el favor de bañarla y darla un masaje, si soy yo el que me deshago en atenciones hacia ella, la resultará, mas fácil sincerarse conmigo. Sé que quizá no es la forma correcta de actuar teniendo en cuenta lo ocurrido, pero cualquier cosa para conocer la verdad

Asintió como una niña perdida y se dejó guiar hacia el baño (El hotel tenía una bañera en la que entraba perfectamente sentada con las piernas estiradas) se sentó y abrí el agua de la ducha, calentita y relajante. En cuanto el agua le cubría los muslos, comencé a limpiarle la espalda con un poco de jabón. No era un masaje sensual ni erótico, era más maternal que otra cosa, no quería excitarla, sino que se relajara y se sintiera segura para sincerarse. Pasaba las manos dulcemente por la espalda, el cuello y los costados, quedándome en el límite de sus pechos….

-Sabes que los negocios no van bien últimamente. Con la puta crisis es muy difícil vender pisos, cada vez se interesa menos gente para visitarlos y pasamos mas tiempo en la oficina. Me quema la inactividad, tú lo sabes, así que intentaba pasar el tiempo distraída para no ponerme de mal humor – Hablaba bajito, susurrando y con voz pausada, como pensando que, si no se la oía significaba que no estaba diciendo nada. Mientras yo seguía con mi tarea por brazos y piernas, ella cerró los ojos y continuó Trasteando por internet (Como responsable de su oficina tiene un despacho privado) encontré una página de una pareja: En ella salían fotos de ella en actitud sumisa, vestida con ropas de cuero o de látex, siempre mostrando los pechos, o directamente desnuda. Me despertaron la curiosidad, pero lo que mas me llamó la atención fue un diario que la pareja mostraba en la página. En el contaban sus experiencias, los encuentros que llevaban a cabo. Contaban como se habían iniciado en el mundo de la dominación, ella sumisa, el dominante. Como se habían adiestrado ambos para ejecutar sus roles, como habían recorrido juntos este aprendizaje y como disfrutaban ahora de unas maravillosas sesiones de sexo.

Seguía su confesión como si estuviera sola, como si se estuviera sincerando consigo misma. Yo, mientras que seguía lavándola metódicamente, comenzaba a estar aun mas intrigado por lo que oía. Nunca me imagine a mi novia interesada por estas cosas, me escamaba lo que estaba escuchando, así que preste aun mas atención.

-Yo, que siempre había sido una mujer dominante, orgullosa, que prefería ser el pastor del rebaño a ser una de las ovejitas, me gusta mandar y organizar, llevar la voz cantante…. No sé cómo ocurrió, pero me empezaba a excitar sobremanera cuando leía los pasajes del diario, esa sumisión por parte de la mujer, cumplir todos y cada uno de los deseos de su amo, ser su esclava. Veía reflejada en ella mi antítesis, todo lo que yo no soy, pero sin embargo, descubrí que era todo lo que quería ser en la intimidad del sexo. Una perrita escondida en el cuerpo de una leona. Así, mientras pasaban los días en la rutina aburrida de la oficina, me sorprendía a mi misma ansiosa de entrar en mi despacho para dar cuenta del siguiente día del diario, de la siguiente depravación de esa sumisa que se estaba convirtiendo en el espejo en el que quería mirarme. Empecé a ir al trabajo siempre con vestidos, ya que era agradable descubrir cómo, en cuanto empezaba mi visita diaria a las experiencias de la pareja, mi mano se movía con vida propia hacia mi entrepierna, acariciando mi excitado sexo por encima del tanga al principio, sobre mi carne desnuda después, ya que mecánicamente comencé a quitarme la ropa interior al llegar a mi despacho para eliminar barreras. Me excitaban mas y mas ver como mi heroína acataba órdenes, ejecutaba tareas humillantes para dar placer a su amo, no me podía creer hasta que punto ansiaba ser yo misma la que recibiera ese trato. Me tocaba y me masturbaba en mi despacho, una mano en mi coño y la otra acariciándome los pechos sobre la camisa, me veía reflejada en lo que leía, quería ser la protagonista de esas vejaciones, me excitaba la idea de que uno de mis compañeros me pillará en tan humillante acto, pero eso me embrutecía aun mas, sobre todo en los segundos en los que me llegaba el orgasmo y era del todo vulnerable. Y cuando todo pasaba, me remordía la conciencia, yo no era así, no era sumisa. ¿Entonces porque me excitaba con esos pensamientos mas que con ninguna otra cosa? Por mas que cada nuevo día me hacía el firme propósito de no caer, cada nuevo día me descubría con el tanga en el cajón de mi mesa y tocándome furiosamente al compás de mis fantasías, eso cuando no era algún elemento del material de oficina el que me penetraba mientras que me imaginaba que era el venerado falo de mi amo el que profanaba mi sexo. Estaba claro que no había solución posible: Los mas bajos instintos que me dominaban desde hacía varias semanas se imponían a mi naturaleza, la leona daba paso a la perra, tenía que aceptar la realidad de que, una vez traspasaba las puertas del sexo, la mujer orgullosa y dominante tenía que dar paso a la hembra sumisa y complaciente. Era lo que me pedía el cuerpo

En ese momento pareció darse cuenta nuevamente de mi presencia, me miró a los ojos implorando un poco de comprensión por lo que sin duda vendría a continuación. Yo por mi parte, seguía moviendo las manos mecánicamente, pasándolas por todo su cuerpo pero evitando zonas erógenas, no era el momento. Sin embargo, lo que acababa de explicar no justificaba su comportamiento, si bien es verdad que me confesaba que algo había cambiado en ella pero ¿Si estaba descubriendo que la excitaba ser sumisa, por qué me trataba de la forma contraria? Lo que dijo a continuación, mirándome a los ojos, me saco de dudas:

-Estaba decidida a probarlo, saber que se siente sometiéndome totalmente a un amo. Y está claro que mi macho eres tú. Pero intenta comprenderme, me costaba sobremanera decírtelo abiertamente, era un golpe demasiado evidente para mi orgullo pedirte, no, implorarte que me trataras como tu esclava, como tu perra, que hicieras conmigo lo que quisieras, no era capaz de arrodillarme cuando sabes que me cuesta tan solo bajar la mirada. Se me hacía imposible pedirte que el 100% de nosotros fueras TU cuando llevo toda la vida luchando por no ser menos que nadie. Por eso pensé que, si actuaba de tal forma que hiciera aparecer ese comportamiento tuyo que tanto ansiaba de manera natural, como mecanismo de defensa, luego podría decirte lo mucho que me había encantado, que siguiéramos explorando ese camino. Si conseguía que me dominaras como reacción de mi conducta, tendría lo que quería sin necesidad de haberme rebajado a pedírtelo. Pero ahí es donde me equivoque, al no tener en cuenta tus sentimientos, al planearlo todo pensando en mis gustos y necesidades sin pensar en el daño que podía hacerte con mi comportamiento

Por fin aparecía un poco de luz en los acontecimientos. Por fin comprendía esa mirada, retándome a someterla, a dominarla, a castigarla con el comportamiento que había tenido. Esa mirada de frustración cuando no conseguía sacar de mi lo que pretendía, de determinación cuando decidía dar un paso mas en su peligroso juego de provocación. Cogió mis manos y se abrazó con ellas, poniendo deliberadamente la derecha en su pecho izquierdo, y la otra en el nacimiento de la delgada línea de pelo que adornaba su sexo.

-Me cuesta mucho decirte esto mi amor, pero puede mas las ganas de penetrar en este nuevo mundo bajo tu mano: Quiero aprender a ser una buena sumisa, quiero vivir para dar placer, quiero ser capaz de satisfacer todos y cada uno de los deseos de mi amo y disfrutar con ello, porque no hay nada que me excite más. Y quiero recorrer ese camino a tu lado En ese momento empezó a mover sus manos guiando las mías sobre su pecho y su ya húmedo coño. Realmente se excitaba mucho al pensar en estos juegos. Las movía lentamente, disfrutando de cada movimiento, y yo me dejaba hacer, dándole por primera vez desde que estábamos allí lo que tanto necesitaba y esta vez te lo pido abiertamente, aprende conmigo los secretos de este juego, déjame vivir para satisfacer todas y cada una de tos fantasías –Movía las manos cada vez mas rápido, aumentaba el ritmo de la masturbación utilizando mis dedos como improvisados consoladores. Porque en tu satisfacción encontraré mi propio placer. Quiero que me hagas tuya

Al fin todo encajaba, lo comprendía. No era fácil para ella rebajarse pidiendo ser tratada como una esclava, hacerme partícipe de sus mas oscuros deseos. No podía guardarla rencor, simplemente no había sabido canalizar de forma correcta el conflicto entre su personalidad y sus deseos de sumisión. Y yo por mi parte ¿que pienso de esto? os preguntareis. Pues siempre es excitante tener una hembra como la que yo tenía para satisfacer todos mis deseos, pero esas ansias se calmaban con alguna que otra sesión de sexo duro y salvaje que teníamos cuando nos lo pedía el cuerpo. La idea de que pasara a ser mi esclava me atraía, me excitaba, pero a la vez me asustaba miedo de no ser capaz de actuar correctamente, de no darle lo que tanto ansiaba, de no ser capaz de cumplir, el temor a lo desconocido. Una vez mas, fue ella la que contestó por mi

-No te preocupes cielo, los dos seremos novatos en esto, los dos aprenderemos juntos y seremos capaces de contentar al otro. Haremos esto juntos desde el principio… ¿Te gustaría que fuera tu esclava? En todo este tiempo no había dejado de masturbarse, de una forma muy suave y sutil, utilizando mis dedos para tal fin, por lo que al decirme esto pude ver que tenía las mejillas coloradas y un brillo en las pupilas fruto de la excitación.

-Me encantaría. Aprenderé junto a ti para hacerte mil y una cosas que te hagan descubrir el placer más intenso… Me encantaría que fueras mi perrita

-Te quiero Ángel, mañana despertaré siendo tu perrita, tu esclava, pero esta noche quiero que me hagas el amor por última vez, con el cariño y la ternura del principio, para darle la despedida a la mujer que esta noche muere….

Se levanto quitando mis manos donde tan solo hacia unos segundos la estaban dando placer, y sin importarle estar chorreando, salió del baño llevándome de la mano hacia la cama, tumbándome en ella y echándose encima:

-Mañana despertaremos como amo y esclava, pero esta noche seré yo la que te guié hacia el placer más absoluto

Me parecía una metáfora muy apropiada: íbamos a fecundar a una esclava, a una sumisa completando el acto sexual. Esa última noche iba a depositar mi semilla en la dura y arrogante Zaida para que durante las horas que transcurrieran hasta el amanecer creciera en su interior una nueva criatura que vería el nuevo día como una mujer complaciente y dominada. Besándome suavemente, me fue despojando de mi escaso vestuario, sin entretenerse pero con delicadeza, dejándome en las mismas condiciones en las que ella se encontraba. Acostándose de lado junto a mí, comenzamos a besarnos, sin prisas, mientras me acariciaba el pecho con su mano libre. Al llegar a mi entrepierna, cogió mi pene, que empezaba a dar muestras de reacción, y lo masajeo suavemente, sin la brusquedad de la tarde. Lentamente subía y bajaba la fina piel dejando por momento un colorado glande que daba las primeras muestras de grandeza, utilizando tan solo los dedos índice, corazón y pulgar. Yo mientras recorría su costado más elevado, desde el glúteo hasta el hombro, pasando deliberadamente cerca del comienzo de sus pechos, dando la bienvenida a estas aproximaciones con sonoros suspiros. A la par que iba aumentando el movimiento sobre mi hinchada polla, yo me iba centrando cada vez más en el pezón que tenía al alcance de la mano y, tras un leve movimiento, también de la boca. Mientras le sujetaba la base, comencé a pintar con saliva toda su redondez, haciendo círculos concéntricos cada vez más pequeños para terminar pasando la punta de la lengua por el duro pezón, coronando los movimientos que pequeños mordiscos que la arrancaban jadeos de lo más profundo de su ser. Toda vez que sus caricias se habían vuelto más enérgicas centrándose en el capullo, ayudo a la tarea inclinándose sobre él y lubricándolo con la boca.

Con este cambio de postura y habiéndome quedado sin mi juguetito, atraje sus caderas un poco hacia mí, casi en un 69, permitiéndome acceso a su divina cueva, brillante y apetitosa, invitándome a descubrir todos y cada uno de sus rincones. Pasé mi mano por sus labios, partiendo desde el ano, abriéndolos para empaparme de todo ese néctar y llegando hasta el clítoris que ya se mostraba insolente. Al notar con sorpresa estas caricias, no pudo más que arquear la espalda hacia atrás, en movimiento reflejo apretó con fuerza la base de mi polla aderezándolo con un sentido DIOS !!! SIIIIIIII!!! QUE GUSTOOOO!!!

Nos demoramos unos minutos en esta postura, en la que yo ya le había ubicado el coño sobre mi cara, combatiendo uno contra el otro por ser capaz de dar más placer del que recibía. Era una tarea difícil, ya que cuanto más me esmeraba en excitar su palpitante botón, mas se excitaba ella hundiendo mi polla hasta límites insospechados de su garganta, lo que hacía difícil mantener la concentración. Metía mi polla en toda su longitud en la boca, acompañándolo con movimientos de sube-baja con la mano, o bien masajeando mis huevos, sopesándolos y acariciándolos con la mano libre. Mientras yo me defendía como buenamente podía a lengüetazo limpio, haciendo acopio de concentración para no abandonarme a la sublime mamada que me estaba haciendo cada vez que sentía como la punta de mi miembro era abrazado y agasajado por su lengua en el interior de su boca. No tuve más remedio que ir claudicando poco a poco en mis atenciones hacia su rajita tales eran las sensaciones que me proporcionaba.

Tuvo que darse cuenta de que empezaba a estar desatendida, porque paró el trabajo bucal y, desplazándose un poco hacia adelante, acopló perfectamente ambos pubis.

-Ya te has despedido de uno de mis agujeritos, vamos con el siguiente

Mirando hacia atrás, con la mano entre sus piernas sopesando el miembro que la iba a penetrar, lo cogió por la base apuntando al cielo y poco a poco fue bajando notando como ese estilete de carne se abría poco a poco hacia su interior, hasta quedar completamente ensartada. Dios, os puedo asegurar, los hombres me entenderéis bien, que esa sensación en la primera penetración de un acto sexual es insuperable: sientes como el coño va abrazando a la polla de forma suave pero firme según vas penetrando poco a poco, húmeda, flexible, notas el contraste entre la temperatura ambiente y la agradable calidez con la que te recibe, y cuando inicias el retroceso sientes como intenta retenerte para que no salgas. Es una sensación maravillosa, algo parecido a lo que tuvo que sentir Zaida, ya que al sentirse totalmente empalada, arqueó la espalda hacia atrás y apoyando las manos en mi pecho soltó un gemido nacido desde sus entrañas. Acomodada a la posición, cambió el peso de su cuerpo hacia delante, apoyando las manos junto a mis pies, comenzó un sube y baja del que tenía una vista privilegiada, veía como mi polla entraba y salía de su coño, asomando levemente la punta, perdiéndose por completo en su interior. Cuando subía veía como sus labios se abrían para permitir la salida de mi glande, cerrándose a continuación para retenerlo en su interior. Los dos nos complementábamos en jadeos y gemidos cuando sentía el fondo de su vagina apretando contra la punta de mi miembro, estimulando a la vez su punto G. Deseosa de sentir todas y cada una de las sensaciones, alternaba metidas y sacadas con movimientos circulares de su caderas que hacía que mi curiosa polla husmeara pos todos y cada uno de los rincones de su coño, provocándola pequeños grititos y espasmos.

Siguiendo este deseo, y sin sacarme de tan placentero refugio, se giró quedando de frente a mi

-Quiero que me mires cariño, quiero que veas todas y cada una de las expresiones de placer que me haces sentir. Y diciendo esto comenzó de nuevo el mismo movimiento que antes, ahora penetración, ahora movimiento circular. Vi una nueva ocasión de proporcionarla placer, así que aprovechando esta nueva postura, la agarre una teta con cada mano y comencé a masajeárselas al ritmo del vaivén. Disfrutaba sobremanera ya que cada vez el ritmo y la intensidad de los jadeos era más ostensible. Ante la previsión de un inminente orgasmo salió de mí por completo y colocándose a cuatro patas dijo:

-Aun te queda un agujerito del que despedirte, así que ya sabes, pero hazlo con cuidado

No necesitaba que me dijera nada mas: Me puse detrás suyo y recibí el nuevo orificio con un lametón desde el culo hasta la vagina que, no necesita decirse, estaba muy lubricada. Así que para facilitar la tarea, introduje dos dedos en su coño para que quedaran bien empapados, para después introducirlos poco a poco en su apretado culito, primero uno, después el otro, mientras ayudaba con la otra mano estimulando su aun hambriento clítoris. Ella también ponía de su parte ya que, con la mano que no se apoyaba alternaba caricias y pellizcos en sus dos pechos. Cuando los dos dedos entraban y salían sin dificultad, me dispuse a despedirme del último de sus agujeros. Sopesé mi aun erecto miembro, metiéndolo un par de veces en su coño para que quedara bien lubricado, y coloque la punta en la entrada de su culo. Aun costó un poco ya que, si bien no tengo una polla descomunal, si que su grosor es mayor al de dos dedos, así que fui empujando lentamente hasta que el capullo entro por completo. Zaida mientras tanto había ocupado el hueco libre que dejo mi mano y ya se estaba estimulando el clítoris para facilitar la tarea.

-Dale, no tengas miedo que no me duele

-Bien amor, te la voy a meter entera.

-Si joder, métemela hasta el fondo, quiero sentirla en mis entrañas, quiero correrme como nunca, vamos dámelo todo

La excitación comenzaba a hacer efecto ya las palabras soeces comenzaban a aparecer. Envalentonado, saque mi polla casi por completo para clavársela entera de una estacada brutal..

-AHHHH SI JODER, QUE GUSTO… ME ENCANTA SENTIRME LLENA, DAME FUERTE, DAME MAS!!!!!!!!

No hablaba, no miraba, solo me concentraba en darle placer a esa pedazo de hembra que el cielo me había dado, en sentir mis huevos contra su culo una vez más, perforarla otra vez, sentir como mi polla se abría paso en su culo otra vez, y otra, y otra….

-SIII SIIII, Vas a hacer que me corra, dios me encanta tu polla en mi culo, métemela hasta el fondo siiiiii. – Yo bufaba como un animal a la carrera, estaba a punto de reventar, sentía el orgasmo llamando a la puerta, deseoso de liberarse y depositar mi esperma en ese magnífico agujero, solo intentaba concentrarme en metérsela una vez más, solo una mas….

-ME VOY A CORRER, ARGGGG…..

-No, no, espera un minuto…. Se abalanzó hacia adelante sacando mi miembro de su dilatado orificio. Me había dejado a una embestida del punto de no retorno, a dura penas, sudando la gota gorda, contenía el inminente orgasmo, pero esta vez no hubo reproches. Lo entendí en seguida cuando se tumbó boca arriba abriendo totalmente las piernas:

-Ahora si amor. Métemela y córrete para mí, yo también estoy a punto y quiero que nos veamos las caras de igual a igual por última vez. Dame todo lo que tengas dentro…. Joder, incluso en estos momentos es calculadora. No le hice esperar (tampoco estaba en condiciones de hacerlo) así que de una firme estacada se la metí hasta lo más profundo de su coño. Tan alto era el nivel de excitación de ambos que solo pude dar cuatro o cinco embestidas cuando empecé a sentir el orgasmo en mis huevos. Ella también estaba a punto, sujetándose las piernas bien abiertas, mirándome fijamente antes de empezar a sentir los espasmos de su corrida.

-Si si si me corro, sigue, me corroooooo ahhhhh!!!!!!!!

Y en ese momento explotamos: No suele ser lo habitual, pero esta vez terminamos a la par: las palpitaciones de mi polla al soltar oleadas de semen retenido en su interior coincidían con las contracciones de su coño, por lo que cada impulso latente aportaba un pedacito mas de placer al clímax. Se retorcía echando el cuello hacia atrás gritando, jadeando, utilizando la vocal "A" de mil y una formas y entonaciones que hacían que cada uno de sus gritos fuera más intenso y sensual que el anterior. Las manos agarraban las sabanas dando liberación a su tensión y en ese momento me miró directamente pidiendo más, una descarga mas, un espasmo más que la recorriera todo el cuerpo. Por mi parte las contracciones me doblaban por la mitad dándome sensaciones que se concentraban en mi miembro y que salían disparadas a cada rincón de mi cuerpo, en cuanto acababa una volvía a introducir la polla en su interior para buscar el siguiente, así hasta que mis fuerzas me impidieron seguir y la falta de sangre en el cerebro me hizo caer hacia delante totalmente mareado. Zaida me abrazó con todo su cuerpo, brazos y piernas, mientras seguía en su interior derramando la semilla que a la mañana siguiente daría sus frutos. Ahora jadeaba suavemente buscando aire mientras su respiración recuperaba el ritmo normal. Poco a poco las contracciones de su vagina fueron disminuyendo en intensidad, hasta que ambos sexos se quedaron en paz, con la conciencia tranquila de un trabajo bien hecho. Mis fuerzas me iban abandonando, mi cuerpo claudicaba después de un día de tantos esfuerzos mentales y físicos, me pedía a gritos descanso…. Fui cayendo en los brazos de Morfeo pero en mi subconsciente aun se grabaron unas palabras

-Descansa amor mío, mañana será un gran día

"Parece que el relato no ha tenido la aceptación que me hubiera gustado. Me dejaré guiar por los comentarios para decidir si continua o lo doy por concluido. Ocurra lo que ocurra, gracias a los lectores, intentaré que la próxima vea resulte mas ameno, y nunca dejéis de leer"